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7 de marzo de 2021


La gran saga espacial
La gran saga espacial
por Marina Such

Tiempo estimado de lectura: 2 min 13 seg

En uno de los documentales incluidos en la edición británica de la primera temporada de Babylon 5, J. Michael Straczynski explica su motivación para crear la serie diciendo que echaba una falta una verdadera saga de ciencia-ficción en Estados Unidos, algo en el estilo de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS pero, en su caso, ambientado en el espacio. Los yanquis siempre andan a la búsqueda de la gran novela americana, y esta serie era algo así en lo referente a la ciencia-ficción. Straczynski la planeó como una larga novela en cinco partes, así que la primera temporada es meramente el prólogo, la presentación de esa estación espacial que representa una última esperanza de lograr mantener la paz entre los diferentes pueblos del Universo. Como bien dice el propio Straczynski, BABYLON 5 es una suerte de ONU con su Consejo de Seguridad (formado por humanos, Minbari, Centauri, Narn y Vorlon, cuando se dignan a aparecer), que en el fondo está bastante maniatado por sus propias intrigas internas para ser de alguna utilidad real.

Las tres primeras estaciones fueron destruidas y la cuarta desapareció misteriosamente, así que la quinta se encuentra en una situación difícil y, en parte, desesperada por funcionar. Pero no es fácil. Su comandante es un militar que luchó en la última guerra contra los Minbari y que guarda un secreto sobre el final de esa guerra, en la que los extraterrestres se rindieron antes de aniquilar a todos los humanos por razones desconocidas. Tiene que navegar aguas muy traicioneras entre las intrigas políticas terrestres y los tejemanejes de los extraterrestres, además de vérselas con todo tipo de personajes que quieren aprovechar en su benificio la neutralidad de la estación, algo así como un Tánger o una Casablanca de entreguerras en el espacio. Lo mejor de todo es que, en medio de tramas clásicas de la ciencia-ficción, se plantan las semillas de cosas que veremos desarrollarse más adelante, me imagino que algunas no se cerrarán hasta el final de la serie.

Las influencias de Tolkien, de FUNDACIÓN o de DUNE, reconocidas por Straczynski, son muy evidentes, del mismo modo que su intención de representar personajes tridimensionales y lejos de ser perfectos (como ese Londo Mollari que se deja atraer por el lado oscuro) y de tomarse la ciencia-ficción en serio, algo en lo que puso las primeras piedras para un camino que siguió después Galáctica, que llevó los hallazgos de Babylon 5 un paso más allá. Lo que nos muestra de la política de la Tierra, con unos siniestros telépatas a sueldo del gobierno, facciones alienófobas dispuestas a pasarse a las acciones terroristas, intrigas varias y cierto homenaje a un hecho en concreto muy importante de la historia de EE. UU. en el final de temporada, adquiere tanta importancia como las historias de mitos y profecías y la explicación de cómo son las distintas culturas extraterrestres, con los Narn, guerreros por necesidad, los Centauri y su cultura del dinero, los Minbari y su aura de intelectuales (que los hace más peligrosos si cabe) y unos Vorlons de los que apenas se sabe nada y que tienen su propia agenda. Bueno, y ciertos y misteriosos personajes representados por un mefistofélico humano que da malas vibraciones desde su primera aparición.

La primera temporada va tomando ritmo según avanza, y finaliza con varios episodios que no sólo nos muestran lo que puede traer el futuro, sino que empiezan a dar la medida de lo que Straczynski tenía en mente cuando creó la serie. Al igual que Aaron Sorkin con El ala oeste de la Casa Blanca, él también escribió buena parte de los capítulos, contando con la asesoría de reconocidos escritores de ciencia-ficción para que lo asesoraran (Harlan Ellison era uno de sus productores asociados). Científicamente, debe ser de las series más creíbles, con cuerpos rotatorios en la estación para generar gravedad y naves que se desplazan por el espacio de manera mucho más acertada de lo habitual. Lógicamente, en el aspecto visual, paga el precio de la época (el piloto, que es una miniserie de hora y media, se estrenó en 1993) y de ser una serie para cable básico, lo que restringió bastante su presupuesto.

Pero si se superan esas reticencias, es cierto que es difícil dejar de verla. Hay personajes a los que no se tarda en tomarles afecto (incluso a Na´Toth, la asistente del embajador G´Kar, que resulta muy divertida por ser a veces tan cuadriculada), pero a mí me ha ganado desde el principio la segunda de a bordo, la teniente comandante Ivanova, con un difícil pasado familiar y un carácter serio y reservado (y un pesimismo muy ruso) que, sin embargo, se revela luego como la reina de los one-liners en la primera temporada. Ivanova siempre tiene razón.

Marina Such
© Marina Such
(801 palabras) Créditos
Publicado originalmente en El Diario de Mr. MacGuffin el 26 de agosto de 2009
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