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28 de mayo de 2023


Grandes chapuzas aeroespaciales
Grandes chapuzas aeroespaciales
por Francisco José Súñer Iglesias

Tiempo estimado de lectura: 4 min 31 seg

Una de las cosas que maravillan de la ciencia-ficción es lo bien que funcionan los artefactos que la pueblan. A no ser que el fallo sea el desencadenante del argumento, todo transcurre con una plácida previsibilidad.

Quizá la sucesión de fallos y averías más querida por los aficionados es las del DeLorean en la Regreso al futuro. Sin ellos, sencillamente no habría películas, y los esfuerzos de Doc y Marty se reparten casi a partes iguales en arreglar los estropicios en la línea temporal y los inevitables desperfectos que tanto viaje en el tiempo provoca en una máquina tan delicada.

Recientemente también hemos visto como una sucesión de esos fallos son el leitmotiv de las aventuras de Buzz Lightyear, y es que sin los sucesivos ensayos para lograr la mezcla perfecta que le permita viajar más rápido que la luz la película hubiera sido muy distinta.

Chapuzas interesantes también tenemos en EL PLANETA DE LOS SIMIOS, donde un fallo de cálculo traslada al coronel Taylor y su tripulación a un futuro desconcertante, donde Taylor encara la exploración del planeta de forma bastante torpe, ¿por qué en vez de seguir el curso del agua se interna en el desierto? ¿por alguna razón? En palabras del propio coronel no, ninguna.

Otra oda a la incompetencia es la saga de La flota perdida, de Jack Campbell, en ella, la humanidad se enfrenta entre si en una guerra interminable en el espacio, pero la calidad de la construcción de las naves de combate es ínfima, ya que se espera que no duren demasiado debido a las enormes pérdidas en batalla, y las tácticas militares se han visto reducidas a un par de maniobras previsibles y muy poco elaboradas.

Tampoco escasean los ejemplos de ambición desmedida, principalmente en el ámbito de la robótica, que lleva a que los inventos se salgan de madre ocasionando más de un serio problema a sus creadores, empezando por el propio FRANKENSTEIN, siguiendo por METRÓPOLIS, insistiendo en WESTWORLD y llegando (que no finalizando) en sus más modernos émulos como EX MACHINA, LUCY, o UNCANNY.

Pero no hace falta irnos a la ficción, el día a día nos ofrece una buena cantidad de ejemplos de lo más divertido de lo que puede implicar el descuido, la apatía y el exceso de confianza en la tecnología.

Uno de los más sonados fue el desastre del Mars Climate Orbiter. Por una tontería del calibre de no dejar meridianamente claro a Lockheed Martin que la NASA trabaja SIEMPRE en el Sistema métrico decimal[1], éstos programaron una pieza fundamental de software con unidades del Sistema imperial, lo que falseó la distancia a la que la sonda se encontraba de Marte, llevando a tomar decisiones fatales.

En aquella época lo de la NASA todavía era un batiburrillo bastante extraño. Hay que tener en cuenta que, desde un principio, todo el programa espacial estadounidense estuvo liderado por el grupo de científicos alemanes que desarrollaron las V2 alemanas de la Segunda Guerra Mundial, con Wernher von Braun al frente. Éstos, lógicamente, funcionaban en el SMD y, se rumorea, despreciaban abiertamente el SI. La forma de trabajar era pesadillesca, los alemanes diseñaban en SMD, un grupo lo traducía a SI para los ingenieros americanos y proveedores civiles, y las modificaciones eran de nuevo traducidas al SMD desde el SI para su manejo por los alemanes. Al constituirse formalmente la NASA en 1959 se decidió que solo se usaría el SMD (más racional desde un punto de vista ingenieril), pero con todo, el solapamiento de uno y otro sistema fue recurrente. Lo paradójico del caso es que Estados Unidos es uno de los países fundadores del SMD, y uno de los pocos poseedores de patrones originales del metro y el kilo, pero por cuestiones políticas nunca fue de obligada adopción[2].

Otro célebre caso de confusión fue el que en 1983 estuvo a punto de llevar al desastre al Boeing 767 del vuelo 143 de Air Canada entre Montreal y Edmonton. Tras una escala en Otawa la tripulación descubre que no les queda combustible. ¿se olvidó el personal de tierra de rellenar los depósitos? No, el 767 era un modelo de reciente aparición y ya la Boeing había decidido pasar al SMD todos sus nuevos aparatos, el personal de tierra aún no estaban lo suficientemente familiarizadas con el modelo, y menos aún con el SMD, y cargaron el combustible en libras, en vez de kilos (en los aviones es más importante el peso del combustible que su volumen), así que en vez de llenar los depósitos con 20.000 kilos de combustible solo utilizaron menos de la mitad, problema que se agravó con una serie de averías en los instrumentos, malentendidos y errores en las comprobaciones del nivel de combustible antes de despegar. Afortunadamente la habilidad del piloto no convirtió en tragedia el aterrizaje de emergencia del vuelo 143 tras unos angustiosos minutos planeando con los motores apagados[3].

