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GODZILLA Japón, 1954
Título original: Gojira
Dirección: Ishiro Honda
Guión: Ishiro Honda, Takeo Murata
Producción: Tomoyuki Tanaka
Música: Akira Ifukube
Fotografía: Masao Tamai
Duración: 96 min.
IMDb: tt0047034
Reparto: Takashi Shimura (Kyohei Yamane); Sachio Sakai (Hagiwara); Momoko Kôchi (Emiko Yamane); Fuyuki Murakami (Profesor Tanabe); Akira Takarada (Hideto Ogata); Akihiko Hirata (Daisuke Serizawa)
Comentarios de: Mario G. Liaño

Agosto de 1945: el episodio bélico más dramático que ha conocido el planeta Tierra está a punto de concluir. En occidente, Alemania había capitulado frente al empuje de soviéticos y aliados, pero en oriente, El imperio del sol naciente se resistía a firmar la rendición. El emperador Hirohito aún aspiraba a un tratado que no deshonrara a su pueblo, frente a la todopoderosa maquinaria de guerra americana. Por el contrario, los Estados Unidos de América no estaban dispuestos a conceder ni un día más de esfuerzo bélico. El 6 de agosto de 1945 cae la primera bomba atómica sobre Hiroshima, tres días más tarde otro artefacto lo hace en Nagasaki. En aquel entonces, el mundo aprendió hasta donde puede llegar la perfidia humana, y cual es el poder de destrucción que ésta atesora.

Japón quedaría marcado por estos acontecimientos para siempre, y GODZILLA es una buena prueba de ello.

Casi una década después, el director Ishiro Honda llevaba a la gran pantalla la historia de una criatura jurásica despertada, en pleno siglo veinte, por la virulencia de ensayos nucleares. El enorme reptil (por aquel entonces no se gastaba lo de que los dinosaurios eran precursores de las aves) emanaba radioactividad por todos los poros e, incluso, había desarrollado un aliento nuclear con un poder destructivo inmenso.

El monstruo, encolerizado por la beligerante actividad humana, pisa suelo firme arrasando todo lo que se le pone por delante. Mientras, los protagonistas humanos del filme debaten cual sería el curso de acción más apropiado.

Por una parte el eminente paleontólogo Dr. Yamane se opone a la destrucción de la alimaña, argumentando que sería más útil para la humanidad su estudio científico. A él se opondrá el resto del país que, horrorizado, no ve la forma de destruir al grotesco animal. Incluso su hija terminará pidiendo ayuda al joven Dr. Serizawa, creador de una nueva arma mortífera.

El mensaje de la cinta es claro. El Dr. Serizawa ha descubierto el desoxigenador de agua, una herramienta que, a través de un proceso químico absolutamente inverosímil en el que se le retira el oxigeno del agua ¿? es capaz de acabar con toda vida bañada en el fluido acuoso donde se sumerja. A pesar de la presión de sus amigos el doctor se niega en rotundo a utilizar el artefacto contra Godzilla, cediendo finalmente ante la terrible catástrofe generada por la criatura. Su pesar por haber descubierto un arma de destrucción masiva que en manos de los hombres podría dar pie a inimaginables desdichas, lo lleva a quemar toda evidencia de sus investigaciones y, en última instancia, a terminar con el último recipiente de tal conocimiento.

Así la película se decanta de un lado, ante la histórica pregunta de si los científicos que descubrieron la fisión nuclear tenían o no responsabilidad en los genocidios de Hiroshima y Nagasaki. Según esta versión todo hombre es responsable de sus actos y debe tener la obligación de enmendarlos, aún si le va la vida en ello.

Muy significativa es también la destrucción de Tokio a zarpa, diente y soplo radioactivo por parte de Godzilla. En una época de posguerra, en la que Japón intentaba escapar de la crisis provocada por la II Guerra mundial, la ciudad arrasada evocaba las calamidades del conflicto y el sinsentido de las desgracias que éste generó.

Todo ello trasladado a la pantalla con una excelente puesta en escena, a ritmo trepidante (incluso desde el punto de vista actual) y con unos efectos especiales espectaculares para la época. El festival de maquetas incendiadas y coches de juguete que estallan, es delirante. Las escenas de catástrofe no tienen que envidiar en nada a las que vemos actualmente en nuestros cines. Notable es aquella secuencia en la que GODZILLA derriba una torre desde la que varios periodistas tomaban fotos: a medida que el bicho se acerca, uno de ellos narra en directo lo que está sucediendo: El monstruo se dirige hacia nosotros... ¡No tenemos escapatoria...! Es horrible, cada vez está más cerca... ¡Vamos a morir! Está sacudiendo la torre ¡Este es el fin! Adiós a todo el mundo... ¡Adiós!

La película es una referencia continua al clásico hollywoodiense KING KONG (1933) a pesar de que en esta ocasión el stop-motion se sustituya por un simple disfraz, y, al parecer, también está influenciada por otras producciones americanas de la época. Es curioso como, a pesar de la crítica implícita a los USA, a lo largo del metraje podemos observar la fuerte influencia extranjera en el Japón de la posguerra, ya sea en la vestimenta de los personajes, en los vehículos que utilizan o, directamente, en la manera de hacer cine, que fija su mirada en sus antiguos enemigos.

En definitiva, GODZILLA es ya un clásico del cine fantástico que ha generado innumerables secuelas a cada cual más pajera y que debe recomendarse con contraindicaciones. Es necesaria una buena predisposición al espectáculo cutre y a la diversión sin complejos; a partir de ahí, quizá más allá de los fuegos de artificio, podáis entrever una peli extraordinaria.

© Mario G. Liaño,
(837 palabras) Créditos Créditos
Publicado originalmente en El hombre de arena el 9 de noviembre de 2006

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