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LA MANSIÓN
Adhemar Terkiel

Tiempo estimado de lectura: 7 min 40 seg

Simon Begichev, Pixabay License

De vez en cuando, me cuestiono cuál es el verdadero significado de la palabra año. Ante esa pregunta, siempre recibo dos posibles contestaciones; doce meses o trescientos sesenta y cinco días. Pero ¿qué es un mes, una semana, un día, una hora, un minuto o un segundo? Le doy vueltas al tema y la única respuesta que me viene a la cabeza es que se trata de unidades arbitrarias utilizadas para medir el interminable paso del tiempo.

Desde aquel día en que cambió mi vida, han transcurrido ochenta años y aún resta por pasar otros ciento veinte. Viejo, agotado, derrotado, sintiendo que he dado de mí lo máximo posible, que ha resultado totalmente insuficiente y sintiendo que no cumplí con la parte que me correspondía, me recuesto a pensar mientras mis bisnietos más pequeños corretean felices a mi rededor. Ellos serán tal vez, los padres de quienes vean el gran momento. Ya le di las últimas instrucciones a mi sucesor, por lo que ahora puedo cerrar los ojos y echarme a dormir.

* * *

La noticia fue muy dura para mí y para el resto de mis amigos. Tal vez nunca sabremos qué fue lo que ocurrió con el bueno de Gastón, qué lo llevó a optar por ese tan triste final. Esa mañana estaba lo más bien, y sin embargo, a la salida de la escuela parecía haber cambiado, cabizbajo fue a su habitación donde llenó la bañera de agua, penetró en ella y como si nada, se cortó las venas de ambas muñecas. Lo encontramos más tarde sin vida desangrándose en ese mismo lugar. Suponemos que algún nuevo conocimiento recién adquirido le afectó de tal manera, que ya nunca volvería a ser el mismo buen compañero, siempre dicharachero con un gran sentido del humor. Se destacaba por una sensibilidad muy grande que a la larga lo terminó perdiendo, pero no podía pasar por la mente de nadie que la misma acabaría por jugarle una tan mala pasada. Era gran ratón de la biblioteca y muy bueno como estudiante.

* * *

La mansión donde habito se caracteriza por ser tan grande como compleja. Posee un inmenso estar que, más que eso es un confortable salón de fiestas, con el techo a la altura de dos niveles, rodeado de columnatas jónicas y con un muy lujoso mobiliario estilo colonial. El imponente portal de acceso desde el exterior se encuentra siempre abierto de par en par, mas no se me autoriza a cruzarlo. Apenas pude alguna vez fisgonear de costado para alcanzar a duras penas a ver una fuente de agua delante de un tupido seto vegetal que sube hasta perderse de vista por encima del dintel.

En dicha habitación, el Capitán (así se hace llamar) es un magnífico anfitrión que recibe a toda hora la visita de un importante número de distinguidas personas. Todas ellas van siempre producidas y vestidas con ropas formales de extrema calidad y buen gusto. Los hombres suelen usar frac y las mujeres van con vestidos largos de fiesta. El capitán, pese a su edad y el deteriorado estado de salud, no se pierde ninguna oportunidad de permanecer el mayor tiempo posible departiendo sobre temas diversos con los invitados.

Yo participo algunas veces de esas reuniones, especialmente durante los horarios de ingestas. Hay sobre un rincón, un apéndice dominado por una amplia mesa señorial donde se sirve el desayuno temprano a la mañana, el almuerzo al mediodía, en la tarde se realiza un té y por la noche llega la cena. La comida es abundante y en la cocina trabaja personal permanente en tres turnos de ocho horas, tanto de cocineros como de mozos. Los primeros preparan alimentos elaborados y de muy agradables sabores mientras que los segundos sirven a los asistentes, tanto la comida como las bebidas, alcohólicas o no. Conozco ese tan particular ambiente ya que tengo mucha relación con quienes cumplen con sus jornadas laborales allí.

