
Estamos ante la adaptación de la novela A WRINKLE IN TIME, de la escritora estadounidense Madeleine L´Engle. En España la publicó Alfaguara en 1985 (actualmente se puede conseguir la reciente edición de Océano) con el título de UNA ARRUGA EN EL TIEMPO. No tenía noticia de esta novela porque resulta ser literatura juvenil, y pese a que se encuentran notables novelas bajo esa etiqueta, las colecciones donde se publican están ligeramente fuera de mi ámbito de interés.
Además no es la primera adaptación, en 2003 la Disney ya produjo un telefilme dirigido por John Kent Harrison que se vio en España con el título de UNA GRIETA EN EL TIEMPO. Aquella tampoco recuerdo haberla visto. Y si soy sincero, tampoco me hubiera pasado nada por perderme esta segunda adaptación.
¿De que va la cosa? El argumento parece prometedor, una pareja de brillantes físicos, el señor (Chris Pine) y la señora (Gugu Mbatha-Raw) Murry: descubren un método para viajar en el tiempo y el espacio, incluso entre dimensiones, pero el día del anuncio el señor Murry desaparece dejando a la señora Murry y sus dos hijos, Meg (Storm Reid) y Charles Wallace (Deric McCabe) totalmente desamparados. Bueno, no tanto, la señora Murry debe tener un buen trabajo porque la casa en la que viven da mucha envidia y los niños parecen ir a un buen colegio.
Aunque bueno, lo que se dice bueno para ellos, no es. La desaparición del padre es, rumorología mediante, achacada entre otras cosas a un puro y simple caso de abandono familiar, por lo que tanto Meg como Charles Wallace sufren de las burlas y el acoso de sus compañeros. No obstante Charles Wallace parece tener un don especial y es visitado por unas misteriosas mujeres: la señora Qué (Reese Witherspoon) y la señora Quién (Mindy Kaling) que le aseguran conocer el paradero de su padre y que si a Meg no le parece mal, pueden ir a buscarle para traerle de vuelta a casa.
Ahí se acaba lo interesante y empieza lo desquiciado. El método usado por mister Murry es el de una especie de concentración mental muy concentrada que le hace salir de este mundo... y esa es la forma en la que Charles Walalce, Meg, y Calvin (Levi Miller), un medio noviete que se ha echado Meg en el colegio, van en busca del señor Murry bajo la dirección de la señora Cual interpretada nada menos que por ¡tachaaan! Oprah Winfrey. No veo yo a María Teresa Campos o Ana Rosa Quintana metidas a hadas cuánticas, ni a Oprah Winfrey, desde luego, así que desde ese momento la película se convierte en un ir y venir pasteloso por mundos coloristas amenazados por una especie de agujero negro maligno que llena el cielo.
Los guionistas intentan arreglarlo introduciendo aquí y allá comentarios sobre la física de lo que sucede, por un lado para darle alguna patina de respetabilidad al asunto, y por otro para demostrar que Meg y Charles Wallace son chicos muy listos, y han mamado física avanzada desde la cuna, pero el espectáculo no lo soporta.
¿Puede un espectáculo brillante, cegador, colorista, ser aburrido? Si. UN PLIEGUE EN EL TIEMPO lo es. Finalmente convertido en un melodrama familiar al uso, ni fascina ni ilusiona, a no ser que se tenga entre seis y trece años y el asunto de los colorines todavía suponga un aliciente. Pero sospecho que tampoco, la historia no está narrada de forma lo bastante consistente como para seguirla sin aburrirse a cada paso. En vez de los típicos números musicales tan queridos por la Disney, se recurre a ripios visuales que entorpecen la narración.
Además de sentirme en cierto modo engañado
por las promesas de formidables viajes en el espacio-tiempo. Que los hay, desde luego, pero el enfoque es el que es: fantasía para preadolescentes, y de nuevo insisto en que el problema no es que yo no sea el tipo de público al que van dirigidas este tipo de producciones, sino que como espectáculo ya están pasadas de moda.
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Publicado originalmente el 7 de abril de 2019 en www.ciencia-ficcion.com