De siempre es sabido (o al menos, los que llevamos un cierto tiempo en este mundillo nuestro, lo creíamos así) que la situación editorial en España era una cuestión de ciclos: las editoriales descubrían el mercado potencial de la ciencia-ficción y la fantasía y empezaban a aparecer colecciones de las editoriales más insospechadas. Primero una, luego otra, luego tres más... y al final sucedía lo que, inevitablemente, tenía que pasar: el mercado se saturaba, las ventas caían en picado, las colecciones cerraban y los stocks iban a parar a los saldos. Y después, la absoluta carestía. No se publicaba nada nuevo en 5 años más (el plazo que se consideraba necesario hasta que una editorial volvía a descubría de nuevo la ciencia-ficción, sacaba una nueva colección... y vuelta a empezar).
Esto fue así en la década de los setenta (antes también, según me han dicho, pero en aquella época yo no estaba para comprarme nada), la de los ochenta y buena parte de los noventa. De hecho, yo conozco muchos aficionados que no se compraban los libros nuevos porque luego confiaban en encontrarlos rebuscando en las pilas de los grandes almacenes. Como, desgraciadamente, solía suceder.
Naturalmente, esa serie de ciclos era perversa: Los libros no se vendían porque muchos de sus potenciales compradores aguardaban a conseguirlos en los saldos, lo que conducía casi ineludiblemente al cierre de la colección por bajas ventas. Y los que los adquiríamos, luego nos sentíamos estafados por haber pagado cuatro veces más por algo que a los pocos meses de su aparición, valía mucho menos. Pero algo parece haber cambiado en el panorama editorial de la literatura fantástica española.
Desde mediados de los noventa empezaron a proliferar colecciones que no eran publicadas por las grandes casas (cada vez más concentradas, por otra parte, en el Grupo Planeta), sino por pequeñas editoriales, muchas veces fruto de los propios aficionados.
Sin tiradas insensatas, apenas de un par de millares de ejemplares, y con constancia y cuidado en su edición, esas colecciones se han ido perfilando como una clara alternativa a las grandes editoras. Y, como sus propietarios no pretenden hacerse ricos publicándolas (como parece ser en las empresas grandes, que exigen ventas altas), han ido ganándose un puesto en el mercado. Total, que ahora podemos encontrarnos con colecciones de las de toda la vida como Nebulae, de EDHASA, Nova, de Ediciones B (Grupo Z) y Minotauro (Grupo Planeta), junto con las diferentes colecciones de Solaris Ficción, Terror... (La Factoría de Ideas), Gigamesh (Alejo Cuervo), Bibliópolis (Luis García Prado), PulpEdiciones (Río Henares Ediciones S.L.), Transversal (Equipo Sirius) o los libros de la recién nacida Albemuth Internacional (Grupo Editorial AJEC). Y eso sin contar con ediciones de coleccionista realizadas sin ningún tipo de afán de lucro como la veterana Espiral-Ciencia Ficción de Juan José Aroz o las diferentes colecciones que edita Silente.
Muchas de ellas llevan ya años publicando y, a lo que parece, no están al borde del cierre ni mucho menos (unas sacan más títulos que otras, pero todas siguen adelante).
¿Qué es, pues, lo que ha cambiado? Creo que, principalmente, hay tres aspectos que están marcando este nuevo periodo: El primer factor es el abaratamiento de la edición en general. Con las nuevas tecnologías, publicar libros es considerablemente más barato que antes, y eso ha ayudado a que tiradas relativamente cortas sean rentables. El segundo aspecto es la mejora del nivel de vida de los españoles. Ahora todos tenemos más dinero en el bolsillo y podemos destinar más al ocio. No hace falta ser adivino para saber que, en tiempos de crisis, los libros son los primeros sacrificados y la gente se vuelve mucho más selectiva. Y el tercer aspecto a destacar es el de la distribución. Se han creado distribuidoras pequeñas, algunas propiedad de esos mismos editores, que se encargan de su distribución en puntos estratégicos que son donde esos libros van a venderse mejor. Evidentemente la cobertura no es general, pero es que las tiradas tampoco lo permitirían y, de hecho, el mercado es reducido.
Creo que eso podría explicar el porqué no se han cerrado colecciones los últimos años (ha habido trasvases y cambios de políticas, pero han sido motivados por las compraventas de editoriales) y nada hace prever que vayan a hacerlo pronto. Eso es un cambio muy positivo, si nos ponemos a comparar el panorama actual con el que había a principios de la década de los noventa, por ejemplo.
En resumen, a lo que parece, la teoría de los ciclos forma ya parte del pasado. Mi esperanza es que así sea y que esas colecciones, que ahora abarrotan las estanterías de las librerías especializadas, prosigan ofreciéndonos cantidad y calidad, como mayoritariamente hacen, muchos años más. Supongo que el mercado, a la larga, se autorregulará, es la ley del capitalismo que nos ha tocado vivir, y que algunas de estas colecciones cerrarán con el tiempo, pero lo importante es que otras nuevas vengan y que el volumen de la oferta y la calidad de la misma siga creciendo. Todos sabemos que hay muchos lectores potenciales que aún no han descubierto nuestro género. Parece que ahora van a tener esa oportunidad.