En el resto del tiempo, se realizan actividades sociales de todo tipo, tratando en sus diálogos temas complejos de adultos que en la mayoría de las ocasiones no alcanzo a comprender. Después de medianoche, comienza a tocar la orquesta y se inician los bailes que se extienden hasta muy avanzada la madrugada. Los ritmos varían desde los valses clásicos de Strauss hasta el rocanrol, pasando por tangos, twist, rumbas, etc. Al finalizar la música se retira la mayoría de la gente, pero siempre hay nuevos visitantes en la vuelta. En ningún momento, el gran salón se encuentra vacío. Por tal motivo, el personal de limpieza tiene serias dificultadas en la ejecución de su función, pero igualmente la realizan con extrema eficacia.

De continuo miro si entre los invitados se encuentra Noelia, ya que no quiero dejar pasar ninguna oportunidad de verme con ella. Nunca podemos hacerlo a solas ya que no se nos permite, pero su padre me prometió que cuando tenga la edad y me encuentre preparado, me dará gustosamente la mano de ella y podremos tener nuestro dormitorio para vivir juntos en pareja. Mientras tanto, solo me resta tener paciencia y esperar. Sé de ella mucho menos de lo que quisiera, por ejemplo me enteré que vive en una mansión un poco más pequeña ubicada muy próxima a la mía, dos niveles por debajo. No comprendo qué quiere decir con esto, espero que ella sí lo entienda.

Detrás de las columnatas, hay una piscina con spa para uso de la gente mayor, una pajarera, una pecera y un jardín interior. Estos tres últimos lugares son las únicas oportunidades que tengo de encontrarme de cara a la naturaleza, de escuchar el canto de las coloridas y variadas aves y olfatear el perfume de las hermosas flores. Tengo otra posibilidad de ver y oír otros animales, me refiero a los gatos que se pasean por los pasillos y ronronean cada vez que alguien opta por hacerles algún mimo. No alcanzo a comprender qué mecanismo se utilizó para que estos animalitos no se acerquen nunca a la pajarera y la pecera en busca de alimentos. Lo cierto es que los estuve vigilando y pude confirmar que no lo hacen.

En la planta alta están ubicados los dormitorios. Para acceder a ellos desde el estar, hay que subir por una escalera curva o un ascensor. Un pasillo da la vuelta alrededor del salón formando una terraza que mira hacia el hermoso espacio. Como abanicos salen corredores que llevan a las habitaciones. Ninguna está vacía, en todas ellas habita por lo menos un ocupante.

Mi dormitorio es de muy cómodas dimensiones y tiene un rebuscado decorado, con una mullida cama en el centro. No posee ventanas al exterior, al igual que el resto de las habitaciones. Pensándolo bien, en ningún lugar pude apreciar ventana alguna, así que no conozco el jardín exterior que rodea la mansión. De él me han hecho un sinfín de comentarios, así que espero algún día poder llegar a conocerlo. En todos los dormitorios hay baños incorporados como si se tratara de las habitaciones de un hotel de categoría, lo que resulta de gran confort para quienes vivimos allí.

Cada tanto, se encuentran en los pasillos, espacios de reunión donde nos juntamos los más jóvenes a conversar sobre nuestros asuntos y a jugar una variedad de juegos de mesa o de los naipes. Somos expertos contrincantes cuando nos enfrentamos a las damas y el ajedrez, así como la conga, el tute o el truco.

Al final de las circulaciones, están los accesos hacia los espacios donde nos dedicamos a otras actividades recreativas. Hay una sala de diversiones para los más chicos, llena de muy variados juegos. Aparte de eso, tenemos dos gimnasios y una piscina. Disfrutamos a lo grande cuando nos enfrentamos en partidos de fútbol sala, basquetbol y voleibol o cuando chapuzamos en la piscina. Tratándose de divertirnos, no nos faltan actividades a realizar. Y durante los partidos, no hacemos ninguna discriminación por el sexo de los jugadores.

En el segundo piso se encuentran la biblioteca y la escuela. Los libros que abundan en la biblioteca abarcan todos los temas posibles tratándose tanto de textos de estudio como de esparcimiento, pero predominan aquellos que versan sobre cuestiones científicas. Los hay en formato papel o digital, según cómo sean las preferencias y necesidades de los usuarios.

