
Seguimos con el cine ruso de ciencia-ficción y en este caso tenemos COMA (conocida también en la hispanosfera como SUMERGIDOS), de Nikita Argunov, que dar una muy particular visión sobre los sueños y la memoria.
Cuenta la historia de Víctor (Rinal Mukhametov, al que ya vimos en ATTRACTION), que despierta tras soñar con la formidable ciudad que lleva años diseñando, aunque sin conseguir que nadie le compre
el proyecto. Pero algo falla, no recuerda quien es, y parece seguir en el sueño, las cosas que ve se completan según las va recordando y en la calle la situación no es menos extraña, su barrio parece una isla flotando entre edificios y monumentos, en una configuración que recuerda una red de neuronas. En esto, le ataca una extraña criatura negra y aceitosamente fluida, pero es rescatado por tres individuos que lo arrastran tras ellos a través de múltiples y cambiantes escenarios, llevándole hasta un reducto donde sobrevive malamente un grupo de refugiados liderados por el enigmático Yan (Konstantin Lavronenko, y ya vamos conociendo a los actores rusos, que ejercía como el mayor Dolmatov en THE BLACKOUT).
Finalmente descubre el misterio: está en coma, sus salvadores están en la misma situación que él y han ido todos a parar a ese limbo surrealista, construido a base de recuerdos fragmentarios de todos los que lo habitan
. Tal despliegue visual tiene toda la lógica pues el director, Nikita Argunov, había trabajado principalmente como responsable de efectos especiales en la industria rusa del cine, dejando para esta película esa responsabilidad a Larinin Ivan, aunque supongo que bajo estricta supervisión.
La premisa es interesante, y la película arranca de forma espectacular aunque pronto empiezan a vérsele las costuras y si bien no naufraga en ningún momento, si podría haber estado a otro nivel. Lo que más impresiona es la deformación de la realidad en el mundo del coma. Todo parece una locura extraída de los dibujos de Escher que se va construyendo según afloran los recuerdos de los protagonistas, muchas veces confundiéndose entre ellos y mostrando escenarios distorsionados donde se superponen varios niveles de vivencias.
El mayor problema son las interpretaciones, no parece que Nikita Argunov haya contado con intérpretes de primera, o más bien sospecho que en su primer trabajo como director, no los ha sabido guiar adecuadamente, y el histrionismo y la sobreactuación hacen mucho daño a la narración. Quien se ve principalmente afectado por estos males es Espectro (Anton Pampushnyy) que se comporta como un malo de opereta. El resto de los personajes principales, como Victor, al que acaban por apodar, propiamente, como el Arquitecto, también sufren de esas vacilaciones, a las que unos diálogos artificiosos, al menos en la traducción español, tampoco les hacen el menor bien.
Por lo demás la historia es bastante clásica: el protagonista es rescatado por una pandilla de inadaptados que lo integran tras la preceptiva ceremonia de iniciación, sin saber que se trata de el elegido
que enderezará y conjurará, o ese es su destino, los males que atenazan el mundo donde viven. Para dar un poco de pimienta a un panorama tan depresivo, también tendremos romance con celos incluidos.
Las escenas de acción están relativamente bien llevadas, además de contar con un elemento fascinante: la propia arquitectura del mundo del coma hace que el concepto de arriba y abajo sea relativo, y en un mismo tiroteo los enemigos aparecen en distintos planos y ángulos absurdos que no guardan entre si la menor relación. Las Parcas también se configuran como una amenaza sistemática e implacable, son entes ciegos que no se detienen ante ningún obstáculo, ante la desesperación de los protagonistas.
La resolución final tampoco es despreciable, ahondando en la manipulación sectaria de la religión, y las verdaderas intenciones que sus líderes.
COMA no es un obra maestra, eso hay que tenerlo claro, fascinan su puesta en escena y las inquietantes parcas, pero tampoco es un desastre total, se puede ver siendo conscientes de sus limitaciones y nos encontraremos ante una Serie B lujosa y vitaminada, coherente dentro de su universo, y con un giro final inesperado que la aparta en cierto modo de la película con monstruos
en la que parecía ir convirtiéndose, aunque monstruos sigue habiendo, hasta el final.
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Publicado originalmente el 20 de diciembre de 2020 en www.ciencia-ficcion.com

Continuamos en el Sitio con el otoño (casi invierno) del cine ruso de ciencia-ficción. Un cine que ha ido armando sus propios blockbuster divertidos, entretenidos, visualmente impactantes, pero que ofrecen ideas alejadas del marco anglosajón. Si bien los actores nos resultan desconocidos, resulta interesante que se acercan un poco más al ciudadano de a pie: no se trata del actor anglosajón híper musculoso o la actriz que encaja en estereotipos y se convierte en la imagen de innumerables marcas, sino actores cuyos cuerpos e imágenes se alejan de las marcas tipo Tom Cruise o Emma Stone. Éstos nos recuerdan más al compañero de trabajo, al cuate con el que se viaje en metro o al peatón desconocido que se desplaza con o sin preocupaciones por la calle. En esta línea, el cine ruso ya establece su ofensiva en contra del estadounidense negando sus estereotipos, planteando sus propias tramas, sus propias maneras de enfrentar problemas y mostrando su poderío científico, técnico, militar y político. Para el caso de SUMERGIDOS (2019), la ciencia-ficción se plantea desde la perspectiva de seres humanos de a pie que se enfrentan tanto a científicos poco éticos como a los fanatismos religiosos que abundan por doquier.
