Quede claro que yo también he caído en el mismo pecado que a continuación comento, unas veces por no encontrar aquello que me vendían, otras simplemente por no estar del humor adecuado en el momento de expresar lo que pensaba acerca de tal o cual película.
De cuando en cuando me llegan comentarios (o escribo yo mismo) comentarios para las secciones de Opinión o Límites llenos de lo que el título de este pequeño artículo define tan bien: indignación furibunda. Son escritos que destilan tanta ira que hasta dan un poco de miedo, el autor del mismo se ha visto claramente ofendido por algo de lo que ha visto o leído, no es normal que cuando un libro o película no tiene una calidad mínima desate tantos y tan encendidos discursos.
El problema surge (al menos en mi caso) cuando las expectativas que se tenían depositadas en la obra (ya sea por la publicidad previa, ya por los antecedentes de la misma) no se ven cumplidos. Esperando encontrar una cosa se encuentra otra, y lo que es peor, tan alejada de eso que se esperaba que la reacción no es todo lo razonable que debiera.
En ese sentido, cuando algo está excesivamente promocionado, cuando se ha traspasado el límite de la pura información, es cuando se ha de ser más cauto y acercarse a la obra con toda la ecuanimidad posible. La experiencia dicta que el 90% de la publicidad es exageración, el 90% del apasionamiento derrochado por amigos y conocidos que la recomiendan encarecidamente, es puro entusiasmo, lo mismo se puede decir a lo que se lee en medios especializados si no se conoce aún al comentarista (cuando se le conoce es más fácil guiarse por su trayectoria previa) En definitiva, enfrentarse a una obra con ideas preconcebidas es el primer paso hacia el desencanto y la indignación.
Con todo, antes de hablar de algo lo mejor es esperar un tiempo, no dejarse llevar por el calentón del momento y dar tiempo a la obra (a la percepción sobre la obra) para reposar. Esto es, curiosamente más difícil de lo que parece, precisamente ese momento es especialmente inspirado, la indignación llena la cabeza de ideas y palabras que hay que plasmar al momento porque de otro modo se perderán como... (ejem, sí). En ese caso una buena opción es dejar reposar el escrito, considerar al cabo de un tiempo si lo que se dijo es justo, si las cosas se pueden decir de otra manera o simplemente, que las cosas son como son y nada las puede cambiar.
Cuidado, cuando hablo de indignación furibunda no me refiero a los comentarios malintencionados. También es muy común leer aquí y allá críticas
(hay quien las denomina así) en las que es más que evidente la mala intención del crítico
, no es ya que la obra le haya parecido peor o mejor, es que su intención declarada es la de hundirla a ella y al autor. Son fáciles de distinguir, no hay indignación, las palabras están perfectamente elegidas y la crítica
es claramente insultante.
La indignación furibunda, pese a estar alimentada por la frustración, no siempre está injustificada. El producto puede ser realmente tan poco digno de la atención que se le presta que cualquier cosa que se diga en su contra es poco. Sin embargo, es un buen ejercicio intentar alcanzar la ecuanimidad y no desatar todos los demonios.
Prometo esforzarme.

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Publicado originalmente el 10 de junio de 2007 en www.ciencia-ficcion.com
