LA GUERRA DE LOS MUNDOS es una de las obras más relevantes de la historia de la literatura de ciencia-ficción por la influencia que tuvo en el desarrollo del género. Esta fue la primera vez que se relataba una hipotética invasión de la Tierra por seres de otro mundo, marcianos en este caso. La novela se convirtió en un referente para todos los aficionados a la ciencia-ficción, y aún hoy puede leerse con agrado, si pasamos por alto todos los descubrimientos científicos, más o menos recientes, que han acabado con el mito de la vida inteligente en el planeta rojo.
En 1938, un jovencísimo Orson Welles aterrorizó a los norteamericanos con su logradísima versión radiofónica de esta obra. Mucha gente creyó realmente que los marcianos estaban invadiendo la Tierra, y en algunas ciudades americanas se vivieron escenas de pánico e histeria. Nunca antes un programa de radio había provocado un efecto semejante, lo que venía a certificar que la novela de H. G. Wells seguía conservando toda su fuerza más de cuarenta años después de haber sido publicada.

En 1953, el director Byron Haskin fue contratado por el productor George Pal, para el que realizaría cuatro películas: LA GUERRA DE LOS MUNDOS (WAR OF THE WORLDS, 1953); CUANDO RUGE LA MARABUNTA (THE NAKED JUNGLE, 1954); LA CONQUISTA DEL ESPACIO (CONQUEST OF SPACE, 1955) y EL PODER (THE POWER, 1967) De estos cuatro títulos, LA GUERRA DE LOS MUNDOS fue el más taquillero y también el más perfecto, tanto a nivel artístico como técnico. Ésta y CUANDO RUGE LA MARABUNTA, son las películas por las que es más recordado este gran artesano del cine de Serie B que fue Haskin.
Las producciones de Pal se caracterizaban, al igual que las de la mayoría de sus colegas, por sus ajustadísimos presupuestos y por el empleo de efectos especiales más bien rudimentarios. LA GUERRA DE LOS MUNDOS no fue una excepción en este sentido, pero a pesar de las limitaciones técnicas de la época y de la magra inversión económica, Haskin logró filmar uno de los títulos más memorables del cine de ciencia-ficción de todos los tiempos.
El programa de radio de Orson Welles era una adaptación libre de la obra de Wells. La película vino a ser como una compilación de ambas obras, la literaria original y la adaptación radiofónica, y tomó elementos de las dos versiones, aunque el desarrollo argumental tuvo que acomodarse a los cánones del cine fantástico de su tiempo.

La acción de la historia, que en la novela transcurre en la Gran Bretaña decimonónica, se trasladó a los EE. UU. del presente (los años 50) La cuestión religiosa, que en la obra de H. G. Wells adquiere inequívocos tintes de crítica social, catalizada a través del personaje negativo del vicario, es abordada en la película de forma radicalmente distinta. En el film, la religión, la necesidad de creer en un Dios que está por encima de todas las cosas, alcanza una importancia capital en el desarrollo de la trama. Sobre todo cuando se confirma que nada, ni siquiera el arma definitiva de la época, la bomba de Hidrógeno, puede detener a los invasores extraterrestres. La religión está muy presente en la película desde el principio, representada en el personaje del sacerdote que sacrifica su vida intentando comunicarse con los seres de otro mundo. Otro ejemplo: cuando la aviación, o lo que queda de ella, se dispone a lanzar la bomba H sobre los invasores, un científico asegura que, si falla, los marcianos se adueñarán de la Tierra en seis días, y Silvia (Ann Robinson) que interpreta a la sobrina del sacerdote, responde que ese es el mismo tiempo que tardó Dios en crearlo. Silvia le cuenta a Forrester (Gene Barry) que de niña se perdió en la ciudad y acabó refugiándose en una iglesia. Más adelante, casi en el clímax de la película, cuando parece que se aproxima el fin de la humanidad, Forrester, que busca desesperadamente a la muchacha entre la destrucción causada por los marcianos, les comenta a unos policías militares que la joven se ha perdido, pero que sabe dónde encontrarla. Y en efecto, el científico recorre las iglesias de la ciudad hasta que en una halla a la muchacha. Esta constante referencia religiosa quizás nos resulte algo cargante hoy, pero en su época fue muy valorada por el público y la crítica.

