Sitio de Ciencia-Ficción

11 de enero de 2015

El futuro del sexo
Especial Decimoctavo Aniversario, 8
Amor-máquina o cuando los replicantes se metieron bajo nuestras sábanas
por Marcelo Novoa

Tiempo estimado de lectura: 2 min 48 seg

Replicante. Ver también Robot (antigüedad), Androide (obsoleto), Cyborg (genérico): Humano sintético con capacidades parafísicas (piel / carne/ recuerdos). También: Pellejo (argot). Uso en el Mundo Exterior: Combate, Minería, Placer. Uso en la Tierra: Prohibido. Información clasificada./p>

Ciudad de Los Ángeles caídos, 2019. Un ojo-ario contempla las llamaradas del infierno, y las megapantallas anuncian lluvias eternas. Hoy, vía DVD, BLADE RUNNER (1982) de Ridley Scott puedo fijar-agrandar-apurar cada cuadro de esta desmemoria colectiva, como otro Deckard a solas en su apartamento. Pues, sólo ayer, ansioso espectador en anónima butaca adolescente, descubrí esta fascinante invectiva antihumana y pro amor-máquina.

Una megalópolis corrupta y promiscua, un clima adverso y una espiritualidad en ruinas que complica la vida de poderosos, especialistas y solitarios, con una abigarrada multitud de fondo, que bien pudiera leerse como lumpen tecnocrático. Una babel de indigentes que no lograron colarse en el último metro a Marte, hablando un inquietante desesperanto.

Deckard (voice-over): Sushi, así es como me llamaba mi ex mujer. Pescado frío.

Varios policías se acercan por detrás de Deckard.

Policía: Idi-wa. [En Coreano: Venga aquí].

Gaff: Monsier, ada-na kobishin angum bi-te.

[En Interlingua: Debe usted acompañarme, señor].

Sushi Master: Dice que está usted detenido, Sr. Deckard...

El thriller futurista —me quedo con la voz en off, pero nunca el final feliz— indaga con lucidez quirúrgica en los límites humanos: trasgresión y trascendencia. Sin ataduras morales —el protagonista es asesino a sueldo, amparado por la legalidad— pero con delirante confianza en el amor —aunque sólo sea con un muy bello mecanismo— aún hoy logra corromper cualquier noción de progreso aséptico y asexuado que nos vendieron como brillante porvenir.

Y las fascinantes femme fatales del cine negro se trocan en odaliscas mecánicas, al ritmo del L´amour fou, por obra y desgracia de la tecnología, en este film de inútiles resonancias políticas. Imposible pasión nefanda, sin happy end, apenas un mañana peor. Pues ese escape fuera de la ciudad, entre nubes y verdor, castigan la fantasía insana de fomentar tan transgénica unión.

Despacho de Tyrell. Deckard observa a un búho que vuela libremente dentro de la sala.

Rachael: ¿Le gusta nuestro búho?

Deckard: ¿Es artificial?

Rachael: Naturalmente.

Deckard: Debe ser caro.

Rachael: Mucho. Me llamo Rachael...

Desde la adorable androide desalmada María de METRÓPOLIS, hasta las inalcanzables servo-mercenarias del animé GHOST IN THE SHELL, la fijación por encontrar a una amante-todo-terreno en el raro erotismo ciencia-ficción, cobra carta de supremacía en Rachael (Sean Young de luxe), capaz de animar hasta al inconmovible ex-policía Deckard, con dosis de sadomasoquismo incluida.

Y están las otras replicantes. Unidades de placer para asentamientos mineros espaciales. Zhora, la eva asesina que no teme pasearse desnuda ante su aniquilador, pues se sabe su igual, y a la que sólo puede vencer por la espalda. Y la muñequita de papá, Pris, quien tratará de asfixiarlo entre sus muslos poderosos, pero que sufre un berrinche patético al momento de morir.

