Sitio de Ciencia-Ficción
LOS CAZADORES
Anselmo Vega Junquera

Tiempo estimado de lectura: 1 min 13 seg

Free-Photos, Pixabay License

Xprt, gracias a sus ocho tentáculos, dirigía la nave con maestría. La operación era complicada para hacerla manualmente, pero él confiaba más en su mente que en los ordenadores de abordo. Sólo se requería que los controles se manejaran simultáneamente y para eso él (¿ella? ¿ello?) estaba perfectamente dotado.

Los otros pasajeros del vehículo espacial miraban atentos por las ventanillas, mientras la superficie se acercaba más y más. Espesos bosques, extensas llanuras y caudalosos ríos pasaban ante sus ojos, alternativamente, mientras ávidamente buscaban una señal de vida. Les habían prometido que en aquel Planeta había caza mayor y se relamían de gusto pensando en la estupenda cacería que les esperaba. Pero pasaba el tiempo sin que vieran pieza alguna, a pesar de haberse acercado lo suficiente para detectar algo, si lo hubiera.

—Nos han engañado... No vemos nada —se quejó Prtx, mientras apretaba con sus poderosas ventosas el arma que empuñaba.

—Espera... seguro que están escondidos —temporizó el piloto, haciendo al mismo tiempo un viraje para desandar el camino a menor altura.

Ahora estarían sólo a 100 metros. Las copas de los árboles más altos parecían acariciar el vientre de la nave, que ahora se desplazaba muy lentamente, gracias a su sistema antigravitatorio.

—Allí, allí veo algo! —exclamó Txpr, al tiempo que sus cuatro pares de ojos abarcaban toda la superficie visible.

El piloto inclinó el aparato para mejorar la vista, mientras los demás también observaban en la misma dirección. Efectivamente, allí abajo, una figura corría por un calvero de la selva, tratando de ocultarse entre la maleza.

—¡Bajemos! —exigió Rtxp, visiblemente nervioso ante la pieza que quería escapársele.

Con suavidad, la aeronave fue descendiendo en lo que parecía una explanada. Luego, al tocar tierra, pudieron comprobar que era una superficie de cemento, completamente lisa. No era pues natural, sino artificial, hecha por seres inteligentes. A su alrededor, ocultos entre la espesura, se adivinaban muros derruidos y edificaciones deterioradas, que quedaban ocultas por los grandes árboles. Detrás de aquellos, decenas de ojos miraban, complacidos, la llegada de los alienígenas.

Hacía tiempo que la Tierra había sufrido una espantosa guerra nuclear que destrozó la civilización. El Hombre tuvo que regresar a sus orígenes salvajes y dejar que la naturaleza invadiera toda la superficie. La maleza y los árboles sapultaron calles, plazas y edificios, desapareciendo con ello toda señal de civilización. Los pocos sobrevivientes ocuparon los refugios antiatómicos por muchísimos años. Pero los animales, sin poder resguardarse de la misma forma, casi habían desaparecido. Por lo tanto, la carne para alimentarse escaseaba, salvo la que...

—¡Ha llegado la comida! —susurró una voz en la espesura.

Y los humanos se lanzaron hacia la nave de... aprovisionamiento.

© Anselmo Vega Junquera, (443 palabras) Créditos
*Comentar este relato (Ya hay 3 comentarios)
 
Este relato ha sido leído 1242 veces desde el 9/08/06

Las opi­nio­nes expre­sa­das en los ar­tí­cu­los son de exclu­si­va res­pon­sa­bi­li­dad del co­la­bo­ra­dor fir­man­te, y no re­fle­jan, sal­vo ad­he­sión explí­ci­ta, los pun­tos de vis­ta del res­to de co­la­bo­ra­do­res ni de la ad­mi­nistra­ción del Sitio.

El Sitio no recopila datos de los navegantes y (casi) no usa cookies.ExplícameloTe creo