Para la imaginación del populux, 2000 DC suponía el límite/ruptura con todo el pasado. Durante las décadas previas (60 a 90) fue configurándose lo que pretendía ser la creación de una Arcadia HI/TECH donde las necesidades humanas quedarían cubiertas hasta en su más mínima-nimia expresión.
2000AD se consideraba algo prodigioso. Compensaría milenios de guerras, hambrunas y miserias de todo tipo que Charles Dickens podría haber detallado en su extensa obra. Skylines maravillosos, naves que nos transportarían hasta el infinito y más allá (bueno, el Sistema Solar como previo trámite a galaxias muy, muy lejanas), los aerocohes surcarían el alto cielo según araban todos los vientos rumbo a rutilantes oficinas donde trabajabas dos horas semanales (¡vaya fastidio!) mientras robots atolondrados, perfectamente programados para su existencia servil, desempeñaban las tareas ingratas/innobles que habían esclavizado al Hombre... desde siempre.
2018 DC (en atención a la fecha de publicación de este artículo): ni aerocoches, ni programa espacial decente, los robots se dedican a acoplar piezas de Audis en cadenas de montaje, el paro es colosal, la miseria, parafraseando a Groucho Marx, está alcanzando sus más altas cotas, perdemos derechos sociales y médicos conseguidos con gran esfuerzo... ¿Qué ha sido de la promesa que en Década 60 (sobre todo) teníamos de un Futuro Resplandeciente Star Trek donde la pesadilla del crimen, la polución, la enfermedad, fuesen sólo eso: nefasto ensueño embotellado en un museo?
...que la Segunda Ley de la Termodinámica (creo es) se ha aliado con los peores instintos humanos haciendo patente como nunca la socorrida Ley de Murphy.
La noción de un 2000AD glorioso lo ciño al concepto personal. Medios de comunicación y cine, la literatura gráfica y escrita fueron, después de la Segunda Guerra Mundial, rematando la idea, a lo Buckminster Fuller, de saneadas casas-huevo y coches-huevo junto a ovalados disparates sacados de revistas que San Isaac Asimov controlaba con férrea mano. El populux (atareado como lo estaba desde el alba de los tiempos) confiaba en que los aburridos señores de las batas blancas de Cabo Cañaveral, que lanzaban cohetes a la Luna (o bombas H), se ocuparían de construir robots y casas-huevo. Jamás el concepto de una distopía pudo alojarse en sus sesos, pese a las numerosas advertencias preconizadas
desde los medios antes citados.
¿Qué esperé de 2000 DC y después? Pues una Utopía Feliz, distinta a la Pax Corporativa tipo ROLLERBALL, con algún tropiezo ocasional con los robots, como sucedía en ALMAS DE METAL. Al ver BLADE RUNNER, sin embargo (de momento, aparquemos las pesadillas apoqueclípticas estilo THE ROAD WARRIOR), comprendí que el futuro en ciernes ESO era.
Y puede empeorar. Nada de cuanto atisbamos en la telepantalla de los telediarios y los medios adulterados de internet y su profeta, las redes sociales, aventuran que, de verdad, esto pueda mejorar. Hay indicios preocupantes de un Cambio Cli (discutible si esto es verdad; más aún, que sea antropogénico), que tendría devastadoras secuelas globales, el clima político mundial se retrae a la Guerra Fría y los tiempos del nazismo, la precariedad laboral puede abocar, si no a otra revolución rusa, en un escenario de caos y criminalidad tipo ROBOCOP (las buenas).
Eso tan estremecedor de CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE empieza como casi a considerarse. (En la Mega City One caótica donde Judge Dredd intenta imponer la ley, existe un departamento, Resyk, que procesa los cadáveres... para devolverlos a la ciudad como alimento.) Y no sólo lo del Soylent Green puede alcanzarnos. Rebrotan probabilidades de que un conflicto nuclear destruya esta civilización tan precariamente construida sobre inestables pilares. De nuevo se invierte en armamento; el flamante César de Washington considera guay rearmarse con atómicas otra vez. El ladino líder cosaco de Moscú también estima óptima la idea. Regresamos a Década 80, dispuestos a entablar combate por un tanque de gasolina, al parecer.
Pensaba que todas las distopías sobre las que leía o veía, al fin serían vencidas in extremis porque la sensatez entraría a presión en la sesera de nuestros gobernantes. Viendo qué insondable abismo podía tragarnos, a qué ocaso social estaríamos abocados, celebrarían esa reunión final que enderezaría el futuro.
Empero BLADE RUNNER estaba allí para desmentirlo. La lobreguez constante que envuelve sus fotogramas iba a ir oscureciendo nuestras esperanzas de futuro feliz para por siempre ennegrecerlo. El fracaso de darnos el Mañana-Mañana a lo Buckminster Fuller lo disimularían con los avances cyberpunk que detallan
William Gibson o Walter Jon Williams en sus historias. El viejo recurso del pan y circo
estaría actualizado con googlebytes de potencia virtuRE según un aerocoche Audi IG nos emboba.
Sobre los replicantes... pudieran aparecer hacia 2040 o así. Todavía hay leyes y éticas que impiden su existencia. Pero puede demolerlos una potente Corporación si manipula de forma adecuada nuestras ideas observando que, pese a todo, son humanos sintéticos
. No sufren como nosotros. Duran cuatro años, y ¡a comprar el modelo mejor! Son la mano de obra que acomete arriesgadas tareas más allá de.
(la Cúpula del Trueno).
Orión. ¿Puede la Humanidad por fin tomarse el respiro que tanto TANTO precisa? Pues un rotundo ¡SÍ! moderano de metal nuevo.
Ocurrirá que nos hacinaremos en bloques mastodónticos, apilando el kippel de las cajas de cartón de Pizzas Resyk en la sala de estar o los pasillos, según esperas una oferta de trabajo basura distinta al de las oficinas de diáfanas ventanas abiertas a una macrourbe salpicada de Arcologías Aurora cuya forma desafía leyes de la gravedad o la estabilidad.
En la calle, los homeless serán las primeras víctimas de los atentados islámicos (o cualquiera que piense tiene reclamación vital que imponer así), o las luchas territoriales de las bandas que hasta han socavado el suelo para comunicarse mediante túneles entre sí y evitar la persecución policial (más o menos) robotizada.
El futuro se delineaba amplio y brillante en el horizonte, cuan actualización HI/TECH de una pintura de Norman Rockwell. Pero cuanto se avecina recuerda demasiado al Los Ángeles 2019 que tanto hereda de Mega City One. Ignoro dónde está el fallo. Si puede arreglarse. Crucemos los dedos.
