Aunque pueda parecer un ataque de paranoia, el Gran Hermano se nos va a meter en casa a las bravas, por la puerta grande y, asombrosamente, con nuestra connivencia.
Hasta ahora, somos sistemáticamente espiados a través del móvil, el ordenador y la televisión. A mi, por ejemplo, me resulta irritante que cada vez que accedo a Google a buscar cualquier tontá, éste sepa con demasiada precisión donde estoy. Si, con población y código postal incluidos. Cada vez que accedo al menú de MoviStar+ tengo una lista con todo lo que he visto en los últimos días, y otra basada en la anterior con las cosas que probablemente me interese ver. Por supuesto, WhatsApp, esto es, Facebook, se sabe al dedillo quienes son tus personas más afines y queridas.
Hasta aquí no estamos viendo nada especialmente sofisticado. Yo mismo, en alguna aplicación de las que desarrollé en su tiempo, habilité un menú a la vista con las opciones a las que cada usuario accedía más a menudo, más otra con las más usadas a nivel general. Incluso se hacía un seguimiento de los cambios en las bases de datos con muy evidente y nada oculta intención de saber cuando y quien modificaba los datos. ¿Espionaje? Depende como se mire, cualquier usuario podía consultar los datos de ese seguimiento, y teniendo en cuenta que el mero cambio de una fecha podía tener consecuencias bastante importantes, ¿qué menos que saber quien lo hizo para preguntar el porqué?
Batallitas aparte, eso solo es la demostración de que cualquier cosa que hagamos, cualquier paso que demos en las redes puede quedar, y casi seguro que queda, registrado. Eso, por lo pronto, se usa con inocentes
fines comerciales. Nos quieren vender de todo y para el vendedor es una bendición saber nuestras preferencias y así no perder dinero en publicidad que no nos interesa. Pero además, se obtienen tendencias de navegación, consumo y opinión (basta saber que periódicos digitales lees) y se pueden desarrollar estrategias a nivel general para influir en cierto sentido en ciertos sectores de la población.
Incluso hay quien no parece preocuparle demasiado las invasiones bienintencionadas
de su privacidad. Viviendo en un mundo digital se da por supuesto que el ecosistema es así, y no parece darse cuenta de que la visión del mundo que le ofrecen las webs y portales que visitan se adapta con demasiada fidelidad a sus propios gustos, encerrándole en una burbuja de la que, por lo general, no se hace mucho por salir.
Hasta hay aplicaciones maliciosas
(curioso eufemismo) que se cuelan en nuestros dispositivos y nos espían en el más clásico sentido de la palabra. Escuchan nuestras conversaciones, graban imágenes de nuestro trabajo o casa y si la cosa ya se pasa de rosca, algún mafiosote sin escrúpulos puede usarlos para el robo o la extorsión.
Pero el colmo es lo que se nos viene encima con dispositivos que nosotros mismos meteremos en casa con gran alegría y alharacas. Se trata del Amazon Echo, el Apple Homepod, el Google Home, el MoviStar Home, el Facebook Portal y alguno más de la mano de empresas de menos tonelaje
. Son cacharros inteligentes
que colocaremos en un lugar relevante de la casa y a los que daremos órdenes, desde bajar y subir persianas, apagar y encender luces, o cambiar de canal de televisión, hasta pedir la cena al chino. A su vez, ellos nos pondrán la música que nos gusta y sintonizarán la radio a la hora exacta de nuestros programas preferidos, nos darán amables consejos y nos recordarán citas y eventos, además de avisarnos cuando el besugo esté a punto de quemarse en el horno (¿no habíamos quedado en pedir chino?).
La funcionalidad de estos aparatos es obvia, y hasta deseable. Pero siempre hay un pero, no son asistentes domóticos, son auténticos terminales conectados a Internet, su operador recopilará todos esos datos sobre nosotros, además de que le dejamos un canal abierto (ese micrófono, y hasta cámaras) para que nos observen a placer. Por no hablar de lo que pueden hacer los sospechosos habituales si consiguen acceso a ellos.
Particularmente es un futuro que no me entusiasma y procuraré escapar de ello mientras pueda, pero no hay duda de que nos han puesto al Gran Hermano en las manos, y nosotros mismos lo instalaremos sobre el aparador, lo enchufaremos a la red, y le quitaremos el polvo cuando así nos lo recuerde.
10 de enero de 2019. Edito: Por Reyes me han regalado un Chromecast y ahí está, enchufado tan ricamente a la televisión. No tenemos remedio.
12 de julio de 2019. Edito: Confirmado. Google ha sido pillado con las manos en la masa, como ya antes lo fue Amazon, y ha reconocido que, efectivamente, utiliza a expertos para llevar a cabo transcripciones de aproximadamente el 0, 2% de los comandos de voz al Asistente para mejorar su funcionamiento
Es decir, pueden, quieren y lo hacen, de momento
con fines funcionales, pero hay que ser muy ingenuo para pensar que esos fines se pueden ampliar con los más variados y creativos usos.
El contenido de este texto puede ser total o parcialmente reproducido sin autorización explícita y previa del autor y bajo cualquier medio de comunicación siempre que se den las siguientes condiciones:
- Debe incluirse la totalidad de este pie de página.
- No puede modificarse, con la excepción de correcciones ortográficas, tipográficas o de traducción a otro idioma, y nunca excepcionando las correcciones de estilo, contextuales o gramaticales, de las cuales se hace responsable el propio autor en el texto original.
- El autor no renuncia a sus derechos de propiedad intelectual legalmente constituidos y se reserva la posible reclamación oportuna siempre que el medio en que se reproduzca reporte beneficios económicos de cualquier tipo.
Publicado originalmente el 13 de enero de 2019 en www.ciencia-ficcion.com
