
Ella se encontraba como era su costumbre sentada frente a la ventana de la recamara, contemplando un hermoso jardín iluminado por la luz de la mañana, contaba los segundos para que por fin pudiera verle de nuevo, había pasado solo un día aunque en su interior sentía que eran siglos los transcurridos desde su ultima visita. Fue entonces cuando escuchó que la puerta se deslizaba con suavidad mientras una voz la saludaba.
—Buenos días Amalia, ¿cómo estas?
—Muy bien gracias, ¿y usted?— respondió con nerviosismo.
—Igual que siempre, vengo a hacerte tu chequeo, y de paso te traje un regalo.
—¿Ya puedo salir al jardín?
—No, lo siento, debes esperar a que pase tu cuarentena.
—¡Qué lástima! pero cuando termine, me gustaría que usted me acompañara, ¿sabe? espero con ansia ese momento... aquí me aburro mucho.
—Por su puesto que si, eso me encantaría, pero lo que traje es otra cosa que te va a gustar mucho, mira un nuevo libro.
La mano de Amalia se extendió hasta alcanzar el pequeño disco que le era ofrecido, y con rapidez lo introdujo en la hendidura de una caja plástica de forma alargada, en seguida el objeto se tornó de un color marrón y, mientras ella lo habría, miles de pequeños puntos comenzaron a poblar las hojas sintéticas del falso libro, al cabo de unos segundos las páginas estaban llenas con palabras, y entonces ella leyó en voz alta:
—Jaime Sabines
—Es un poeta que vivió hace mucho tiempo, espero te guste.
—¡Claro que si! hoy mismo lo leeré todo.
—Bien, ahora extiende el brazo por favor.
Ella obedeció y con delicadeza extendió su brazo, mientras el sacaba de su bolsillo un tubo metálico que colocó sobre la blanca piel de la joven, en un extremo apareció una luz color verde y fue retirado, enseguida coloco el mismo tubo frente a uno de los ojos, un diminuto rayo rojo apunto hacia la pupila por unos instantes.
—Todo está normal, ahora descansa y por la tarde volveré a revisarte. ¿Está bien?
—Si, espero que podamos platicar un rato mas.
—Por supuesto, pero ahora debo irme, porque tengo mucho trabajo pendiente, así que nos vemos.
—Antes de que se vaya quiero darle algo
—¿Cómo?
—Tome —Amalia saco de debajo de su almohada una pequeña flor de papel, y la puso sobre la palma del doctor.
—Gracias— y ambos se despidieron con una sonrisa.
Al salir del cuarto una nueva puerta se abrió delante de él, y al cruzarla vio un panorama totalmente distinto a la placida habitación que dejo atrás. Un inmenso laboratorio lleno de técnicos que iban de un lado a otro, verificando las mediciones que aparecían en varias pantallas colocadas en fila una tras otra. Mientras avanzaba vio a un robusto hombre que le esperaba con un gesto de alegría, cuando estuvo lo suficientemente cerca lo saludó.
—Sr. Franks me da gusto que nos visite.
—El gusto es mío, Dr. Manceda, después de todo, la suya es la investigación que mas satisfactoriamente se ha realizado en este centro. Debo serle franco, yo era un tanto escéptico sobre este proyecto, pero ahora que veo los avances me doy cuenta que fue un acierto darle la autorización.
—Gracias, este es el sueño de toda mi vida, el lograr que un organismo cibernético logre emular patrones de conducta 100% humanos y de esa manera comprobar que los algoritmos diseñados por mi padre son efectivos.
—Por supuesto, su padre fue toda una figura aquí, y me complace ver que siga sobre los pasos de sus descubrimientos.
—Estoy emocionado al pensar en todos los beneficios que obtendremos cuando haya concluido la fase de pruebas, hasta ahora se ha logrado comprobar que con los estímulos correctos podemos modelar la conducta del ente.
—¿Estímulos correctos?
—Si, música, poesía, el ambiente, incluso el jardín holográfico que ve por la ventana, todos estos son datos que son interpretados por la red neuronal y transformado en actitudes y sensaciones, en este caso amor.
—Eso es muy interesante, y disculpe que lo interrumpa pero el verdadero motivo de mi visita es decirle que ya estamos empezando las gestiones para la patente de estas nuevas unidades. ¿Tiene idea de cuantos estarían dispuestos a pagar por que un bombón como ese les ofrezca un amor total e incondicional?
Manceda reaccionó de manera agresiva ante esta noticia.
—No puede ser, usted me aseguro que este proyecto estaría solamente en fase de investigación, no se puede negociar con este tipo de tecnología, eso seria una aberración.
—Doctor, no se ponga usted en ese plan, ya le dije en vista de los avances la junta directiva ha decidido lanzar una línea completa de estas unidades, imagine una vez en el mercado los compradores solo deberán descargar un perfil acerca de su persona en la base de datos del androide, y entonces tendrá amor instantáneo.
—Usted no entiende, ese no era el fin de la investigación, los resultados obtenidos se usarían el desarrollo y mejoramientos de sistemas inteligentes, el emular las emociones humanas tenía como propósito probar que los cerebros cibernéticos son capaces de realizar operaciones complicadas, tales como los mecanismos que rigen los sentimientos humanos.
—Vamos hombre, no se ponga así, eso también se va a hacer, pero ya le dije, la junta directiva ha decidido sacarle todo el provecho posible a este proyecto.
—Aún así, lo que la gente obtendrá cuando compre esta unidades, no será amor, sino una emulación creada a base de datos, todo será una mentira.
—Mentira, tiene usted razón, el secreto del éxito en este caso es la mentira, nuestros consumidores se engañaran así mismos creyendo que lo que tienen es real, y nosotros les mentiremos a nuestras unidades haciéndoles creer que son humanos.
El doctor Manceda miró a Franks con incredulidad mientras este al ver su actitud replico.
—¿Acaso creía que desconocía que solo se puede llegar al resultado final si el androide desconoce su origen artificial?
—Así es, el reconocerse así mismo como un ente artificial, causa un conflicto en el sistema principal, es por eso que se suprime esa parte dentro de la programación del cerebro
—Lo ve, no hay de que preocuparse, mire si le hace sentir mejor, el prototipo se quedará en este laboratorio, claro que con el fin de futuros desarrollos.
Manceda no acaba de salir de su asombro, Franks adivino la inquietud de su interlocutor por lo que dijo:
—Mire si lo que le preocupa es la gente que adquiera estas unidades, le diré algo, siempre habrá tontos capaces de creer algo que de ante mano saben que es mentira. Ahora, mi amigo, lo dejo para que siga adelante con su trabajo.
Manceda se quedó un largo rato pensativo, hasta que por fin sacó la pequeña flor que le había sido regalada y entonces reflexionó:
—Franks tiene razón Siempre habrá tontos.... y yo soy uno de ellos.