La mayoría de los filmes fantásticos suelen acabar con una escena espectacular en la que los humanos derrotan a sus enemigos, sean éstos seres alienígenas o monstruos creados por la radiación atómica o por experimentos científicos. El desenlace de LA GUERRA DE LOS MUNDOS no tiene nada de espectacular. Las poderosas máquinas de guerra marcianas van estrellándose una tras otra, al morir sus tripulantes víctimas de la acción de los gérmenes y bacterias de nuestra atmósfera, contra los que nosotros estamos inmunizados, al tiempo que la solemne voz en off del narrador (sir Cedric Hardwicke en el original en inglés) nos informa de que la humanidad se ha salvado gracias a los seres más pequeños que Dios ha puesto sobre la Tierra.
Vista hoy, medio siglo después de su realización, esta película tiene todo el encanto y la magia de la mejor Serie B. Haskin era un director muy competente y llevó a cabo un trabajo espléndido. Los FXs, aunque modestos, son magníficos. Las máquinas de guerra marcianas ostentan un diseño muy original, que se convertiría casi en un icono de la ciencia-ficción. Estos artefactos muestran un aspecto muy amenazador, con ese curioso cañón telescópico que vomita rayos desintegradores y se mueve de un lado a otro con la inquietante lentitud de una serpiente cobra. Los artilugios marcianos también están equipados con otros dos proyectores de rayos, uno a cada lado del fuselaje, que disparan cortas cintas luminosas de color verde, que, al igual que el rayo de su proyector principal, vaporizan todo lo que tocan. El sonido producido por estas pavorosas máquinas al desplazarse también resulta muy inquietante. En cuanto a los marcianos propiamente dichos, nos los presentan como unas criaturas antropomorfas, pequeñajas, cabezonas y con un solo ojo enorme, dividido en tres secciones de color rojo, azul y verde. Aunque sólo vemos con detalle a uno de ellos, hay que reconocer que está muy logrado.

A pesar de las limitaciones presupuestarias, se rodaron algunas escenas impactantes. Durante el primer enfrentamiento con los invasores, al emplear éstos su rayo de la muerte, vemos a uno de los soldados correr envuelto en llamas. Este efecto, que en el cine actual ya no llama la atención, era una novedad en los años 50, y el especialista que lo llevó a cabo en LA GUERRA DE LOS MUNDOS se jugó la vida.
Otro tanto a favor de esta maravillosa película es la excelente interpretación del elenco de actores que en ella trabajan. No hay aquí grandes estrellas de Hollywood. En los títulos de crédito aparecen los nombres de los actores en un mismo plano, con Gene Barry y Ann Robinson a la cabeza, pero con el mismo tamaño de letra, sin que destaque ninguno de ellos. Si nos fijamos un poco, veremos que todos y cada uno de los actores de esta película eran rostros habituales en otras producciones de Serie B, como por ejemplo Robert Comthwaite, al que vimos en EL ENIGMA DE OTRO MUNDO. Todos eran grandes profesionales, que sabían meterse en sus papeles con naturalidad, haciendo su trabajo con una muy agradecida mezcla de dignidad y eficacia. Gene Barry alcanzaría cierta fama por sus trabajos en TV, sobre todo interpretando al famoso pistolero Bat Masterson en la serie homónima de mediados de los 50.
El productor del film, George Pal, tuvo una irregular carrera como director, de la que sólo puede destacarse EL TIEMPO EN SUS MANOS (THE TIME MACHINE, 1960) una correcta adaptación de la novela de Wells LA MÁQUINA DEL TIEMPO, protagonizada por Rod Taylor.
LA GUERRA DE LOS MUNDOS. Una estupenda muestra del cine de ciencia-ficción que se hacía en el Hollywood de los años 50 del siglo pasado. Si tenéis oportunidad de verla, no la dejéis pasar. No os arrepentiréis.
¿De qué se trata?
Adivinen quién viene a cenar. Una pista: son huéspedes que han viajado noventa millones de kilómetros por el espacio y están de muy malas pulgas. Su planeta natal, llamado Marte por los antiguos, está agonizando. Y no tienen otro lugar en el Sistema Solar para ir, salvo... ¡la Tierra! Bueno, hay un problema, la Tierra está poblada por criaturas sintientes llamadas humanos. Oh, bueno, un inconveniente menor, nada que los métodos de Asurbanipal, de Tamerlán, de Francisco Pizarro o de George W. Bush no puedan arreglar. Los habitantes de la Tierra se sienten sorprendidos cuando de pronto empiezan a caer meteoritos desde el espacio. Desde el inicio los meteoritos se ven raros y huelen a raro, por no decir que radioactivan raro, porque en sus cercanías mi buen amigo el Geiger empieza a pitorrear como loco. Uno de estos científicos se ha aparecido, y como love constantly blossoms incluso en las peores tragedias hollywoodenses, se las arregla para empezar a camelarse a una chica que, muy liberal ella, se ha puesto a estudiar ciencias en vez de estar lavando pañales en una de esas casitas de suburbios de los 50. Pero de pronto, el meteorito empieza a abrirse. ¿Está seguro de lo que redactó, mi General Gato? No se supone que los meteoritos se abran... Sí, estoy seguro, caramba, este meteorito se abrió. Porque no era un meteorito sino... ¡¡¡BUAAAAAÁ...!!! ¡¡¡TENGAN MIEDO!!! ¡¡¡TENGAN MUCHO MIEDO!!! Porque han venido a la Tierra a sembrar el pánico, a quemarlo todo con sus poderosos rayos paralizantes...
