
Uno de los mangas ciberpunk más interesantes y celebrados en la década de los noventa fue Battle Ángel Alita, historia post-apocalíptica y distópica en la que se planteaban una amplia serie de dilemas en torno al transhumanismo. Para invitar al lector a un mayor acercamiento a la obra, en 1993 se produjeron dos OVAs (Original Video Animation) de aproximadamente media hora, un especial de una hora si lo queremos ver en su conjunto. La historia se centra en un mundo en el que las desigualdades sociales están más que marcadas: en la superficie habita el grueso de la población en una sociedad individualista y deshumanizada, mientras que la ciudad del cielo está habitada por los ricos y poderosos, los grupos socialmente acomodados. En este contexto, Daisuke Ido, médico de ciborgs, encuentra en un depósito de chatarra el cuerpo de Alita, una chica ciborg que por alguna razón desconocida fue arrojada como un desperdicio. Daisuke repara a Alita, quien al poco tiempo conocerá algunas de las actividades secretas de su salvador. Posteriormente, el médico descubrirá que esta chica ciborg posee increíbles habilidades de combate que le permitirán derrotar en batalla a los ciborgs más peligrosos.
Las OVAs mantienen un ambiente oscuro y desolador en todo momento. El director Hiroshi Fukutomi, bajo la supervisión de Rintaro, reconocido animador de películas y series tan aclamadas como ASTRO BOY (1963), obtiene la esencia de los primeros capítulos del manga, mostrando una ciudad en la que numerosos ciborg son perseguidos por caza recompensas para obtener sus piezas. Asimismo, el especial consigue plantear una serie de temas de gran interés relacionados no sólo con la humanidad de Alita, sino con su propio género.
Con el interés por crear una versión estadounidense del manga original, los productores James Cameron y Jon Landau encontraron en Robert Rodríguez, cineasta experto en efectos especiales y películas familiares muy movidas y entretenidas, al director perfecto para llevar a cabo esta misión. Así, Rodríguez, interesado en incluir a una comunidad latina y llevar a la pantalla una cinta de ciencia-ficción para un amplio público, estrenó a principios de 2019 una cinta que levantó las alertas en cuanto a las malas adaptaciones que el cine estadounidense ha producido a partir de manga y anime reconocidos en Japón.
La cinta justo cuenta la misma historia de las OVAs y retoma elementos del propio manga. No obstante, el ambiente y la historia ciberpunk ofrecida al público es demasiado deslactosada y está ampliamente dirigida a un público juvenil para su fácil digestión. En cierto sentido, la primera impresión es que se trata de una ciencia-ficción millennial en donde sólo hay aventuras sin un mayor trasfondo.
Por ejemplo, en el manga hay una importante discusión en torno a la figura de Alita. Pese a sus grandes habilidades, Daisuke no quiere que sea una cazadora ni una peleadora ciborg, sino que por su condición de mujer lo único que desea es que sea bella, femenina y no se entrometa en asuntos masculinos. Alita, en cambio, detesta ser vista de esa forma y se rebela a los tratos de Daisuke para llevar a cabo sus deseos: busca aprovechar sus habilidades para salir a las peligrosas calles y sentirse liberada. ¿Qué pasa con la versión de 2019? La cinta no sólo no retoma este tema, sino que apenas lo sugiere en cuanto que Daisuke (aquí Dyson) simplemente considera que ella debe evitar salir a las calles.
Como se puede apreciar, las comparaciones son inevitables pero a la vez útiles en cuanto a los fallos de la película. Otro punto interesante en las OVAs es que la ciudad en la que habitan los personajes es por momentos solitaria si no es que desértica, la gente evita ser vista frente a la posibilidad de ser cazados y perder sus partes robóticas. En cambio, la película de Rodríguez convierte el ambiente en una ciudad futurística muy atractiva, casi un parque de diversiones muy turístico en el que la gente anda en la calle sin mayores preocupaciones. Los conflictos sociales son omitidos a favor de una cinta visualmente atractiva y entretenida en donde el romance millennial resulta en uno de los mayores atractivos a lo largo de la cinta.
Uno de los aspectos más curiosos y polémicos es el rostro de Alita. Los productores y el director decidieron convertir su rostro en una máscara CGI extraña, desencajada, quizás para reafirmar su naturaleza ciborg y su origen en el anime. Sin embargo, el rostro se ve falso en todo momento, poco creíble, y sólo consigue empalagar al espectador en una película de por sí saturada de efectos especiales. Al mismo tiempo, Rosa Salazar, actriz que interpreta a Alita, no sólo es tiesa en cuanto a la actuación, sino que su propia interpretación resulta molesta, desangelada, desentonada y jamás permite que el espectador tenga algo de empatía con ella.
Así, la película se convierte en un ciberpunk deslactosado que elimina temas importantes para convertir la historia en una montaña rusa en la que nada se detiene, hay batallas aquí y allá en todo momento, los efectos saturan la pantalla y sólo podemos decir que su objetivo consiste en olvidar los problemas cotidianos para comer palomitas un domingo por la mañana.
En resumen, una adaptación ciberpunk sin alma cuyo dramatismo jamás consigue despegar. Otra película hollywoodense más que se une a la lista de las pésimas adaptaciones hechas de importantes franquicias del cómic y la animación japonesas.