¿Pero eso es algo por lo que reírse de Air Canadá o de la NASA? En absoluto, es un problema muy viejo, y de hecho el SMD fue la trabajada culminación de muchos esfuerzos previos por unificar las unidades de medida en un mundo cada vez menos compartimentado y más industrializado. Una catástrofe célebre se dio precisamente en Suecia en 1628 con el hundimiento del Vasa [4]. Vale, era un barco de madera, pero para la época venía a ser el equivalente a un Destructor Estelar.

El Vasa iba a ser el buque insignia de la flota del orgulloso Gustavo II Adolfo. ¿Qué pasó? Aparte de los recurrentes problemas de precipitación, enredos políticos y diseño demasiado ambicioso, la participación de cientos de carpinteros de ribera venidos de varios puntos del continente significó que cada uno se trajo sus herramientas y, adivínenlo, sus instrumentos de medida, que en aquella Europa todavía fragmentada en lo que a la metrología se refiere, no eran ni exactos ni homogéneos[5]. ¿Resultado? El Vasa es ligeramente asimétrico, pero lo suficiente para agravar su diseño, ya de por si poco afortunado, haciéndole aún más inestable, por lo que se hundió a poco que tuvo que lidiar con la primera ráfaga de viento medianamente importante en su primer viaje de pruebas.

Como catástrofe más reciente todavía colea la del Starship, la última locura de Elon Musk. En realidad el hecho de que el cohete fuera destruido a los pocos minutos de despegar estaba previsto. Prácticamente nadie en SpaceX esperaba que el lanzamiento se desarrollara sin problemas y su objetivo prioritario era obtener todos los datos posibles del lanzamiento del prototipo, en el típico esquema de prueba y error, un poco al estilo de los ensayos de Buzz. Paradójicamente en términos económicos resulta más barato probar un artefacto según sale de la mesa de diseño y estudiar los defectos sobre el terreno que eternizarse imaginando que pudiera llegar a fallar para que, en el momento de las pruebas, falle igualmente. El caso es que ese no fue el problema real, lo preocupante fue que la plataforma de lanzamiento fue construida de forma apresurada y chapucera[6].

Las plataformas de lanzamiento de los cohetes no son una simple, y gruesa, losa de cemento. Son complejas estructuras llenas de recovecos y agua, mucha agua (de ahí esas nubes blancas que se suelen ver durante los lanzamientos) para disipar la energía de los chorros de las toberas sin que provoquen un desastre... que fue lo que ocurrió en el caso de la Starship. Sin ese apagallamas la descomunal potencia de los motores destrozó la plataforma enviando escombros en todas direcciones (fíjense que el humo del lanzamiento era gris en vez del blanco habitual), obligando por tanto a reconstruirla tal y como manda la experiencia al respecto. Hasta proyectos más modestos, como la plataforma de lanzamiento del Miura 1, de PDL Space, se atienen escrupulosamente a estas premisas[7].

La actividad humana, sobre todo en áreas tan complejas, nunca está libre de errores, pero no es menos cierto que muchos de esos fallos se agravan cuando son debidos a la negligencia y falta comunicación.


Notas

[1] En realidad debería hablar del Sistema Internacional de Unidades, pero ya nos entendemos.

[2] El Sistema imperial británico y estadounidense tampoco son exactamente iguales (hasta 1933 la pulgada yanki era ligerísimamente mayor que la inglesa), y como anécdota, la medida de la pulgada internacional en exactamente 25,4 milímetros la estableció en 1912 un inventor sueco experto en metrología, Carl Edvard Johansson, en sus bloques de calibración. Debido a la calidad de sus instrumentos, éstos se habían convertido en el estándar de la industria, por lo que poco a poco su medida acabó siendo la oficial.

A partir de entonces se fueron definiendo las unidades del SI en términos de SMD, esto es, como una pulgada es el equivalente a 25,4 mm, un pie, que son 12 pulgadas se define como 304,8 mm, y una yarda, que son tres pies, como 914,4 mm, y así sucesivamente. Las millas náuticas son una guerra aparte, puesto que su referencia son los meridianos terrestres: 60 millas son un grado de longitud. Con las unidades de masa y volumen sucedió otro tanto, aunque esa es otra pesadilla larga de contar.

[3] https://www.dasbestelexikon[...]iki/Vuelo_143_de_Air_Canada.

[4] https://www.vasamuseet.se/es.

[5] En España, el SMD es oficial desde el 19 de Julio de 1849, por entonces las medidas en el país eran poco menos que un sindios. La vara de Burgos, o vara castellana, que medía 836 mm, aunque con alguna variante provincial, era la más utilizada, pero en Aragón se usaba la cana, de unos 1560 mm o su fracción, la media cana, mientras que la vara valenciana rondaba, igualmente dependiendo de la provincia los 910 mm.

[6] https://www.elconfidencial.[...]hapuza-lanzamiento_3618987/.

[7] https://www.pldspace.com/es/miura-1.

Francisco José Súñer Iglesias
© Francisco José Súñer Iglesias
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