
I
—A ver Rojas, baje la nave 125 metros.
—Eso intento Don Fénix, eso intento.
—Coño Rojas, le he dicho 125 metros, casi se empotra contra esa colina.
—Lo, lo, lo siento, Don Fénix, yo... entre la escafandra y el visor.
—Cállese de una puta vez y enfoque esa arboleda.
—¿Cu, cu, cual, Don Fénix?
—Joder Rojas, ¿usted de vista no anda muy bien, no? Ahí a la izquierda. Ese macizo granate que tiene delante de sus narices.
—¿Eso son árboles, Don Fénix?
—Vaya con la mierda de los becarios. Me aseguran que hacen prácticas en xenobiología y cuando les sacas de un pino pinaster de la Tierra se cagan en los pantalones. Sí, Rojas, sí. Son árboles granates. De 20 a 30 metros de alto. Diámetro de tronco variable. Hojas tentaculares de color granate. Originales del planeta Centauro. ¿Recuerda usted que estamos haciendo un documental en el planeta Centauro, no?
—Sí, bueno. Los de la agencia de contratación me dieron un cursillo acelerado.
—¡Coño rojas que se traga los árboles! ¡gire 80º a la derecha!
—AAAIIINNN.
—¡Me cago en todo lo que se menea, Rojas, como se cargue la nave cámara le hago comérsela!
—OOOUUUHHHNNN.
—¿Qué coño? ¿Qué es eso? Pare la nave.
—¿Cómo, pero no...?
—¡Que pare la nave le he dicho! Acabo de ver algo. ¡Por fin! Gire la cámara acoplada 25º a la izquierda. Eso es. Zoom +37. Ahí estás cacho cabrón. Un macho, sí, creo que es un macho.
—Si me lo permite, Don Fénix, ¿que, que, que narices es ese monstruo...?
—Pues un centauro, cenutrio, lo que llevamos dos meses buscando en este puto planeta.
—¿Y que es todo ese líquido amarillo que está por todas partes? Es asqueroso.
—Es sangre de rata multípeda. Acaba de cazar una. Y se la está zampando. Siga rodando, por sus muertos, Rojas, siga filmando.
—Por la Virgen del Santo Socorro, no me han preparado en la universidad para esto, me dijeron que solo haría pruebas de acercamiento y...
—Muy bien Rojas, pues acerque la nave 16 metros.
—¿16 metros? pero está prohibido rodar a menos de 30 metros de la fauna local.
—¡Rojas o acerca usted la máquina o le mando de vuelta a Iberia con el agujero del culo tamaño agujero negro!
—Ya va, ya va. No sé Don Fénix, pero creo que... está oliendo algo. ¿No?
—No diga necedades. No está demostrado que los centauros...
—Ahora ha cogido lo que queda de la rata multiusos esa. Joder que grande es.
—Multípeda, Rojas, rata multípeda.
—La está elevando por encima de su cuerpo. ¿Qué hace? ¿Está levantando pesas de carroña?
—Rojas, deje ya de decir tonterías o.
—¡La ha lanzado! ¡La ha lanzado y viene directamente hacia... mi!
II
Música de la serie. Imagen de la galaxia 123-Q. Fundido. Titular de cabecera en 3D. EL HOMBRE Y EL UNIVERSO. UNA SERIE DE DOCUMENTALES DEL DOCTOR FÉNIX RODRÍGUEZ DE LA CHARCA. Fundido. Imágenes de xenofauna. Un multiforme corriendo a la vez que muta. Fundido. Un Kraken electrocutando un aquaraptor. Fundido. Una manada de osos enanos suicidándose colectivamente. Fundido. Titular del documental en 3D. CENTAURO, LA BESTIA DEVORA HOMBRES
.
—Para ya. No me gusta el título.
—Don Fénix, es solo un borrador, pero me pareció lo más adecuado, teniendo en cuenta lo que le ha pasado al pobre becario.
—Corrige, mierda de máquina. No sabemos todavía lo que le ha ocurrido a Rojas.
—Teniendo en cuenta la ley de probabilidades y los parámetros obtenidos hay un 89, 36% de posibilidades de que el centauro se haya comido a.
—¿Y la sangre? Si se lo ha comido ¿donde están los restos de Rojas? Cuando pudimos bajar a buscarlo no había dejado nada. Ni rastro de Rojas. Solo los restos de la nave cámara que se cargó ese bicho.
—¿Seguro que no hay más material filmado? Así tendría más parámetros que computar.
—No hay más. La rata multípoda se estampó directamente contra el circuito central. No tenemos imágenes del centauro zampándose al becario, así que no hay bestia devora hombres.
—Pero es una consecuencia lógica, con un buen montaje anterior y posterior de las imágenes podríamos.
—¡Qué no, joder!
—Si me permite, le haré otra pregunta, Don Fénix. ¿Qué cree que le ha pasado a Rojas? ¿Pudo huir? Si es así, no conoce la orografía, no tiene alimentos, ni agua, ni utensilios de supervivencia. Si no se lo come el animal centauro, se lo comerá el planeta homónimo. Bueno al menos la atmósfera es vagamente respirable y.