Deckard la detiene bruscamente y la besa varias veces.

Deckard: Ahora, bésame.

Rachael: No puedo fiarme de mi memoria.

Deckard: Dime que te bese.

Rachael: Bésame.

Deckard: Te deseo.

Rachael: Te deseo.

Deckard: Otra vez.

Rachael: Te deseo. Pon tus manos sobre mí...

Rebuscando en la literatura del género hayamos sino casos aislados, como la autómata-pianista que encantaba a la Corte Francesa, según relato de Diderot. En EL COCO (1817) de Hoffmann aparece una mujer convertida en muñeca mecánica. También, la EVA FUTURA del decadentista Villiers de L´isle-Adam, como compañera ideal del sabio loco. En Chile tenemos un caso único, mujer sobre máquina, en el relato JUANA Y LA CIBERNÉTICA (1962) de Elena Aldunate.

Visualmente, estos Fetiches Biomecánicos tienen su mayor desarrollo en comics y mangas del s. XX; cómo olvidar a Afrodita de Mazinguer, quien atacaba con sus senos, o las sexys robots del dibujante Hajime Sorayama; y la pléyade de heroínas sexuales, post Lara Croft, de los juegos de consola. Sin olvidar las actualísimas muñecas siliconas de placer digital.

Escena inédita; rodada, pero eliminada del montaje final.

DECKARD: So what happened?

HOLDEN: Ten days ago Security at the Tyrell Corp. finds three intruders in the records room. Kills one, two get away, okay? [Deckard nods]. They do a routine autopsy on the one that got aired and... whaddya know? A skin job, one of the ones that busted out! Top drawer replicant... combat type... Nexus 6.

DECKARD: Pretty sexy, the sixs...

El fetichismo con robots, las fantasías húmedas con autómatas, los desnaturalizados romances con máquinas sofisticadas, son simples variantes de la Evolución degenerada en Sustitución, parte importante del catálogo erótico posmoderno. Porque la compleja existencia de estos afectos hacia naturalezas híbridas, o derechamente, artificiales, ya no es placer oculto para nadie.

La physis aristotélica, que buscaba sacar lo mejor de los mismos hombres, se troca, en este film, en ausencia irreparable; protagonistas y antagonistas programados, estériles y decadentes, representan la nueva hybris de estos replicantes, ya no es sólo acumulación aparatosa de nuestros atributos mejorados, sino la reiteración de nuestro mayor fracaso: la finitud temporal, o sea, nuestra mortalidad, que no la pequeña muerte del orgasmo a control remoto.

La cacareada estética posmoderna del filme es el pretexto preciso para encajar otra incógnita: las contradicciones humanas aún se verificarían en dicha época futura, de igual manera que los androides querrán responder a las mismas preguntas de sus hacedores. ¿Y será entonces que esa rígida concepción del Logos muerto a perpetuidad, sólo el Eros podrá marcar alguna diferencia? Ni que lo digan nuestras actuales pulsiones erótico-mediáticas cuando el consumo y la fama nos despojan del cuerpo viviente y real.

Siempre lo supimos, BLADE RUNNER (1982) de Ridley Scott, era la gran metáfora ulterior que llegó para quedarse. Y tales iluminaciones tempranas, hoy resuenan proféticas, aunque en reversa. Pues, este film de cabecera, verdadero CASABLANCA post-cualquier próxima guerra, no buscaba la identificación con mañana alguno, apenas quería ser la crónica violenta de un presentimiento recobrado a oscuras, antes de meter —para siempre— a las máquinas bajo nuestras sábanas.

© Marcelo Novoa
(1.008 palabras) (771 palabras) Créditos
Marcelo Novoa es escritor, editor y dirige http://www.puerto-de-escape.cl/
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Especial Decimoctavo Aniversario


8.- Amor-máquina o cuando los replicantes se metieron bajo nuestras sábanas, por Marcelo Novoa

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