Empieza entonces la imparable marcha de los marcianos por sobre el territorio que alguna vez fueron los Estados Unidos, y ahora es el Imperio Marciano. Bueno, cambio de amos, qué tan malo puede ser... Para los yankis, acostumbrados a mandar sin que los mandes, que para eso somos descendientes espirituales de George Washington, es toda una tragedia, claro está. ¡Se acaba el Imperio Norteamericano! (Nótese que la peli, a pesar de traernos catástrofes de todas partes del mundo, y hasta se mencionan que caen dos meteoritos de Troya en Santiago de Chile y todo, no dice una sola palabra sobre lo ocurrido al otro lado del Telón de Acero) ¿Conseguirán nuestros heroicos humanitos defender el último bastión de la civilización, una ciudad de Los Ángeles entregada a los ruegos al Señor estilo líbranos del furor de los normandos, quiero decir, de los marcianos...? Una pista: El final de esta peli es el mismo final del libro. Y no, no cuenta como spoiler, porque después de todo... ¿Queda alguien en la moderna civilización occidental que aún lea libros...? Quiero decir, aparte de los harrypotteros, los seguidores de CREPÚSCULO y las lectoras de Sex and the City.
El espíritu de los tiempos
Nadie hubiera creído a mediados del siglo XX que las audiencias estaban siendo observadas por inteligencias más grandes que el espectador promedio, y sin embargo tan letales como éste; que los espectadores, ocupados como estaban en sus asuntos, estaban siendo escrutados quizás tan minuciosamente como el hombre con un microscopio puede escrutar a las criaturas transitorias en una gota de agua. Con infinita complacencia los espectadores iban al cine a ver sus pequeñas películas, seguros de su dominio sobre su dinero en la taquilla. Es posible que los infusorios bajo el microscopio hagan lo mismo. Y en 1953, vino la gran desilusión. Porque en ese año llegó... ¡LA GUERRA DE LOS MUNDOS! Bueno, varias cosas habían pasado en el camino. En 1945 había estallado la bomba atómica, y pendía sobre el mundo el miedo a que alguien apretara el botón e hiciera saltar al mundo en astillas (y exportarlo subsecuentemente a Japón, imaginamos) Además estaba el miedo a los malos, a los malvados rojos, enemigos de nuestra democracia y del american way of life.
En 1946 el vejete Wells se había muerto, y sus herederos se hicieron así con los derechos de su obra (¡Ey! ¿No se supone que se le da derechos de autor al autor por haber creado una obra? ¿Qué demonios pintan los p**** herederos en todo esto?) Ya había una adaptación radiofónica, la célebre de Orson Welles de 1936 que desató la histeria colectiva, además de algún que otro quiebre sentimental (DÍAS DE RADIO dixit) Bueno, ahora llegaba la adaptación cinematográfica de rigor. El cine de ciencia-ficción, por aquellos años, estaba alcanzando un grado de madurez, con pelis como DESTINO: LA LUNA, CUANDO LOS MUNDOS COLISIONAN, ULTIMÁTUM A LA TIERRA, EL ENIGMA DE OTRO MUNDO... Siempre lidiando con el tema de los extraterrestres como una amenaza contra la buena y vieja Tierra (no me digan que ULTIMÁTUM A LA TIERRA es pacifista, que para eso enviaban a alguien menos bárbaro que la dupleta Gort - Klaatu) Las audiencias podían considerarse listas entonces para el clásico quintaesencial del género la Tierra es nuestra y la defenderemos porque nos pertenece. George Pal la adaptó (como productor, eso sí) Con buenos resultados. Los herederos de Wells, de hecho, quedaron tan complacidos, que le dieron el pase para rodar cualquier otra cosa de Wells. Bueno, así tuvimos otra joyita, que fue LA MÁQUINA DEL TIEMPO. Pero ésa es otra historia.
¿Por qué verla?
