Cuando Galáctica estaba en emisión, no nos cansábamos de comentar cómo una de las partes más interesantes de los cylones era su humanidad
, cómo los que pasaban mucho tiempo entre los humanos empezaban a sentirse como tales y a reivindicar que no sólo eran meras tostadoras. Haciendo honor a la herencia de los replicantes de BLADE RUNNER, algunos cylones querían sentir emociones humanas y llevar vidas humanas, y en FRINGE hemos encontrado a otros hijos de los Nexus 6, los cambia-formas de Tierra 2. Hechos de mercurio, y con la capacidad de metamorfosearse en la persona que ellos quieran, los que están en nuestro universo como agentes durmientes sufren el que podríamos llamar el dilema de Boomer. El contacto con los humanos los hace desarrollar más ese lado y cuestionarse sus lealtades pero, en el fondo, esa vida que llevan no es más que una ilusión, una pálida copia de la experiencia real (como las ovejas eléctricas del libro de Philip K. Dick). Y sin embargo, como también nos enseñó Galáctica, esa debilidad
puede ser el talón de Aquiles de todo el plan de Walternativo.
De todos modos, los espías infiltrados que son físicamente indistinguibles de los que son espiados son un clásico explotado mucho a raíz de la Guerra Fría (ahí tenemos LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS, por ejemplo). Presentan una puerta abierta a la paranoia, pues no hay modo de averiguar quién es quién, y también ofrecen interesantes vistazos a la construcción de nuestra identidad. En estas últimas temporadas, parecen estar de moda otra vez ante la amenaza difusa del terrorismo fundamentalista, y así hemos vuelto a tener extraterrestres infiltrados entre los humanos en V y en The event. Fringe se ha lanzado por la ruta replicante-cylon y ha expuesto el precio que los cambia-formas deben pagar (un solo episodio de esta serie ha retratado mejor a estos espías alienígenas
encubiertos que cuatro de The event). Mostrarlos como algo más que meros asesinos a sueldo les da otra dimensión y nos ayuda a ponernos también en la piel de la gente del otro lado, que creen estar haciendo lo correcto para salvar su universo.
¿Puede un ente mecánico, artificial, tener sentimientos? ¿Puede considerarse una persona? Esas preguntas que plantean los replicantes (y los cylones) se aplican de igual modo a los cambia-formas, y ese cambio en sus lealtades, ese dejarse llevar por su contacto con los seres de nuestra dimensión va a experimentarlo también BOlivia, aunque se haya lanzado a una huida hacia adelante que no puede acabar bien.

