
Conecté el último de los cables a su correspondiente borna, tiré suavemente con los dedos para comprobar que el empalme era sólido y cuando consideré que el trabajo era satisfactorio hice un trazo en la casilla habilitada al efecto en la orden de servicio.
Con ese terminaba de montar los cuatro nuevos ventiladores del corredor 2-345. Aquel era el Segundo nivel, el asignado desde el principio a los Administradores, especímenes estirados y más decorativos que verdaderamente útiles. Según explicaban los Anales se trataban de los restos de los antiguos "burócratas". Resultaba un concepto divertido el de la ordenación de la sociedad en base al control absoluto u exhaustivo de cada actividad.
Antes de la Bomba el mundo funcionaba de esa manera, pero en la Ciudad las cosas eran muy distintas, y por eso me resultaba extraño, pero era lo que enseñaban los Anales, y sin otra fuente de información con la que cotejarlos, no quedaba más remedio que aceptar su contenido, por muy aberrante que pudiera parecer.
Una vez acabado el trabajo que me había llevado hasta allí debía cumplir con la segunda parte de mi "tarea", en realidad la parte más importante de a misma. Extendí descuidadamente un plano del nivel y lo estudié durante un par de minutos mirando de cuando en cuando los conductos que pendían del techo mientras intentaba dar la impresión de no comprender nada de lo que veía.
El Segundo nivel era básicamente idéntico a los restantes nueve niveles, al menos en lo que se refería a la estructura primitiva. Las continuas modificaciones y ampliaciones habían variado mucho el entorno, pero en lo primordial todos seguían siendo iguales, cuatro ejes en cruz a partir de los que, según el plan original, debería crecer el nivel.
Mi misión consistía en subir al Primero e intentar dar con cierto laboratorio que nos tenía bastante intrigados. Escogí para ello un acceso que servía para el acarreo de materiales, acceso solo usado desde los niveles 6 y 7 por Obreros y Auxiliares. En aquel momento, al no realizarse ninguna obra importante se encontraba vacío y no tuve ningún problema para llegar a mi destino. Con el plano de aireación en una mano y fingiendo un total desconcierto deambulé entre los Jerarcas que paseaban por los corredores sin ocupación aparente.
Era terrible la diferencia que existía entre ese nivel y el séptimo, tranquilidad, sosiego, un índice de espacio de un 1:100, en oposición al 1:4, del séptimo o al 1:1 del octavo, por no hablar de los niveles inferiores, y esa malditas miradas de superioridad de todos con los que me encontraba.
Me sentía bastante deprimido cuando uno de ellos me abordó con una sonrisa forzada y fría.
—¿Ocurre algo, Técnico?
Lo dijo como si la palabra Técnico le ensuciara la boca.
—Nada grave, he colocado unos ventiladores en el Segundo nivel y se me han perdido un par de conductos, así que he subido a ver hacia donde se desviaban.
—¿Conductos perdidos? Suena extraño.
—Sí, es muy curioso, mire. —extendí ante él el plano del Segundo nivel— Este debería salir de aquí y volver hacia acá, y éste otro bajar y entrar por aquí, y entonces... —desplegué un plano del primer nivel—...aparecer por el corredor 1-343, pero no hay nada ni remotamente parecido.
El Jerarca sonrió con desdén.
—Pero éste es el 1-325, un poco alejado de donde se supone que debiera estar su conducto.
—No tanto si estudia los planos con cuidado. —desplegué la sección transversal del conjunto— El conducto en cuestión atraviesa el sector 1-3, por aquí y por aquí, justo los 343, 334 y 325, ¿Ve?
El Jerarca se había perdido entre la maraña de líneas verdes, rojas, azules y amarillas. Para ocultar su desconcierto se permitió un comentario despectivo.
—Esto es el resultado evidente de una mala organización, estoy seguro de que se trata de una modificación que no se ha reflejado convenientemente.
—Tiene toda la razón, y hay que ponerle remedio de inmediato. Lo notificaré a Ingeniería para que tomen las medidas oportunas.
—Seria conveniente. Buen día.
—A seguir bien.
Se alejó de mi y al fin pude respirar tranquilo. Los conductos estaban donde debían estar. Incluso encontré algunos que no debían existir. Aquello era un indicio que en el Primer nivel trabajaban otros "técnicos" que escapaban a nuestro control, nadie era capaz de imaginarse a un Jerarca o un Administrador ensuciandose las manos, de modo que probablemente se trataran de Ingenieros habilidosos, y si todo el nivel estaba modificado de aquella forma, iba a ser difícil encontrar el lugar que nos interesaba.
Aceleré las observaciones para no levantar más sospechas y ya me disponía a abandonar el nivel cuando un encuentro inesperado me retuvo un instante. He dicho encuentro, no eso exactamente, mas bien una visión en la lejanía.
Al fondo de un corredor ciego, que según el plano no debía ser ciego, aparecieron dos Ingenieros sosteniendo entre ambos el tronco sin piernas de un robot. Fue solo un instante, salieron por una puerta y se metieron por otra en menos de un segundo, pero bastó para que me diera cuenta de que había encontrado lo que buscaba.
Disimulé un poco más, siguiendo un conducto principal sin mayor interés, y cuando lo consideré oportuno, me deslicé de nuevo por el acceso de materiales hasta el Segundo nivel, donde recogí toda la herramienta y volví al Cuarto nivel, a la sede del Sindicato.
Dalia, una electricista, y Marín, un fontanero ya estaban reunidos con Rubio, el jefe de organización. A ellos se les había encomendado idéntica misión que a mí, con las particularidades propias de su especialidad.
—¿Qué tal?
—Creo que ya lo tengo, en el sector tres, hay un corredor, el 339, que debería conectar el 330 con el 320, resulta que es ciego y además —hice una pausa efectista—, he visto un robot.
—Y has hablado con un Jerarca que se ha interesado por lo que hacías.
Me quedé pasmado.
—Se han burlado de nosotros, saben que sabemos lo de los robots y han montado un dispositivo de seguridad.
Me hundí en el sillón. Según me relataron, tanto en el sector 8 como en el 5, se encontraron con el mismo montaje. Nos tenían controlados, sabían de nuestros movimientos y muy posiblemente de nuestras intenciones.
Estaba claro que aquello iba en serio.

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Publicado originalmente el 12 de enero de 1997 en www.ciencia-ficcion.com