
Las noticias continuaron llegando estremecedoras, impactantes, insistían machaconamente, la invasión estaba derrotada. Destruidas sus inmensas naves, los supervivientes utilizaban sus dotes de camuflaje para intentar ocultarse. Gracias a su piel constituida por innumerables multiplacas reinsertables, sus huesos flexibles y su capacidad de reordenamiento glandular y orgánico reducían su tamaño e imitaban convincentemente a una persona.
En la cena, mi esposa estuvo desusadamente silenciosa, al moverse parecía vibrar y desdibujarse, exhalando un olor acre, casi eléctrico, me miró con tanto cariño que me apaciguó, una sospecha tomaba cuerpo pero decidí remontarla. Al ingresar al lecho me estremecí, mantuve acotado el temor, despacio pero con seguridad me volví hacia su cuerpo y me decidí a abrazarla.