Asociarse o no asociarse esa es la cuestión. Parafraseando al divino bardo, habría que hacer esa pregunta a todos los que leen estas frases desde Internet: ¿se asocian ustedes para algo? ¿Pertenecen, siquiera, a la asociación de vecinos de su barrio? ¿No se asocian ni para ir jugar partidos de fútbol?
Pero los que están leyendo esta página es muy probable que estén asociados aunque no lo sepan. Sí. No me digan que no.
¿Acaso no pertenecen alguna lista de distribución foro de discusión o, en el peor de los casos, chatean con un grupo restringido? Si la respuesta es sí, y me juego una cervecita a que es afirmativa en el 99% de los casos, usted, querido lector, pertenece al nutrido grupo de asociados a algo.
Indudablemente Internet es el vehículo del nuevo asociacionismo.
Por definición alguien se asocia a algo para defender intereses comunes. ¿Los internautas defienden intereses comunes? Seguro que sí. Pero ¿es algo diferente a las asociaciones clásicas? Rotundamente no. Es lo mismo con el único cambio del formato. Internet facilita la comunicación instantánea y ese es el principal cambio, no falto de importancia. Lo demás es sólo reiteración de la comunicación. Porque el asociacionismo, en todas sus formas, es sólo una forma de comunicación, de relación y en definitiva un intento de dejar de estar en soledad. Esa es la finalidad del mismo: las relaciones humanas.
Desgraciadamente las nuevas tecnologías han dado un paso adelante, yo diría que atrás, en las formas de relación. Ahora son mas frías, más distantes, aunque puedan llegar a ser intensas en muchos casos. Es de lamentar que se pierda el contacto piel a piel, pero me temo que es una batalla perdida.
Tendemos a la comodidad, del cuerpo que no del intelecto o espíritu, y nos rodeamos de nuestra burbuja particular que nos ofrece una relación distante con nuestros pares. La tecnología nos ofrece todas las facilidades para tener acceso a información casi ilimitada, un contacto (frío) con otros seres humanos y eso a todas horas todos los días. Ventajas indiscutibles pero que nos hacen perder la frescura de las miradas, de los roces, de las sonrisas, de los guiños y de todo el lenguaje corporal tan necesario e interesante.
Es una servidumbre de nuestra época y una lástima.
Pero es lo que nos ha tocado vivir.
Estamos unidos. Seguimos unidos en múltiples intereses comunes, la base de cualquier asociación, pero vamos perdiendo una de las cosas más bonitas de la vida: el contacto personal.
Y, aunque Internet sea un fantástico medio, no es lo mismo. Se lo digo yo.
Miren, vena, asóciense, pero siempre, siempre háganlo presencialmente. No pierdan la oportunidad de observar al prójimo tal como es: gordo, delgado, bajo, calvo, con los ojos azules o bizco, espléndido o abominable. Eso es la verdadera relación.