
Tercera y última película de la trilogía que adapta la breve aunque interesante obra de Project Itoh, escritor de ciencia-ficción japonesa fallecido repentinamente a sus 34 años de edad. Para ser sinceros, no encontramos ante la mejor de las tres películas pese a que se trata de la adaptación de la opera prima del autor.
En esta ocasión, el trabajo de dirección ha corrido a cargo de Shuko Murase, quien ya había dirigido series que son joyas del anime adulto (o el anime seinen, el anime para un público exigente mayor de 18 años) como ERGO PROXY (2006) y GANSTA (2015). En esta ocasión, Murase dirige y escribe el guión de su primer largometraje animado, ofreciendo un estilo personal y arriesgado que permite que las ideas de Itoh reluzcan con bastante potencia.
En una realidad alterna, luego de una explosión nuclear en la ciudad de Sarajevo, muchas de las democracias del mundo se han convertido en estados totalitarios que se dedican a controlar, vigilar y castigar a sus ciudadanos. Pese a la represión y al aparente poder de control de los estados, se ha detectado una serie de eventos que mantienen la preocupación de los gobernantes: decenas de genocidios se han disparado en numerosas ciudades de Europa y Asia. El posible responsable es John Paul, una especie de criminal de primer orden de quien se desconoce cuál es su estrategia o habilidad para causar que poblados enteros se quiten la vida.
Clavis Shepherd es un militar de alto rango audaz y brillante que no duda ni un segundo en cumplir con contundencia sus misiones. Dada su pericia y experiencia, será enviado a Europa del Este para buscar a tan temido criminal y descubrir cuál es la causa de los múltiples genocidios.
La cinta conjuga con gran pericia los elementos de una buena cinta neo noir junto con el thriller político y de acción, elemento vital para mantener en buena medida la atención del espectador. Asimismo, la animación y la descripción visual de las técnicas y el armamento que el grupo de Shepherd utiliza nos acercan a un futuro ligeramente cercano en el que la tecnología de vanguardia sigue al servicio de la guerra.
Y justo este es un aspecto que gana notoriedad en la historia: el militar experto en asesinar con eficacia, ya sea en una pelea frente a frente o empleando las estrategias y el armamento más avanzado. En este sentido, la historia ofrece una crítica a los soldados de élite entrenados para cumplir sus objetivos amparados en el nacionalismo y en un discurso que los disfraza de los chicos buenos y que sataniza al enemigo. Este discurso permite que el espectador reflexione cómo es que en un campo de batalla no hay buenos ni malos, sino grupos que están lidiando para defender sus propios intereses.
Otra escena derivada del comentario anterior es aquella en la que los soldados de élite llegan a medio oriente para tomar el control de un edificio defendido por niños armados. El soldado, un ser muy bien entrenado y que cuenta con una buena dosis de un fármaco en su sangre que disminuye su nivel de empatía, se convierte en una máquina capaz de matar incluso a niños que han sido obligados por las guerrillas a armarse y defender un territorio en contra de su voluntad. Se trata de una de las escenas mejor logradas de la película y que muestra como la técnica puede estar al servicio de la guerra eliminando toda carga de culpa en los soldados.
Pero el aspecto más interesante de la película es la subjetividad que se plantea entre lo que significa ser bueno y malo. En una línea similar a HARMONY (2015), el personaje se encuentra con el aparentemente despiadado John Paul, quien al principio parece ser un cruel criminal de guerra. No obstante, cuando se conocen sus motivos, el espectador descubre que el villano es una especie de luchador social convencido de que es necesario sacrificar cientos de vidas para cambiar las cosas y salvar a millones. Shepherd, convencido de que es sólo un instrumento del sistema que lo entrenó, entrará en un grave conflicto moral: ¿debe matar a John Paul para que los genocidios se detengan? ¿O debe sumarse a la causa y permitir que los genocidios continúen hasta que la civilización colapse y pueda crearse un nuevo orden?
Pero los planteamientos de la cinta todavía no terminan ahí. ¿Cómo es que John Paul causa los genocidios? El planteamiento central de la película es que existiría una especie de órgano o región ficticia en el cerebro que en algún momento detonaría el suicidio en los individuos. Este personaje plantea que originalmente dicho órgano habría aparecido como una suerte de mecanismo evolutivo que permitiría el control de las poblaciones humanas y, si bien ha tenido una función natural a lo largo de la historia de la humanidad, ahora podría ser empleado como un mecanismo para el darwinismo social o, más específicamente, como una mecanismo para una ingeniería social que permitiría cambiar el mundo y reconstruirlo. Apelando a una serie de estrategias neurolingüísticas, John Paul ha encontrado la forma de activar el órgano y considera que su misión es cambiar las circunstancias sociopolíticas que rigen al mundo. Frente a esta circunstancia, la última sección de la película invita al espectador a acompañar a Shepherd, quien parece haber aprendido las técnicas de John Paul y tiene que tomar una enorme decisión una vez que regrese a su país.
En resumen, un thriller sofisticado y fascinante que no teme abordar cuestiones políticas, sociales y morales, y que a cada escena de acción somete al espectador a multitud de reflexiones.