
Estos últimos años estamos comprobando que las películas de ciencia-ficción baratas
no tienen porque ser ciencia-ficción cutre
. La limitación de medios no significa que el trabajo de los profesionales que participan en ellas sea menos digno y competente. Esa limitación es evidente en la forma en la que se tratan ciertas escenas donde la utilización de los efectos especiales de baratillo las hacen menos vistosas, y en las que el director tiene que tirar de ingenio y esperar la complicidad del espectador para que lo eficaz no tenga que pagar, además, el peaje de la espectacularidad.
También en el reparto queda patente la cortedad del presupuesto, con un poco de suerte nos encontramos caras conocidas pero que raramente han estado ligadas a las típicas superproducciones hollywoodenses, estrellas televisivas traspasadas al largometraje, secundarios de campanillas ascendidos a protagonistas, o completos desconocidos copando los papeles principales. A veces ocurre que algún actor de renombre se involucra en la producción de la película y sencillamente fía su caché al éxito comercial, o la última tendencia, que las nuevas productoras/distribuidoras, como Netflix, se puedan permitir ciertos lujos en ciertos aspectos, que no en todos, sabiendo el retorno de la inversión está asegurado, a corto, medio y largo plazo.
En el caso de EUROPA ONE (o EUROPA REPORT, depende del país) nos encontramos un poco de todo, decorados tan voluntariosos como dignos, unos intérpretes que cumplen en sus respectivos papeles, y que tuvieron sus momentos en el pasado, pero con carreras discretas y, sobre todo, una historia lo bastante interesante como para mantener el interés durante toda la película.
La película trata de una expedición multinacional enviada a la luna Europa de Júpiter con la intención de explorar los océanos helados que la cubren. A mitad de camino surgen problemas técnicos y la tripulación prefiere seguir adelante antes que volver con las manos vacías. Ya en Europa, los problemas persisten, y hasta se multiplican, pero toda una serie de extraordinarios descubrimientos hacen que la tripulación se mantenga firme en su misión y la complete. Relativamente.
Ciertamente el guión podría estar algo más trabajado, Philip Gelatt abusa un poco de lugares comunes (conflictos, sacrificio, etc.) por un lado porque son cosas que funcionan y por otro ahorran trabajo a la hora de definir los personajes. Sebastián Cordero, también en esa línea, y pese a optar por rodarla en forma de falso documental (incluso aparece Neil deGrasse Tyson dando alguna sesuda explicación), da a la película un tratamiento convencional, sin grandes estridencias, lo que por un lado se agradece, pero cuando en una escena un personaje se sale del plan de la misión, y casi se telegrafía que a continuación sucede una desgracia, se echa de menos algo más de audacia.
Los actores, también en la misma línea, están encabezados por Sharlto Copley, gran amigo y muso
de Neill Blomkamp en DISTRITO 9 y CHAPPIE, y Michael Nyqvist, el inefable periodista Mikael Blomkvist de la Trilogía Millenium. Menos conocidos, pero igualmente cumplidores es el resto del reparto: Daniel Wu, Christian Camargo (que luego hizo de Drácula, o algo así, en Penny Dreadful), Karolina Wydra o Anamaria Marinca (una Ripley muy particular que repitió en la serie Marte).
Por último, se agradece que el final sea claro y diáfano. No hay ambigüedad posible y las conclusiones que, al menos yo, iba sacando de las pistas que se iban repartiendo a lo largo de la película quedan confirmadas. Siempre resulta frustrante que directores y guionistas no sean capaces de dar un desenlace concreto a sus producciones, la cara dura de dejarlo todo a la inteligencia del espectador
es propio de gente vaga, sin recursos narrativos y menos imaginación.
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Publicado originalmente el 28 de enero de 2018 en www.ciencia-ficcion.com