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ROBOCOP
ROBOCOP EE. UU., 1987
Título original: Robocp
Dirección: Paul Verhoeven
Guión: Edward Neumeier, Michael Miner
Producción: Arne Schmidt
Música: Basil Poledouris
Fotografía: Jost Vacano
Duración: 102 min.
IMDb: tt0093870. Doblaje: (es-ES) (ca-ES)
Reparto: Peter Weller (Officer Alex J. Murphy / RoboCop); Nancy Allen (oficial Anne Lewis); Dan O´Herlihy (Viejo); Ronny Cox (Dick Jones); Kurtwood Smith (Clarence J. Boddicker); Miguel Ferrer (Bob Morton); Robert DoQui (Sargento Warren Reed); Ray Wise (Leon C. Nash); Felton Perry (Johnson)
Comentarios de: Pedro García, Antonio Santos

Detroit, en un futuro cercano. El aumento del crimen en la ciudad ha llevado a que la policía pase a ser controlada por una corporación privada, la OCP. Sus planes para controlar la oleada de crímenes se basan en la robótica: un gigantesco robot armado hasta los dientes, o un policía robot mitad hombre, mitad maquina. El primer proyecto es un fracaso absoluto y para el segundo se necesita un voluntario... muerto.

En las calles, Alex Murphy pasa a engrosar las listas de policías asesinados en Detroit, y también pasa a convertirse en el primer prototipo Robocop.

© Pedro García,
(97 palabras) Créditos

Conviene recordar que uno de los máximos iconos de la CultuPop, una de esas referencias que se emplean para dar relieve, matiz, o abreviar, una explicación, en su momento no encontró, como TERMINATOR (James Cameron), productora. (Al final la financió la misma que a TERMINATOR). El negocio del cine (aunque bien puede extenderse la comparación a ámbitos como la novela o el tebeo) suele sorprender por la falta de visión que a veces manifiesta. Sus ejecutivos se aferran a propuestas glamurosas o gazmoñas que resultan luego sonados fracasos, deleznable material tan sólo evocado por esa derrota, no por su contenido, su relato.

Otra cosa a valorar de la cinta de Paul Verhoeven (director remiso a dirigirla en primer momento) es que, pese a los años que ya acumula, ROBOCOP mantiene una fortaleza y frescura envidiables. THE MATRIX, a voleo, cada vez más es menos referente. Su potente luz inicial, digna de una rutilante supernova, apenas es hoy día un rescoldo que, pese a sus espectaculares (e incomprensibles) secuelas, no despide calor. De acuerdo, influyó en filmes como ULTRAVIOLETA (esa estética fetish-fendom) o AEON FLUX, pero, ¡oh, tú, caro lector! ¿las recuerdas; sabes de qué películas hablo?

ROBOCOP tampoco está plagada de hiperefectos especiales; su propia computación se limita a una visión expandida mínima-nimia y tres directrices sobreimpresas a la imagen. Suplen esa carencia con eficaces actuaciones. Con los ecos (perturbadores) de un remake en marcha, es de imaginar que pretenden llenar la pantalla de mensajes, gráficos, resoluciones y escaneados de todo tipo, saturando de gadgets el relato, menoscabando su mensaje.

Y, sin embargo, pese a este espartano conjunto de efectos del futuro, ROBOCOP sigue siendo innovador. No le afectan la falta de celulares, mp3 o internet. ROBOCOP se concibió como algo más que una arrolladora manifestación de tecnología visionaria. Debía transmitir una alarmante parábola: las altas finanzas liquidan nuestros derechos.

ROBOCOP no desarrolla tampoco un argumento sin precedentes. Es una historia de cine noir modificada por un sofisticado aparato robótico, dejando que el espectador luego empezara a pensar en lo que había tras la imagen, sangrienta a posta, irónica para relajar la tensión, que rodara Verhoeven. Plantea el interesante dilema de si Alex Murphy (Peter Weller) sigue vivo pese a todo, o Robocop hibridó junto a su computación el alma del fallecido policía. ¿Tiene, o no, Robocop espíritu? Y éste, perdurando en los sesos de Murphy, ¿se incorpora al nuevo sujeto ensamblado en los talleres de la OCP, destinado a pacificar un violento Detroit de un futuro cercano?

