Julián Díez nos deleitó con un interesante artículo titulado Secesión en número 10 de la revista Hélice. En él, ahonda en sus clásicas tesis de que hay dos tipos de ciencia-ficción muy diferentes, hasta el punto de proponer una secesión entre ambos tipos de género.
Simplificando bastante, porque para los detalles os recomiendo encarecidamente la lectura del artículo, habría una ciencia-ficción más de componente científica o lúdica y otra más bien de especulación, de carácter más alegórico o literario, las cuales tendrían en común muy pocos elementos.
En cierta manera, Díez —que no es tonto y que prefiere claramente la ciencia-ficción de carácter más literario— se lleva el agua para su molino e incluye una gran cantidad de autores en este género que, como mínimo, son discutibles, como es el caso de Robert Silverberg o Frederik Pohl.
Dicho de otra manera, un coletazo más de las famosas guerras
entre C y L que tantos chorros de bits hicieron correr otrora en páginas como Cyberdark y cuyas discusiones se remontan al origen de los tiempos (de la ciencia-ficción, claro)
Con el paso de los años, mi opinión se ha ido reubicando. De ser un C irredento, he pasado más bien a considerar diferentes criterios a la hora de valorar una obra de género. No seré yo quien defienda la calidad literaria de autores clásicos como Asimov o Card. Creo que no son comparables literariamente a otros como al Zelazny de los buenos tiempos o al recientemente desaparecido Disch o al magnífico Silverberg.
Pasa un poco como con la música: no es lo mismo una tonada popular, con ritmo fácil y melodía enganchosa, que una ópera de Wagner o una sinfonía de Brahms. Sólo que en música, nadie pretende comparar una cosa con otra, mientras que en la ciencia-ficción, hay gente que sí.
Tal vez por ello, me seduzca bastante la idea que expone Julián Díez en su artículo. Es posible que hayamos querido aplicar la misma etiqueta a dos cosas con almas muy diferenciadas. En todo caso, tenemos lo que tenemos.
En lo que no estoy de acuerdo es en que la mala fama que tiene la ciencia-ficción en nuestro país se deba a que se ha metido todo en el mismo saco. Por poner un ejemplo, la novela realista goza de una fama excelente y existen verdaderos bodrios en su seno, que no desvirtúan para nada la etiqueta de novela realista.
Es lo que tiene el poner etiquetas: que acabamos razonando y clasificando en función de ellas y muchas veces tendemos a perder el mundo un poco de vista. No por el hecho de poner una etiqueta estamos adaptando la realidad a nuestro punto de vista. Sólo nos estamos engañando a nosotros mismos.
En cuanto a la vitalidad de la ciencia-ficción, han enterrado ya tantas veces al género, que pasa un poco como con aquella anécdota de Oscar Wilde que decía, ante un rumor que aseguraba que había muerto, que las noticias sobre mi muerte han sido notablemente exageradas.
La ciencia-ficción vive, colea y se ha extendido al mainstream. Es cierto que algunos subgéneros adolecen de poca vitalidad, como el hard o están bastante agotados, como el cyberpunk, pero el género en sí mismo está por todas partes, especialmente las distopías y la ucronías, que parecen estar viviendo una época dorada.
Para aquellos que tienen una visión más restrictiva del género es normal que la ciencia-ficción les parezca estar en decadencia. Los grandes autores clásicos están muertos o apenas producen y no parece haber un claro relevo.
En cuanto a las formas, la mayor parte de los autores más cercanos al clasicismo de los años 40 y 50, parecen haber optado por el tecno thriller, la prospectiva o incluso la fantasía. Eso, los que no han abandonado directamente el género buscando alternativas mucho más alimenticias.
Incluso muchos aficionados que optan por la literatura seria dentro de la ciencia-ficción, vienen observando con preocupación cómo algunos de sus mitos, como Thomas Disch, abandonan también nuestro mundo o bien tienen dificultades serias para encontrar editor.
Pero lo que está claro es que cuando las temáticas del género son sistemáticamente utilizadas por autores de fuera de éste, es que algo sucede. Si se tratase de un corpus decadente y moribundo, la inspiración la buscarían en otro lugar. Uno no quiere generalmente que lo relacionen con un cadáver.
Hoy, más que nunca, las temáticas de la ciencia-ficción están presentes en nuestra sociedad hipertecnológica, ultramoderna y que no sabe muy bien hacia dónde va, amenazada en múltiples frentes por los profetas de la catástrofe y del Apocalipsis. ¿Cómo no va a estar de moda la ciencia-ficción, si vivimos inmersos en ella?
Es tal vez por eso que cuesta mucho buscar temas de carácter científico que tengan que ver con nuestra realidad, porque vivimos tiempos acelerados y en cuanto un autor ha escrito una novela sobre una determinada cuestión, corre el riesgo de verse superado rápidamente por los hechos.
Por otro lado, escribir sobre futuros remotos y sobre space opera más o menos clásicas, cuesta bastante, porque el filón está bastante consumido y, en esencia, no es demasiado diferente que escribir sobre una saga fantástica, que está más de moda y suele vender mejor.
No sé si la ciencia-ficción ha trascendido definitivamente al género o no, esas cosas siempre son de mal decir, pero sí que creo que ésta, junto con la novela histórica y la novela policíaca, son los grandes géneros del siglo XX y de parte del XXI. No echemos tierra precipitadamente sobre un sujeto que aún respira y que podría mosquearse.
Mención especial sería el estado del género en nuestro país. Eso ya me preocupa más. En los últimos tiempos hemos visto como la producción parece haberse estancado, los relatos siguen sin vender demasiado y las traducciones angloamericanas vuelven a escasear.
La inexistencia de revistas en papel que nos permitan conocer a los nuevos valores emergentes de la literatura del género es algo más que preocupante y, como alguno ha señalado muy acertadamente, está abriendo una seria brecha entre quienes leen directamente en inglés y aquellos que lo hacen mayoritariamente en castellano.
Si las cosas no cambian, podemos sufrir una sequía tanto o más seria que la acaecida durante buena parte de los 90 en nuestro país y volver a perder el tren de la actualidad.
