
Esta coproducción europea (participada por productoras de Alemania, Luxemburgo y Dinamarca) es una tópica y típica producción amable dirigida al público infantil acompañado de adultos. Eso no significa que el adulto correspondiente deba estar atento para tapar los oidos de la chavalería cuando algún personaje suelte la inconveniencia de turno, sino que la película está pensada para no aburrir a nadie. En resumen, que me lío, lo que se viene a llamar película familiar.
Esto es importante porque implica no tratar como idiotas a los niños, el guión de los hermanos Christoph y Wolfgang Lauenstein es a la vez todo lo blanco que deben ser este tipo de productos, pero también tratan temas de una cierta consistencia.
Así, Luis es un huérfano de madre que vive con su padre, ufólogo, que está infinitamente más preocupado por su observación de universo y la difusión de sus alocadas teorías (asegura que la vida alienígena existe) que del cuidado y educación de su hijo. Antes al contrario, es Luis quien cuida de su padre agotado tras sus maratonianas jornadas de observación nocturna. Ese estado de cosas no pasa desapercibido a los servicios sociales que fijan su atención en el chaval y deciden separarle de la influencia, realmente nula, de su padre.
Así están las cosas cuando empieza el delirio: un crucero vacacional alienígena se acerca a la Tierra y, por desgracia, capta las emisiones de la teletienda y tres de ellos Mog, Nag y Wabo se embarcan en un alocado viaje para obtener uno de las últimas 279 esterillas vibratorias que quedan en oferta.
A partir de ahí todo son situaciones a cual más chusca en las que los ingenuos alienígenas, aliados con Luis, le ayudaran a sortear a una sospechosa Asistente Social mientras corren por no quedarse sin su esterilla vibratoria.
En lo que peca la película es en su aculturización
. Ya lo comenté en su momento respecto a PLANET 51. Se toma el modelo yanki, el american way of life
para ambientar la historia con la indudable intención de triunfar en ese mercado, pero además no poner en aprietos al espectador global ya demasiado acostumbrado a ese tipo de escenario, de modo que no necesita perderse en detalles que ya conoce: una idílica urbanización del medio oeste americano, con sus casas de dos pisos con porche, cuadros de césped, garaje adosado y patio trasero para la barbacoa. Todo muy reconocible.
Hubiera sido agradecido que los hermanos Lauenstein hubieran ubicado las aventuras de Luis en la campiña bávara. ¿Por qué no? Ya de por si la película tiene cierto aire europeo
al no tratar con ñoñería los problemas de Luis (algo que también conseguía PLANET 51) un guionista americano hubiera intentado sacar alguna lágrima fácil, pero no ha sido el caso. La historia no va de describir la cultura alemana o yanki, sino de las aventuras de Luis y sus amigos, pero a la vez dejar al espectador la constancia de que existen partes del mundo más allá de Kansas City tampoco hace daño a nadie. Los japos lo tienen muy claro, y han conseguido que, aunque de forma inevitablemente estilizada, conozcamos como son los barrios residenciales japoneses, y nadie se ha quejado nunca.
Pero todo esto quizá sería pedir más de la cuenta a una película que cumple su objetivo largamente, esto es: una divertida película para niños que se puede ver como pasarratos ocasional.
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Publicado originalmente el 16 de junio de 2019 en www.ciencia-ficcion.com