La escuela funciona con sillones donde el alumno se recuesta, se calza un casco y los conocimientos le llegan en forma inconsciente a través del sueño. Para eso, los equipos de aire acondicionado generan un gas que adormece a las personas facilitando el aprendizaje. Los temas y sus desarrollos están perfectamente estudiados y son los mismos para todos, por consiguiente no sabemos qué detalle de conocimiento llegó con tanta fuerza a Gastón sin que los demás notáramos nada en particular.

Tampoco me queda claro para qué nos sirve la enseñanza que nos aportan si estando siempre dentro de la mansión, no disponemos de oportunidades para utilizarla. Mis padres no cesan de insistirme que todo ello es de extrema importancia, pero me parece que ellos también desconocen su verdadera utilidad.

* * *

Ese día en la escuela se trataron temas científicos demasiado monótonos y reiterativos referidos a la cosmografía, con citas como ser; Aldebarán es una estrella gigante de color rojo anaranjado, la más brillante de la constelación de Tauro y la décima tercera más brillante del firmamento nocturno. Se encuentra ubicada a sesenta y cinco años luz de la Tierra... Mientras me llegaban esos conocimientos, me preguntaba para qué me podían servir si nunca me dejaron apreciar personalmente el cielo nocturno. Y no creía que me llegaran a dar tal oportunidad. Aparte, viviendo allí ¿para qué necesitábamos saber cómo se pilotea una nave espacial? ¿Acaso sirve de algo aprender a repararlas en caso de averías?

Sin embargo, cuando estábamos por finalizar la clase, me llegó un misterioso mensaje mental que traducido a palabras sería algo así como; El Capitán desea recibirte de inmediato en su despacho, en las afueras de la mansión...

Me levanté rápidamente y me retiré cambiando apenas unas pocas palabras con mis amigos y compañeros, sin entrar en los temas tratados ni en esta insólita citación. Finalmente podría salir por primera vez al exterior. Tuve que cruzar de extremo a extremo el salón de fiestas, como siempre atestado de gente. Estaba nervioso, lo que me obligaba a apresurarme de más en mis pasos. Lo busqué, mas no pude ver al Capitán en tanta aglomeración. Mientras me aproximaba al portal, se me cruzó el padre de Noelia quien me dijo;.

—Estuve considerando que ya te encontrás lo suficientemente preparado para recibir la mano de mi hija. Cuando termines con el Capitán, quiero verte para concretar el inicio de la unión.

Me quedé cortado ante esta proposición, aunque el hombre al notar mi perplejidad, continuó;.

—No tenemos tanta prisa y lo tuyo de ahora es más urgente. Así que andá tranquilo que después hablamos.

Me despedí y me dirigí al portal donde por única vez hasta ahora, los porteros no me cortaron el paso.

Y mi primera sorpresa fue descubrir que no había allí ninguna fuente ni cerco vegetal sino que frente a mí, se presentaba una gigantesca pantalla tridimensional con tales imágenes. El realismo era tal que me resultó costoso comprender que se trataba de una imagen virtual. Hacia ambos lados, se desarrollaba un pasillo mucho más amplio que los de la mansión, de aproximadamente unos cinco metros de ancho. En el piso brillaba intermitente, una hilera de flechas azules y rojas señalizando que debía trasladarme hacia mi derecha.

Seguí esa indicación. No llevaba mucha distancia caminando cuando vi un ascensor más grande que el de la mansión. Justo en ese momento, se abría la puerta y salía una pareja mayor de edad. Les pregunté de dónde venían a lo que me respondieron que provenían de otra mansión y se dirigían a la fiesta que estaba por iniciarse. Se les estaba empezando a hacer tarde y estaban un poco apurados, así que no insistí. Me saludaron con delicadeza y siguieron su camino, utilizando el mismo pasaje por el que iba yo, pero en la dirección opuesta.

Llegué a un vestíbulo con asientos mullidos de aspecto muy cómodo, aunque no pude aprovecharlos porque sobre la única puerta había un letrero que versaba; Despacho del Capitán. Pase sin llamar.

Me acerqué y la puerta al captar mi presencia, se abrió automáticamente, por lo que pude ingresar al despacho. Como era dable imaginar, se trataba de un gran ambiente, mucho mayor que mi dormitorio.

—Adelante, te estaba esperando —escuché la conocida voz cansina del Capitán al recibirme.

