
Basado en una idea para nada original (yo mismo publiqué en el VISIONES 1995 el relato LA TRAVESÍA, con un argumento prácticamente idéntico... y ritmo igualmente cansino) Jonathan Helpert nos cuenta como la humanidad ha decidido abandonar la Tierra destrozada por una funesta gestión ecológica dejando atrás unos pocos científicos con la esperanza de dar con una solución al problema antes de rendirse definitivamente.
El destino es una enorme estación espacial orbitando Io, una de las lunas de Júpiter. No queda claro en la película porqué se elige esta, quizá porque queda chulo como título. Puestos a especular puede que sea porque es uno de los objetos manejables
con una actividad geoenergética más elevada del sistema solar, porque en lo que respecta a la presencia de agua es de los menos aventajados. En la mitología griega Io fue una de las múltiples amantes del rijoso Zeus (Júpiter para los romanos), provocando la inevitable furia de Hera que la trajo por la calle de la amargura.
Sea cual sea el motivo de elegir Io, los que se quedan atrás trabajan desesperadamente para encontrar la forma de revertir, o al menos sobrellevar, la atmósfera venenosa que cubre la mayor parte de la superficie terrestre como una manta letal de, digamos, unos 1000 metros de altura. Digo 1000 metros por decir algo, en la película tampoco se especifica, pero Sam Walden (Margaret Qualley) vive en solitario en un antiguo observatorio astronómico en lo alto de una montaña.
Como es habitual en este tipo de producciones la atmósfera es densa, pausada y deprimente. Sam recorre la ciudad buscando aquí y allá signos de que la atmósfera se desprende de su carácter venenoso a la vez que canibaliza los restos de la civilización para mantener en marcha su precario refugio. Allí, experimenta con plantas y abejas en la esperanza de dar con la clave que regenere el planeta.
Hay algo de locura en la actitud de Sam. Siguiendo una rutina sistemática continúa carteándose con su novio, ya desplazado a la estación de Io, y mantiene las emisiones de radio de su padre, fallecido hace tiempo, con no se sabe muy bien que intenciones, puesto que las estaciones científicas se suponen bien ubicadas e identificadas. Repite los experimentos una y otra vez, incansablemente, y parece feliz en esa vida monótona al borde de la muerte.
Hasta que, como también es habitual en este esquema, aparece un elemento que rompe esa rutina y si bien no desquicia a Sam, si hace que vea el futuro con otra perspectiva.
Pasadas las veleidades de juventud, estas obras donde la Tierra, enferma a causa de la maldad del ser humano, y está al borde del colapso, me han parecido particularmente agotadoras. Por lo pronto pecan de lo mismo que acusan: de soberbia. Solo desde el antropocentrismo más exacerbado se puede pensar que los actos humanos son causa de la destrucción
del planeta. A lo sumo serán causa de la destrucción del propio ser humano. Como se está comprobando en el entorno de Chernobil, lo que ha resultado ser un entorno hostil para el hombre ha devenido en una explosión de naturaleza salvaje.
La película también se acoge a la teoría de que la Tierra es por si misma un organismo vivo que se protege
del parasitismo humano envenenando la atmósfera. Mala solución por cuanto todo animal y vegetal también es aniquilado, y chapucera por cuanto los efectos venenosos se atenúan, hasta desaparecer, con la altura, es decir, que toda la cordillera andina, el Himalaya, y en general las poblaciones en altura pueden seguir a lo suyo, si bien con unas pocas apreturas.
Esto son solo las consecuencias de un guión con unas premisas poco trabajadas. La cuestión es que a Clay Jeter, Charles Spano y Will Basanta querían una de últimos supervivientes y de que forma lo fueran les importaban bien poco. En ese sentido era más consistente la también reciente. ¿ESTAMOS SOLOS?, de Reed Morano, con un argumento similar:superviviente solitario empeñado en sus tareas repetitivas hasta que alguien aparece rompiéndole el ritmo.
Al menos Margaret Qualley y Anthony Mackie están convincentes en sus papeles, y eso hace que la película, por lo demás de una duración comedida, no se haga todo lo pesada que he podido dar a entender.
En resumen, una de esas películas de pensar
que corren el riesgo de que el espectador piense demasiado y acabe viéndole todas las costuras.
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Publicado originalmente el 29 de diciembre de 2019 en www.ciencia-ficcion.com