—No tengo ni puta idea de lo que le ha ocurrido al becario, computador periférico. Me importa un huevo si se esconde en una cueva del planeta o si se ha subido a un árbol granate del homónimo. La cuestión es que me ha jodido el documental.
—Hombre, Don Fénix, detecto en usted cierta inhumanidad con su equipo de trabajo.
—No puedes detectar nada de humanidad, eres una máquina. Y no creas que soy tan miserable. Ya he hecho una solicitud especial a la central de Iberia.
—¿Ha solicitado un equipo de rescate? Eso le honra, Don fénix.
—No. He solicitado que me envíen otra cámara nave, pero esta vez que sea con piloto automático.
III
Rojas se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Abrió los ojos con grandes dificultades. Intentó moverse pero no pudo. De alguna manera estaba atado. Se encontraba en una especie de claro, rodeado de árboles granates. Al fondo del claro, se distinguía claramente la imagen del animal alienígena que lo había capturado. ¿Capturado para que?
El becario sintió terror. Un terror atávico y primitivo. El instinto de supervivencia se puso en marcha y comenzó a intentar desasirse. Se removió. No quería que lo comieran. No quería estar en la despensa del centauro.
El centauro comenzó a acercarse. Mientras Rojas se debatía furiosamente por escapar, pudo ver con claridad como las patas del xenoanimal se desplazaban con sigilo hacia él, pudo ver su envergadura. Y su rostro. Y su boca. Al abrirla el centauro desplegó una serie de dientes en forma de sierra, como los tiburones.
Rojas gritó. Gritó de pánico y de impotencia. Por lo visto le había capturado porque estaba inconsciente por el choque. Había esperado pacientemente a que se despertara. ¿Por qué? Porque a este animal le gustaba comerse a su presas vivas.
A menos de medio metro de la bestia, Rojas se cagó en la escafandra. Y no lo hizo porque temiera ser devorado vivo, fue por lo que detectó en los ojos del centauro. Estaba equivocado. Los amarillos ojos del centauro no transmitían hambre, ni furia por defender su territorio. Sus ojos centelleaban de inteligencia.
Antes de que Rojas dejara de ser Rojas, recibió en su mente un mensaje. No era idioma hablado. Era una impresión mental. Y la impresión decía:
—Un recipiente nuevo y en perfecto estado de salud. Por fin un animal racional. Ya estaba harto de ratas... ¿multiusos? Que adjetivo tan gracioso. Me lo voy a pasar en grande con esta especie. Y ahora, a revertir sistemas orgánicos.
IV
—Excelente Rojas, simplemente excelente. Desde que le encontramos vivo no ha dejado usted de sorprenderme. Su trabajo con el documental del centauro nos va a hacer famosos.
—No tiene ninguna importancia, Don Fénix. Estoy aquí para ayudar.
—Lo que no termino de entender es como encontró tan rápido la ubicación del ejemplar de centauro.
—Bueno, Don Fénix, cuando me capturó me llevó a su guarida, era lógico encontrarlo allí de nuevo. Los animales tienen sus rutinas, ya sabe.
—Menos mal que pudo escapar.
—Bueno, los centauros suelen ser animales muy desconfiados y violentos, pero este en particular que hemos filmado parecía mucho más... sociable. ¿No le parece, Don Fénix?
—Yo diría que más. ¿No le pareció extraño esos movimientos que hizo cuando vio nuestra cámara? Casi parecía que quería decirnos algo.
—El computador periférico interpretó que hacia señas de algún tipo.
—¿Un xenoanimal inteligente, Rojas? Vamos, no sea ingenuo. Hemos visitado cientos de sistemas planetarios y aunque hay vida, no hemos detectado inteligencia.
—Lo que usted diga, Don Fénix.
—Además, usted mismo pudo comprobar por sí mismo su verdadera naturaleza. Ahora quiero pedirle disculpas personalmente pero no tenía personal cualificado para recuperar los restos de la nave cámara. Me denegaron mi petición de otra nave y tuve que mandarle otra vez abajo.
—No se disculpe, era mi obligación.
—Sí y ya ve lo que hizo ese bicho. Volvió a atacarle de manera brutal nada más verlo. Tenía que haberlo previsto.
—Es cierto. Qué lástima que tuviera que matarlo. A lo mejor hasta podríamos haberlo capturado. Pero mejor así. Al fin de al cabo, solo soy un becario en prácticas.
—De becario nada, Rojas. A partir de ahora es usted el nuevo operario de cámara, con plenos derechos en mi equipo y salario de técnico superior. Ya le digo que me ha sorprendido usted mucho. Pensaba que era usted un descerebrado y en los últimos días me ha sorprendido con conocimientos en xenobiológia xenobotánica, orografía... ¡e incluso mecánica cuántica! Se diría que no es usted el mismo, Rojas.
—No lo sabe usted bien, humano.
—Perdón, no le he entendido ¿Qué ha dicho?
—Que todo ha salido bien, hermano.
—Ah, pues nada. Ahora rumbo al planeta Hermafrodita. Le va a encantar.
—No lo dudo, Don Fénix, no lo dudo.

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Publicado originalmente el 17 de septiembre de 2006 en www.ciencia-ficcion.com