El ser humano tiene una memoria climática muy poco fiable. Se recuerdan grandes calores, grandes fríos, grandes tormentas, grandes sequías, hechos puntuales que se pueden contrastar con miembros de la misma generación, y el mismo lugar, pero que siendo estrictos, no tenían nada que ver con la realidad del momento.
El tema de los calores y los fríos es recurrente antes si que hacía frío
repetía mi abuela cuando miraba por la ventana, bien pegadita al radiador, como la gente iba y venía en pleno mes de enero con una ropa que a ella le parecía más bien de entretiempo.
Mi abuela nació en el siglo XIX, en un pueblecito castellano de esos que al Cid ya le parecían viejos. Hasta que no se vino a Madrid no tuvo nada parecido a un abrigo, y de zapatos ni hablemos, en los peores meses se echaba por encima alguna toquilla gruesa, se ponía unos calcetines aunque seguía con las mismas alpargatas, y en casa se calentaban, mal que bien, con un brasero o al calor del hogar (frase hecha, pero literalmente cierta). A mi abuela esa vida dura y con las mínimas comodidades le habían hecho de pedernal, así que cuando, bien calentita, miraba a la gente ir de acá para allá disfrutando del microclima de Madrid no podía otra cosa que pensar que en invierno ya no hace el mismo frío que antes.
Yo, cuando voy al pueblo, compruebo que sigue haciendo el mismo frío siberiano de siempre, solo basta salir de amanecida al relente de febrero. Eso si, ya no se ven braseros ni toquillas, ni placas de hielo. Quien más y quien menos tiene su buena calefacción, los chaquetones de plumas no escasean, precisamente y el asfaltado y las alcantarillas drenan el agua que podría haberse congelado.
Pero como el cambio climático está de moda esa poco fiable memoria climática hace que lo que en realidad es un poco más de abrigo y mejores comodidades se conviertan en signos inequívocos de una catástrofe apocalíptica, y siendo claros, he mirado la progresión histórica de las temperaturas del pueblo y las variaciones no son lo que se dice espectaculares.
Sin embargo, lo del cambio climático antropogénico[1] es un argumento perfecto para el escritor de ciencia-ficción. Enfrentado a una radical alteración en sus condiciones de vida, los esforzados héroes de relatos se ven abocados a la pura supervivencia, cuando no al mero salvajismo. El ciclo más significativo puede ser el que J. G. Ballard dedicó a las catástrofes climáticas: HURACÁN CÓSMICO (1962), EL MUNDO SUMERGIDO (1962) y LA SEQUÍA (1965). Vientos ciclónicos, agua a manta o la total falta de ella le sirven para demostrar como los acontecimientos, que superan la capacidad de los protagonistas a tener un discurso coherente, les lleva a la desesperación y la locura.
EL REBAÑO CIEGO (1972), de John Brunner, señala de forma temprana la influencia industrial en las incidencias del clima.
LAS TORRES DEL OLVIDO (1987), de George Turner, proyecta un futuro a medio plazo donde los casquetes polares se funden, inundando las zonas costeras y cambiando para siempre la geografía y, sobre todo, la sociedad.
SEÑALES DE LLUVIA (2005), de Kim Stanley Robinson, se centra en el propio cambio climático describiendo toda una serie de catástrofes como transfondo de luchas de poder entre los científicos que denuncian la situación (los buenos) y la malvadas corporaciones que solo quieren contaminar y los políticos corruptos que mira para otro lado (claro, los malos).
La reciente CIBERTORMENTA (2013), de Matthew Mather, mezcla varias cosas, una caída de todos los sistemas informáticos que sostienen esta sociedad digitalizada ocurre justo en mitad de una tormenta de enormes dimensiones. Esta va de supervivencia en condiciones extremas. Por supuesto, los buenos ganan, o al menos salen relativamente bien librados de la aventura.
Hay otros muchos ejemplos, por no hablar de las películas que tratan el tema, ya sea de forma directa o aprovechándolo como ambientación. El tema da para mucho, desde luego.
[1] Fjsi me apunta que no es lo mismo cambio climático, a secas, de los que la Tierra ha disfrutado unos cuantos desde que la atmósfera es atmósfera, que el cambio climático antropogénico, que es lo que se supone que estamos viviendo ahora.

