Hugo Gernsback, fundador de la primera revista de ciencia-ficción contemporánea, visualizaba el género como una herramienta que permitía instruir a los lectores en los últimos avances de la ciencia. En sus palabras:
No es solo que estos asombrosos cuentos sean tremendamente interesantes de leer –también son educativos. Nos ofrecen conocimiento que no podríamos obtener de otra manera –y lo ofrecen de una forma muy digerible. Porque los mejores de estos escritores modernos de cientificción saben el truco para impartir enseñanza, e incluso inspiración, sin que seamos conscientes siquiera de que estamos siendo educados [1]
Por supuesto que Gernsback se hace eco de la obra de Julio Verne, que, aunque en esencia eran novelas de aventuras, destacaban precisamente por desafiar y nutrir el conocimiento científico del lector.
De aquí deriva la interpretación clásica de la ciencia-ficción donde ella debe incluir a la ciencia y la tecnología como aspectos centrales del argumento. No solo como un elemento más de la escena, sino como condición sine qua non del conflicto mismo que se presenta.
Desde ese momento y en adelante una de las discusiones permanentes del género va a ser precisamente que tan rigurosa y actualizada debe ser la ciencia expuesta en el relato. Esto a su vez conduce a la pregunta de cuanto conocimiento científico debe manejar el autor que pretende escribir ciencia-ficción. ¿Es necesario poseer educación de alto nivel en ciencias para poder escribir ciencia-ficción de verdad?
John W. Campbell, mentor de Asimov y Heinlein entre otros, fue incluso más lejos al señalar que:
Ninguna mente promedio puede ya sea entender o disfrutar la ciencia-ficción; se necesita un nivel de imaginación que está por sobre la del hombre promedio. Además, se requiere un tipo de mente que comprenda que no sabe todo lo que hay para saber y tenga algo de curiosidad por lo desconocido. Es la mente que ya tiene una inusual cantidad de conocimiento la que es capaz de admitir que hay más por conocer.
Es decir, según Campbell, no solo el escritor de ciencia-ficción debe saber de ciencia y tecnología, sino que el mismo lector debe tener alguna preparación en aquellos campos, o al menos estar dispuesto a instruirse en ellos.
Pero siempre hubo obras que siendo indiscutiblemente de ciencia-ficción desafiaban el dogma. Un ejemplo relevante es LA MÁQUINA DEL TIEMPO de H. G. Wells donde las justificaciones científicas son débiles, por decir lo menos, y donde la historia se enfoca en describir una estructura social. Más aun, es una obra alegórica de carácter político más que científico.
Hacia fines de los cuarenta ya era claro que había escritores que preferían explorar otros aspectos del futuro, abordando conflictos sociales o psicológicos. Se comenzó a hablar de ciencia-ficción social, concepto que luego derivaría en el soft science fiction, en contraposición a el hard science fiction que comprendía la visión clásica.
Si bien al principio la división pudo ser anecdótica, con la irrupción de la Nueva Ola, a mediados de los 1960, adquirió un tono más militante. J. G. Ballard, uno de los representantes más importantes de la Nueva Ola, señala:
Los principales avances en el futuro inmediato tendrán lugar no en la Luna o Marte, sino en la Tierra, y es el espacio interior, no externo, que necesita ser explorado. El único planeta verdaderamente alienígena es la Tierra. En el pasado, el sesgo científico de la ciencia-ficción ha sido hacia las ciencias físicas —cohetería, electrónica, cibernética— y el énfasis debe cambiar hacia las ciencias biológicas. La exactitud, ese último refugio del poco imaginativo, ya no tiene importancia.
La reacción no se hizo esperar, y a principios de los 1970 teníamos por un lado escritores como Harlan Ellison y Ursula le Guin desarrollando distintas vertientes del de la ciencia-ficción soft, y por otro lado a autores como Larry Niven y Arthur Clarke insistiendo en las virtudes de la ciencia-ficción hard.
Michael Moorcock, escritor y editor de la revista New Worlds, probablemente el principal medio dedicado a promover esta nueva forma de entender ciencia-ficción, parecía tener muy claro lo que se necesitaba para escribir buena ciencia-ficción soft:
Echemos un rápido vistazo a lo que mucho de la ciencia-ficción carece. Brevemente, estas son algunas de las cualidades que faltan en el conjunto: pasión, sutileza, ironía, caracterización original, un estilo original y bueno, sentido de la implicación en los asuntos humanos, color, densidad, profundidad y, en conjunto, un sentir real de parte del escritor.
En la ciencia-ficción soft se necesita, entonces, abordar la naturaleza humana y de nuestro vivir en sociedad, y hacerlo desde un dominio de las técnicas narrativas y el oficio del buen escribir.
Pero, ¿que se necesita para escribir buena ciencia-ficción hard? ¿Basta una extensa y precisa descripción de los elementos científicos presentes en la obra? ¿O basta ser consecuente con el conocimiento científico aunque este no se detalle de forma explícita?
Y entonces, ¿es necesario poseer formación científica para poder escribir ciencia-ficción hard? ¿Que piensan?
[1] Texto completo aquí: https://lulungomena.wordpress.com/2016/08/02/una-nueva-clase-de-revista/

