No sé qué clase de armas se emplearán en la Tercera Guerra Mundial. Pero la Cuarta Guerra, se librara con palos y piedras.
Esta frase del mayor genio científico de la historia, citada por uno de los personajes en un momento de la película, fue, quizás, uno de los legados más importantes que nos dejó Einstein: un desapasionado y lúcido aviso sobre el futuro que le aguarda a la humanidad en caso de un conflicto nuclear. EL DÍA DESPUÉS es la cruda plasmación cinematográfica de tal advertencia.
El cine ha reflejado en numerosas ocasiones las posibles consecuencias de una guerra nuclear. El holocausto atómico se ha convertido en un tópico de la ciencia-ficción, en sus vertientes literarias y cinematográficas. El tema aparecía con frecuencia en las producciones de serie B de la década de los cincuenta, plagadas de monstruos creados por la radiación. Pero la primera película que abordó el asunto con seriedad, rigor científico, un buen presupuesto y un reparto de campanillas fue LA HORA FINAL (ON THE BEACH, Stanley Kramer, 1959) aterrador film que narraba el exterminio total de la humanidad en una guerra nuclear. Realizado apenas unos años después de la crisis de los misiles de Cuba, que estuvo a punto de provocar la III Guerra Mundial, es sin duda la mejor película sobre el tema que nos ha legado Hollywood.
EL DÍA DESPUÉS, la cinta de Meyer que nos ocupa, es una producción más modesta pero igualmente interesante. El film narra lo que sucede en Lawrence, Kansas, ciudad del Medio Oeste de los EE UU, en las veinticuatro horas que siguen a un ataque nuclear soviético, centrándose en el terror y la desesperación de los supervivientes. Meyer dotó a su película de un tono coral, otorgando protagonismo absoluto al conjunto de la comunidad y evitando en todo momento presentar personajes heroicos, tan comunes en el llamado cine de catástrofes. Esta concepción del relato, sumada a un reparto efectivo pero plagado de actores de segunda fila o que estaban comenzando sus carreras en aquel momento, jugó en contra del resultado en taquilla del film. Por otra parte, presentaba unos EE. UU. devastados por un ataque soviético, lo que no fue del agrado del público norteamericano. Hay que decir, en descargo de Meyer, que nunca abordó EL DÍA DESPUÉS como un proyecto comercial. Su intención era la de realizar una película que mostrase, con el mayor realismo posible, lo que presumiblemente sucedería si estallaba la guerra atómica. Para lograrlo, el equipo de producción recopiló cuanta información pudo conseguir sobre los efectos de las bombas lanzadas sobre Japón en agosto de 1945, a fin de plasmarlo en imágenes posteriormente. El resultado es una película dura y realista como pocas; una cinta que apenas deja al espectador un resquicio de esperanza; un film que recrea con patético verismo lo que pueden esperar los que sobrevivan a una explosión nuclear. El horror de los hechos narrados en EL DÍA DESPUÉS se acrecienta con la nota incluida antes de los títulos de crédito finales. En ella el espectador es informado de que, con toda probabilidad, las consecuencias de un ataque nuclear contra EE UU serían aún peores que las presentadas en la película, y se hace un llamamiento en pro del desarme y la concordia entre las naciones de la Tierra.
Film atípico, que iba contra la corriente imperante en el Hollywood de los años ochenta, EL DÍA DESPUÉS se ha convertido en un referente del cine anti belicista y es, sin duda, la obra más honesta y comprometida del gran realizador Nicholas Meyer.