Viktor es un arquitecto incomprendido que se despierta en un mundo extraño y desconcertante. La ciudad y los edificios están invertidos, desacomodados, dispersos en todas direcciones. Al mismo tiempo, la propia realidad parece componerse y descomponerse constantemente. Cuando recién comienza a cuestionarse su lugar en ese extraño mundo, una figura oscura y sombría lo ataca, pero un grupo de mercenarios sale rápidamente en su rescate para revelarle la verdad: todos los habitantes de ese mundo onírico están en coma y no tienen forma de salir. La única alternativa es reunirse en diferentes grupos, desempeñar alguna función útil y vivir el día el día en espera de alguna oportunidad para poder escapar.
En las exploraciones del mundo onírico, Viktor conocerá a Fly (Lyubov Aksyonova), una chica que le remueve la memoria y parece haber conocido en algún lugar. Astrónomo (Milos Bikovic), uno de los técnicos más útiles para el grupo que funge como un guía para encontrar lugares seguros y evitar a las oscuras criaturas oníricas que cazan humanos. También sobresale Fantasma (Anton Pampushnyy), un mercenario explosivo, violento y poco calculador que busca posicionarse como el líder del grupo a pesar de poner en peligro las expediciones. Si bien sus relaciones con Viktor parecen toscas pero amigables, al final reflexionará sobre su actuar y buscará redimirse ayudando a escapar a este último.
El papel de Viktor será de gran importancia como avance la historia. Si bien al inicio no será más que un individuo confuso que podía extraviarse en los fragmentos de sus propios sueños y recuerdos, con el tiempo su profesión será de completa relevancia ya que podrá crear estructuras y edificios sólo con imaginar los diseños. Dado que sus habilidades prometen una salida para todos los sumergidos, pronto se descubrirá a la mente maestra detrás de aquel lugar y sus planes para crear un mundo mucho más satisfactorio y menos cruel comparado con la vida real.
Uno de los aspectos visuales que más sobresalen son los escenarios urbanos desordenados pero a la vez entretejidos en gigantescas estructuras que recuerdan a las conexiones neuronales. En este sentido, el mundo de los sueños se convierte en un experimento para la creación de un mundo más agradable que sustituya la vida cotidiana de la que muchos de los sumergidos buscan escapar. Si bien el mundo de los sueños es desordenado pero bello, la realidad se vislumbra como un ambiente gris y difuso en el que sólo existen vacíos cotidianos imposibles de superar. Ante tal panorama, la cinta plantea si el mundo de los sueños debería ser una alternativa para el dolor y la desesperación del mundo real.
La cinta también se sumerge en los fanatismos religiosos y los experimentos científicos que buscan ofrecer una realidad más apacible, aunque en un tono curioso en cuanto a que compara a la ciencia sin ética con los sectarismos. Para recibir fondos, un empresario, equivalente a un científico loco lujoso, sofisticado y moralmente ambiguo, ha creado una todopoderosa secta que manipula a cientos de personas para recibir jugosos donativos. Las ingentes cantidades de dinero a su vez han sido empleadas para la investigación en torno a la creación de un mundo onírico al que puedan escapar los seres humanos. Dado que varios de los sumergidos están en dicho mundo por voluntad propia y saben que están habitando un mundo de ensueño, la cinta plantea preguntas interesantes: ¿el mundo de los sueños puede ofrecer una vida mucho más agradable incluso que aquella que transcurre dentro de una secta? ¿Es válido sumergir a personas en contra de su voluntad sólo por ofrecerles una vida mejor? ¿Y si los sueños son tan ilusorios como los breves momentos de felicidad que se viven en la vida diaria?
Más allá de las preguntas, la película busca ofrecer un blockbuster espectacular en donde los disparos, las explosiones, la lucha contra entidades oníricas, así como la presencia de un villano todopoderoso convencido de la felicidad que traerá su nuevo mundo, casi ofrecerán al espectador la dosis semanal recomendada de acción sin límites para la ingesta de nachos y palomitas en un fin de semana cuyo propósito es olvidar un rato la realidad cotidiana semanal. No obstante, el desarrollo de la acción es un tanto pobre y mal llevado en comparación con otras cintas de ciencia-ficción rusas que se han comentado en semanas pasadas aquí en El Sitio. En lugar de profundizar en la acción y los plomazos, la cinta busca un tono de lucha épica y súper poderes entre un villano todopoderoso frente a un Viktor que ha perfeccionado sus habilidades. En un intento por crear la versión rusa de LOS CABALLEROS DEL ZODIACO, el resultado de la batalla y la conclusión de la misma trama resultan extraños y desconcertantes.
En resumen, un espectáculo que ofrece planteamientos interesantes, pero que deja al espectador con ganas de más acción al igual que otras cintas del actual boom del cine ruso de ciencia-ficción.