El anciano estaba como siempre en su silla de ruedas, dándome la espalda mientras observaba una pared donde estaba reproducido con realismo un cielo nocturno estrellado. La densidad de los cúmulos era mayor de lo que nos habían enseñado en la escuela y pese a que lo intenté, no pude identificar ninguna constelación. En el centro de la pared, brillaba una estrella anaranjada, mucho más grande e intensa que el resto.

Cuando me acerqué, me entró una terrible sensación de vértigo al comprobar que a medida que me acercaba aparecían nuevos astros en los bordes. No se trataba de una imagen sino de un gran ventanal que llegaba desde el piso hasta el techo. El pavimento comenzó a temblar debajo de mis pies, sentí que me iba hacia adelante y que me precipitaba irremediablemente en el vacío absoluto, que ya nada podría detener mi interminable caída.

El Capitán no prestó atención a mis sentidos, pero aguardó con paciencia a que mis sensaciones se normalizaran, a que me atreviera a estirar la mano para tocar el pulido cristal (supongo que de eso se trataba) y así comenzar a hablar señalando la estrella más brillante con el rostro.

—Es Aldebarán, nuestro destino. —Hizo una larga pausa antes de continuar, como esperando a que yo digiriera la información— Tardaremos aún alrededor de doscientos años antes de llegar. Tal vez tus tataranietos en su vejez alcancen a vivir ese día. Lamento mucho no poder estar con ellos para entonces.

Luego de eso, siguió un largo silencio que me costó interrumpir.

—¿Por qué nos mantienen en la ignorancia? —pregunté.

—Porque ya está estudiada la imposibilidad de saber cuál va a ser la reacción de la gente, tanto individual como colectivamente si se entera de la realidad antes de tiempo. Las reacciones que se pudieran generar serían incontrolables.

—Sí, lo sé —dije sombríamente al hacer memoria.

—Cuando estemos a una distancia mucho menor se informará a la población. A quienes les toque dar la noticia, les significará un trabajo enorme. Pero los que escuchen van a tener la certeza de abandonar esta jaula a la brevedad y su comportamiento será más controlable, pero ni vos ni yo estaremos cuando eso suceda. Mientras tanto, tendremos que permanecer así. Antes de enviar a nuestros antepasados a esta locura tan disparatada, se diseñó la nave y se creó el sistema social que pareció más indicado, el que tendría entre otras cosas, menos posibilidades de ser alterado por los rebeldes que suelen aparecer. Ya va a haber tiempo para rebeldías en el futuro. Y entonces aquí se van a producir un montón de cambios, tantos que nuestra sociedad pasará a ser irreconocible.

—¿Y porqué me lo informa a mí justo ahora? ¿No tiene temores respecto mi futura reacción?

—Yo estoy muy viejo y achacoso. No me queda mucho tiempo y pronto ya no estaré. Precisamos un sucesor que esté preparado para ejercer la capitanía de este trasto inmundo. Hace tiempo que estoy siguiendo tu proceso de crecimiento y no tengo ninguna duda de que sos el indicado. Estoy seguro de que este conocimiento no te va a afectar y que vas a ser un magnífico Capitán.

—Gracias por la confianza —balbucee. Dentro de mi cabeza sobrevolaba un sinfín de preguntas a formular. De hecho, no sabía por dónde empezar. Aunque el Capitán tuvo la gentileza de interrumpir mis reflexiones.

—Creo que te esperan tu novia y tus suegros. Andá con ellos y no te preocupes por mí que soy lo suficientemente duro como para aguantar algún año más. Mañana en la escuela empezás con tus instrucciones. A la salida, date una vuelta por acá y conversamos con más profundidad sobre tus nuevas tareas. ¡Ah! Me olvidaba, para el futuro de nuestra comunidad necesitaremos que nazcan muchos niños, espero que tampoco me falles en eso.

Dejé el despacho aún temblando en mi inseguridad. Iba con un extraño conocimiento al reencuentro con Noelia, temeroso por esos cambios que se avecinaban en mi vida y por ese saber que aún hoy lamento tanto haber aprendido.

FIN.

© Adhemar Terkiel, (2.763 palabras) Créditos
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