Basado en la novela EL INCREIBLE HOMBRE MENGUANTE de Richard Matheson.
Despues de exponerse a una extraña niebla, Scott Carey comienza a menguar. Todo su cuerpo esta menguado, y no hay ninguna manera de detener el proceso. Empieza a volverse tan pequeño que incluso su gato intenta comerselo pensando que se trata de un pequeño ratoncito. La vida de Scott se ha convertido en un batalla continua por la supervivencia, y lo peor de todo es que no sabe si alguna vez su cuerpo volvera a la normalidad.
EL HOMBRE MENGUANTE, la segunda novela del escritor norteamericano Richard Matheson, se convirtió en un éxito de ventas y, con el paso del tiempo, acabaría siendo reconocida como todo un clásico de la literatura de ciencia-ficción. Uno de los productores más intuitivos y capaces que trabajaban para la Universal, Albert Zugsmith, supo captar enseguida el potencial cinematográfico que encerraba el relato de Matheson he hizo cuanto estuvo en su mano para trasladar la obra a la pantalla. Una vez aceptado el proyecto por la productora, había que escoger el director más adecuado, y Zugsmith no tuvo dudas al respecto. Eligió a Jack Arnold, que ya había dirigido unas cuantas cintas fantásticas para Universal, entre las que cabe destacar VENIDOS DEL ESPACIO (IT CAME FROM OUTER SPACE, 1953) LA MUJER Y EL MONSTRUO (CREATURE FROM THE BLACK LAGOON, 1954) y TARÁNTULA (TARANTULA, 1955) Arnold no era lo que en el cine se considera un autor, si no un reputado artesano que dominaba a la perfección todos los trucos y resortes de la técnica cinematográfica, uno de aquellos pequeños grandes hombres del cine que nos legaron, con su modestia y profesionalidad características, un puñado de pequeñas obras maestras entre las cuales destaca, por derecho propio, EL INCREÍBLE HOMBRE MENGUANTE.
Esta joya del cine de ciencia-ficción cuenta la fabulosa historia de Scott Carey (Grant Williams) Durante una excursión en yate se ve envuelto por una extraña niebla fosforescente, cuyos efectos sobre su cuerpo son realmente asombrosos. Carey comienza a menguar, primero muy lentamente, pero luego más y más deprisa. El primer aviso de que algo no va bien lo recibe nuestro protagonista al comprobar que las camisas, que antes le quedaban perfectas, casi ajustadas, ahora le quedan grandes. Conforme pasan los días, nuestro antihéroe va encogiéndose más, lo que le provoca serios problemas en su relación con los demás y con el entorno que le rodea. Los médicos no tienen ni idea de lo que le ocurre, y lo único que pueden decirle es que esperan que el proceso se detenga en algún momento. Carey trata de adaptarse a la situación como buenamente puede, e incluso inicia una relación con una chica, enana pero muy hermosa, en un intento de normalizar algo su vida. Pero el proceso de mengua prosigue imparablemente, y, desesperado, tiene que abandonarla. Su extraordinaria aventura no ha hecho más que empezar, porque su alucinante viaje hacia el universo de lo infinitamente pequeño le hará ver el mundo que creía conocer desde otra perspectiva.
Aunque Matheson colaboró en el guión, hay que señalar que la película está estructurada de forma radicalmente distinta a la de la novela. La novela va dando saltos en el tiempo, pero se consideró que esto no era adecuado para la película, por lo que se optó por rodar la historia de forma lineal y cronológica. Aunque se eliminaron algunos elementos de la novela, y se matizaron otros (el idilio con la enanita o los problemas matrimoniales, por ejemplo) el film resultó ser bastante fiel al texto original.
La película es, a un tiempo, terrorífica y emotiva. El excelente guión y la maestría de Arnold tras la cámara lograron transmitirnos la idea de que Scott Carey, un anodino ciudadano medio americano, iba creciendo como ser humano a la par que su cuerpo menguaba hasta límites microscópicos. Vemos a Carey emplear toda su fuerza e inteligencia para hacer frente a los peligros del monstruoso mundo gigantesco que le rodea. Compartimos su terror e impotencia cuando el enorme gato doméstico le acosa y tiene que refugiarse en una casa de muñecas. La sensación de pavor es aún mayor porque, apenas unas escenas antes, hemos visto a ese lindo gatito, que diría Piolín, beber tranquilamente la leche de su plato. Y conforme va menguando, nuevos peligros acechan a nuestro antihéroe. Una vulgar araña casera, de las que personalmente habré aplastado varios cientos en mi vida, se convierte para Carey en su peor enemigo. La lucha con el monstruoso arácnido se convierte en el punto culminante de la película. Impagable la escena del hombre, armado con una aguja de coser y rodeado por objetos tales como carretes de hilo, dedales y cintas métricas enormes, enfrentándose a la pavorosa araña.
La película fue alabada por el público y la crítica, por lo que la productora pensó realizar una continuación, en la que la esposa de Carey menguaba también y seguía a éste al mundo atómico. La idea no fructificó, quizás porque Matheson se había opuesto a ella, declarando que el guión que le habían mostrado era la mayor idiotez que había leído en su vida.
EL INCREÍBLE HOMBRE MENGUANTE, una muestra más del espléndido cine de ciencia-ficción que se hacía en los maravillosos años 50 con cuatro perras y buenas ideas. Un tesoro del cine de género. Una obra maestra que entretiene, pero a la vez nos hace reflexionar sobre nuestro verdadero lugar en la Creación. Una Creación de la que creemos ser los reyes, pero a lo mejor sólo somos una parte. Y no precisamente la más importante.