
Si alguien quiere clasificar esta película quizá debiera dejar de lado la ciencia-ficción. Si, hay extraños seres gigantescos que vienen de no se sabe muy bien que dimensión, a los que se enfrentan robots no menos gigantes construidos gracias a una formidable tecnología. Pero eso es solo la excusa, el escenario.
Tampoco podemos hablar de una película de desastres. Si bien los enfrentamientos entre seres monstruosos y robots gigantes lo dejan todo arrasado a su paso, eso es solo la consecuencia, el resultado final de la sucesión de mamporros que se dan entre si.
Esta es una película de destrucción y devastación, y ya está. PACIFIC RIM ya era heredera directa de toda la serie de Godzilla (tanto las originales japonesas como las sucesivas versiones yankis) donde lo realmente importante no era el origen del lagarto gigante ni las tortuosas relaciones entre los protagonistas. Lo que todo el mundo esperaba era ver Tokyo o Niu Yol
reducidas a puro escombro, y a ser posible entre grandes leñazos y escapes imposibles.
El término tecnico-friki del género es kaiju, que por lo visto en japonés significa, más o menos, bicho raro gigante
, y ya por extensión se habla de kaiju cuando se trata de referirse a este tipo de películas.
Aunque en Japón es un género popular, antes de PACIFIC RIM no es posible rastrear demasiados referentes, si exceptuamos las consabidas adaptaiones de Godzilla. Sin embargo, el origen de todos estos bichos grandotes hay que buscarlo sin duda en el original KING KONG de 1933, dirigida por Merian C. Cooper, y toda la pléyade de dinosaurios gigantescos a los que se enfrentaba en sus idas y venidas por su isla natal. Tampoco podemos olvidarnos de la influencia de las animaciones stop-motion de Ray Harryhausen, en películas como EL GRAN GORILA (de argumento similar, pero solo similar a KING KONG) o LA BESTIA DE TIEMPOS REMOTOS.
Sin embargo los japoneses fueron más prácticos. Simplemente vistieron a un actor con un disfraz de lagarto y le pusieron en medio de una maqueta a escala de Tokyo, y a destrozar al gusto.
Las modernas técnicas digitales soslayan en trabajo de chinos de Harryhausen y evitan los chapuceros disfraces japoneses, consiguiendo que el kaiju haya subido a otro nivel. De hecho los kaiju son los protagonistas de ambas películas.
En esta secuela, tras haberse deshecho en la anterior de los kaiju, las cosas no van del todo bien. La devastación ha producido enormes daños que no están siendo reparados con la prontitud necesaria y las mafias se adueñan del mercado negro de restos de kaiju y chatarra de jaegers (los robots gitantes) En este ambinete medra Jake Pentecost (John Boyega) hijo del malogrado Stacker Pentecost y hermano de Mako Mori (Rinko Kikuchi) y aventajada piloto de jaegers. En uno de sus trabajitos se topa con Amara (Cailee Spaeny) que también se busca la vida robando partes jaeger y ¡construyendo uno! El caso es que son captados por el cuerpo de Defensa Pan Pacific y allí son víctimas de una monumental conspiración que pretende hacer regresar a los kaiju de su sucio agujero.
Con algunos intentos de darle algo de relieve a los personajes, como el conflicto de Jake con Nate (Scott Eastwood), un triángulo amoroso que no es triángulo ni ná, las peleas entre cadetes, y las locuras científicas de los doctores Newt Geiszler (Charlie Day) y Hermann Gottlieb (Burn Gorman), no tarda mucho en llegar lo que realmente esperamos, esto es: mamporros y escombros. Y los hay, y muchos.
La película no pasará a los anales del cine, pero si se tiene claro que se va a ver, no tiene porqué suponer un problema, reducir cualquier cosa sólida a gravilla es su objetivo final, y lo consigue con creces y una notable factura técnica. Para cualquier otro tipo de consideraciones hay películas más adecuadas.
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Publicado originalmente el 28 de julio de 2019 en www.ciencia-ficcion.com