Pudiera ser esto último, pero el repaso que hace Robo de los recuerdos que almacena inducen a creer que Murphy ha vuelto, y ávido de venganza. ¿O es una máscara emocional que emplea la máquina para cosechar empatía, rescatando esas vivencias?

Pese a ser el futuro (uno que las cifras macro y microeconómicas, así como una política digna de Procusto, nos hace ver pequeño y oscuro oscuro), las cosas siguen igual que hoy, aunque más a e inmorales. Que futuro no signifique progreso lo expone Clarence Boddicker (Kurtwood Smith), macho alfa que mantiene la ciudad como si fuese su feudo, combatiendo feroz a quien se lo dispute. Y pretende extender su actividad a cotas mucho más altas.

Esto lo garantiza su alianza con Dick Jones (cítrico Ronny Cox), el alto ejecutivo de OCP, que viene a ser un sofisticado reflejo de Boddicker. Jones opera, en cambio, a un nivel superior. Hunde sus manos en botines más selectos y suculentos. Piensa a lo grande y, como Boddicker, intenta pasar desapercibido mientras asesta sus golpes. Pero a ambos les pierde la vanidad, y de vez en cuando manifiestan su alma. Boddicker, mientras amasa poder en los bajos fondos con astutas maniobras y artimañas, para sentirse no obstante auténtico mata policías, o roba bancos. Así sacia su sed de sangre.

Jones trama, con paciente labor, ocupar el sillón de El Viejo (Daniel O´Herlihy) y gobernar OCP, a la que llevará a cotas de inmenso poder, pero no puede controlarse cuando el joven y agresivo Bob Morton (Miguel Ferrer) le pasa por encima, demostrando qué costoso e inútil es el programa ED 209 que, en su estreno, mata a un ejecutivo. Jones ha medrado durante demasiado como para verse anulado por este niñato. Suerte que Boddicker es un aliado útil.

ROBOCOP, además, manifiesta la rebeldía humana ante un poder que aspira a ser total. OCP construye Robocop como una leal herramienta que les permita subyugar Detroit. OCP ha tijereteado sin escrúpulos, a lo bestia, los servicios públicos. No calibra al ciudadano como una persona, sino como un operativo que rinda beneficios. En caso contrario, debe ser descartado. OCP es el ejemplo de las Corporaciones que se están adueñando del mundo, mermando los derechos y libertades tan arduamente adquiridos (y, al final, vendidos baratos por gestores políticos iluminados, mesiánicos, revanchistas, respaldados por sindicatos que sólo luchan por conservar sus privilegios), y que no sé cuánto más tardarán en negar la Seguridad Social a ancianos y enfermos crónicos, por ser costoso su mantenimiento. Parece ahora descabellado, pero también Adolf Hitler lo era para muchos.

Robocop es el puño con el que OCP golpeará al disidente. Robo es eficaz, implacable, acierta cada disparo. Si protestáis, caerá sobre vosotros como una avalancha de alta tecnología. La HI/TECH, se demuestra, no está para liberarnos, sino para controlarnos en todo aspecto posible. ¿No es acaso internet la telepantalla orwelliana? Robo, sin embargo, sufre un cisma, iniciado por un sueño (y luego alimentado por la pregunta de Ann Lewis-Nancy Allen —, sufrida camarada de Murphy), y emplea contra el creador la supertecnología. Murphy regresa embutido en una armadura, personificando al caballero andante listo a desfacer entuertos, a oponerse al tirano, monarca o plebeyo.

Verhoeven exageró la violencia del filme para mostrarnos qué poco divertida es; qué traumas aporta/comporta; qué corrupción genera; qué herramienta, radical y casi desmedida, puede ser. No obstante, la crítica no quiso verlo así. Le era más cómodo reprocharla (como a los sarcásticos spots televisivos insertos en la trama, barómetro moral de esa Sociedad) y considerarla un exceso hedonista del holandés. Lo de siempre.

Por cierto: hay otro Murphy, dotado de HI/TECH, que la emplea contra sus constructores, que también querían usarla para dominar al pueblo. Aquél Murphy, Frank, pilotaba EL TRUENO AZUL.

Vuestro Scriptor.

© Antonio Santos, (1.051 palabras) Créditos Créditos
Publicado originalmente en Una historia de la frontera el 22 de febrero de 2012

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