
Curiosa muestra de ciencia-ficción filosófica
que, con todo, se queda muy en la superficie describiendo las consecuencias de un descubrimiento científico de una magnitud inimaginable.
La cuestión es que el neurólogo Thomas Harbor demuestra irrefutablemente la existencia del Más Allá. Eso es, la muerte deja de ser el final para convertirse en una simple transición. Las consecuencias son inmediatas, se desata una ola de suicidios con las más diversas motivaciones, desde reunirse con quienes ya en su momento abandonaron este mundo, hasta para huir de una existencia miserable. Tras la demostración, que se describe más o menos como la detección de una actividad cerebral residual tras la propia muerte cerebral, todo el afán de Harbor es poner en marcha una máquina que sea capaz de recoger y grabar las nuevas vivencias de los individuos fallecidos antes de que la transición sea definitiva.
El tema da para un buen montón de cuestiones, desde filosóficas hasta religiosas, pero lo que interesa realmente a Charlie McDowell es la vuelta del Hijo pródigo para enfrentarse con el Padre autoritario. Efectivamente, Will Harbor, también neurólogo, regresa a la isla donde nació, para averiguar más sobre los trabajos de su padre y convencerse de que realmente no está loco y su descubrimiento se corresponde efectivamente con una realidad científica. Lo encuentra al frente de una especie de secta compuesta de suicidas arrepentidos y enfrascado en sus trabajos.
No se tarda mucho en comprender que Harbor es el típico individuo que, incomprensiblemente, ha formado una familia porque para él lo primero es su trabajo, Will arrastra una infancia marcada por la indiferencia de su padre, su hermano Toby ha preferido refugiarse en una idiocia sabia, y los tres arrastran el trauma del suicidio de su esposa y madre que, paradójicamente, se produjo antes de que Harbor llegara a su sorprendente conclusión.
El tono al narrar esto es, lógicamente, pausado y en consonancia con el clima de la isla, plomizo. Will no se plantea grandes dudas existenciales, su objetivo es más bien científico, refutar o confirmar el trabajo de su padre, mientras que este, como siempre refugiado en su trabajo, sigue tratando con cierta indiferencia y benévola mano dura a sus acólitos. Supongo habrá carnaza más que de sobra para analizar desde el punto de vista psicológico las relaciones entre el doctor Harbor y sus hijos y protegidos, pero en pantalla solo dan para algunas escenas que tampoco son especialmente tensas.
Solo la relación de Will con Isla, una especie de refugiada por voluntad propia, aportan algo de chispa a la película, con alguna que otra escena que entra directamente en lo cómico, pero que apenas sirven para que no todo sea una sucesión de diálogos monocordes.
Como dije al principio, se echa en falta un discurso filosófico más profundo, más allá del drama de las familias rotas, sorprende, además, la total ausencia de referencias religiosas, el Más Allá no deja de ser un constructo religioso, de hecho la gran diferencia entre religión y filosofía de vida es que la primera asegura la existencia de un plano superior
que los fieles alcanzarán como premio tras una vida consagrada a la iglesia de turno. El Descubrimiento refuerza esa idea, y sin embargo Charlie McDowell prescinde completamente de la religión, quizá porque ésta haya perdido todo sentido al no ser necesaria para explicar ese plano superior
, y que sea cual sea el modo de vida se tiene garantizado el paso al mismo. En ese sentido, la película se desarrolla desde el cientifismo racionalista más radical. El Más Allá existe, no es necesario tener fe en él, está ahí mismo.
Por supuesto, a los aficionados al género no sorprenderá el desenlace, no es precisamente original, y se intuye ya mediada la película. Puede que hasta resulte ser una sorpresa, fundamentalmente porque visto el tono y desarrollo de la película da la impresión de que McDowell va a finalizarla de una forma triste y amarga. Bien, el final es triste y amargo, eso es inevitable, pero al menos hay un esfuerzo por sorprender
.
Interesante, por otro lado, que Netflix se atreva con este tipo de producciones, EL DESCUBRIMIENTO es una película de clara vocación independiente
, que solo mira de reojo la taquilla. Por supuesto, arrasó en Sundance. Cuenta como principal gancho un reparto que encabeza Robert Redford, como Thomas Harbor, y el televisivo Jason Segel en el papel de Will Harbor. Los secunda Rooney Mara como Isla y hasta Mary Steenburgen hace una breve aparición en el arranque de la película, pero todo lo demás es puro cine independiente
, planos prolongados (cortos y largos) largos silencios y largos diálogos, tono pausado y ambiente plomizo. La pregunta es: si ARIZONA BABY era cine independiente... ¿por qué puñeta no creó escuela? Pero creo que ese es otro debate y no en este sitio.
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Publicado originalmente el 11 de junio de 2017 en www.ciencia-ficcion.com