:: Olvídense del desastroso remake ése, LA GUERRA DE LOS MUNDOS de Steven Spielberg, de dirección tan recia como de contenido inane, y que del original wellsiano tiene poco más que el título y los cinco segundos de inicio y de final. El clásico de 1953 sigue siendo imbatido. Una de las gracias que tiene la novela original, a pesar de que hoy en día su lectura puede ser un tanto fastidiosamente decimonónica después de tantos bicharracos que nos han invadido (bueno, LA CRÓNICA DE LAS SOMBRAS, ID4, MARCIANOS AL ATAQUE, el Marciano Zim...) es justamente su carácter canónico, su carácter de Manual Alien-Ops. Eso, la peli lo rescata bien. Lo que tienen en la peli es puro canon, una historia de invasores estereotipada de principio a fin, pero en eso no traicionan la novela (bueno, en 1897 hablar de marcianos invasores era ser original, reconozcámosle eso a papi Wells) intentando ser más chupis cada vez. A cambio, la peli se carga toda la corrosiva sátira social de Wells (recordemos, el buen Herbert George Wells era socialista fabiano, que era lo más cercano a ser rojito en la Inglaterra del XIX) y la reemplaza por un discurso procristiano en el cual los nucleopepinazos no sirven de nada frente al enorme poder y misericordia de Dios (sí, marcianos y satánicos, más encima, para violar la Voluntad del Altísimo de que la Tierra Prometida para los judíos y América para los Americanos, ehm) Pero bueno, es para las audiencias God-blessed yanketas del 50, no les pidamos tanta sofisticación tampoco. Como decíamos a propósito de LA MÁQUINA DEL TIEMPO, que como comentábamos también fue parida por George Pal, H. G. Wells no es un escritor fácilmente adaptable al cine sin una buena blandeguización para evitar los aspectos más filosos de su pensamiento y hacerlo más accesible a las audiencias autocomplacientes de ayer y hoy. Pero puñaladas traperas contra Wells aparte, quedémonos con la imagen de la invasión extraterrestre, que al menos el sentimiento de impotencia contra los marcianos no se lo cargaron.
:: La imaginería visual. Estos tipos tenían clara la película: de los dos millones de dólares del presupuesto (¡vaya una cantidad irrisoria para los estándares de hoy, ya podría aprender algo Sam Raimi para SPIDER-MAN 3!) 600.000 fueron para las escenas en vivo y 1.400.000 para los efectos especiales. Sí, puede criticarse que se gaste más en lo chulo de las máquinas que en la parte que verdaderamente importa, o sea, los actores puestos ahí para gritar que me ha matao un marciano, joer... (el Síndrome Transformers, llamémoslo) Pero quedó estupendo. Los efectos especiales de esta peli como tales, hace rato que pasaron de moda por supuesto. Pero las máquinas marcianas siguen viéndose aterradoras y letales, y uno les compra que te pueden dejar quemao en segundos. Aún hoy se ven ominosas mientras marchan, lenta pero implacablemente, hacia la dominación mundial, con mucha más gallardía que un Black Hawk al uso. Casi dan ganas de que ganen.
:: Los marcianos. Bueno, no son exactamente como en la novela, pero qué importa. En general se ven como una civilización avanzada, y a diferencia de otras pelis en que los alienígenas, por eso de ser alienígenas, tienen las tácticas más extravagantes de ataque (y es que el público son unos taraos, que creen porque los extraterrestres piensan distinto a los humanos deben hacer cosas estúpidas y sin sentido humano, y las leyes universales de la geopolítica a tomar aire por el c***) o bien que recurren al siempre muy socorrido asalto frontal y que gane el más mejol, en esta peli los bichos son presentados como estrategas geniales, a la vez que prisioneros de algunos esquemas mentales que les son muy propios (la fijación con el número 3) Dicho en simple: son letales no sólo porque tienen mejor tecnología, sino también porque son unos Zukhov moviéndose sobre el mapa. Además, la marioneta que hace de marciano está de lo más bien (sí, el muñeco canta un poco, pero es que 1953, ¿vale? Además, sigue viéndose más realista que esos CGI low-budget de algunas pelis actuales)
:: El final. OK, es el final de la novela, y OK, está teñido de religiosidad malentendida (la guerra es de Marte, pero la Humanidad es de Dios) pero aún así, sigue siendo acojonante.
Ideal para: Ver una clásica y arquetípica peli de invasores extraterrestres, y en el fondo, una peli sobre el miedo a que los que no son como nosotros, virtuosos demócratas amantes de Dios, terminen imponiéndose y ganando la partida.