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LA REBAJA
Anselmo Vega Junquera

Tiempo estimado de lectura: 46 seg

dantetg, Pixabay License

—¿Es grave, Señor? —inquirió el robot.

El técnico se inclinó hacia delante para examinar mejor los desperfectos del robot. La articulación de la pierna derecha estaba inservible. El pie izquierdo, completamente aplastado. Un brazo había desaparecido. El pecho estaba hundido y la batería eléctrica perdía líquido a ojos vistas. Uf.... muy malo, pensó.

El Director de Androides y Mecanismos Cibernéticos, Inc., que había querido estar presente, preguntó a su vez:

—¿Cómo ocurrió?

—Pues verá, Señor —contestó el robot—, iba por la Avenida 23, a hacer un encargo de mi Señor, cuando de pronto un hombre quiso cruzar la calle, al tiempo que un camión de gran tonelaje se acercaba a alta velocidad.

—¿Y?

—Ya sabe que la Primera Ley nos obliga a salvar a un ser humano aún a costa de nuestra integridad física. Por consiguiente, salté hacia delante y conseguí librarle de un accidente inminente, pero no pude protegerme yo.

—Ya… —musitó el Director, como aceptando la explicación del robot.

El técnico se volvió hacia el Director y le dijo:

—Esta muy deteriorado. Tendremos que ponerle un cuerpo completo nuevo.

—Está bien. Trasládelo al Centro de Ensamblaje.

Cuando se hubieron llevado al robot, el Director quedó pensativo. Ese mes ya habían tenido más de una docena de casos similares. ¡No iban a tener beneficios, de seguir así! ¿Cómo resolverlo? De pronto se le ocurrió la gran solución. ¡Modificar la Tercera Ley!

Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Pues bien, solicitaría del Consejo de Administración que le añadieran… Siempre que la reparación no sobrepase los 1000 Dólares.

Si, eso sería… ¡Una buena rebaja!

© Anselmo Vega Junquera, (279 palabras) Créditos
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