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Crónicas CienciaFiccionísticas, 51
La llegada del futuro
por Guillermo Ríos Álvarez

Tiempo estimado de lectura: 3 min 41 seg

MATRIX

A mediados de la década de 1990, la oleada cyberpunk ya podía darse por superada, y la consagración de THE MATRIX como clásico del cyberpunk a finales de la misma década era un fiel indicador de que el grueso del público ya estaba preparado para vivir en ese otro lado. La década siguiente vio un desarrollo explosivo de Internet, que cambió nuestra manera de relacionarnos con el mundo: mientras que en la década anterior el navegar a través de la World Wide Web era una actividad precaria y complicada, en el 2000 surgieron o se expandieron una enorme cantidad de herramientas informáticas que literalmente trajeron el futuro al presente. En 1900, una novela o película que hubiera hablado sobre correo electrónico, Google, Facebook, Twitter, Wikipedia, etcétera, hubiera sido una prospectiva o una ciencia-ficción tremendamente alucinógena, mientras que una novela o película de los 2000s tratando sobre esos mismos temas ya no es ciencia-ficción sino literatura costumbrista: ahí están películas como RED SOCIAL o QUÉ PENA TU VIDA para corroborarlo. Además, cada vez más y más gentes en los medios de comunicación y en el mundo cultural se habían criado con ciencia-ficción, considerada ésta como algo mucho más respetable que en los tiempos más duros del ghetto gernsbackiano, y por lo tanto, dicho ghetto empezó a venirse fulminantemente abajo. De esta manera, la característica definitoria de la ciencia-ficción posterior al año 2000 es la demolición de las barreras entre la ciencia-ficción y el resto de la cultura popular: la antigua expresión es algo de ciencia-ficción, que se usaba para señalar algo insólito, increíble o imposible, ahora casi no tiene cabida debido a que el mundo predicho por la ciencia-ficción ES posible, y lo estamos VIVIENDO EN ESTE MISMO INSTANTE. Ustedes mismos, sin ir más lejos, están leyendo las Crónicas CienciaFiccionísticas, gracias a un artilugio de ciencia-ficción llamado Internet.

Aunque podría haberse predicho lo contrario, todo esto ha significado una cierta implosión del cine de ciencia-ficción, el que no sólo ha perdido fuelle y creatividad, sino que también se ha conformado con ser refrito de otros aspectos de la cultura popular, o incluso de su propio pasado. Después de todo, si ya vivimos en un entorno de ciencia-ficción, es poco lo que la ciencia-ficción, o al menos la más clásica, puede hacer para ayudarnos a entender y movernos en este entorno. Muchas películas de ciencia-ficción posteriores al año 2000 tienen por lo tanto tramas y situaciones propias de las películas de serie B de la época del atompunk, pero ahora alcanzan una enorme notoriedad y son las que más presupuesto chupan de los grandes estudios, así como las que generan mayores utilidades a los mismos, desplazando al cine serio o al cine arte que durante el medio siglo transcurrido desde el auge del sonoro hasta la revolución informática, era el más vistoso y prestigioso de todos. Ahora bien, sucedió en paralelo que Estados Unidos sufrió el atentado contra las Torres Gemelas, y por lo tanto creció el terror y la inseguridad, por lo que, consecuencia colateral, la cultura popular se llenó de hombres fuertes: con esto, la rama de la ciencia-ficción que mayor auge cobró, fue el cine de superhéroes. Muchos consideran que los superhéroes no son parte de la ciencia-ficción, pero si no lo son, a lo menos debemos conceder que existen fuertes conexiones: entre las películas de superhéroes de los 2000s encontramos mutantes (X-MEN), arañas radiactivas (SPIDER-MAN), alienígenas (SUPERMAN REGRESA), armaduras de combate (IRON MAN), o guerreros hipertecnologizados (THE DARK KNIGHT). Puede que sea buena o mala ciencia-ficción... pero sigue siendo ciencia-ficción.

LA CARRETERA

Otro rasgo característico de la demolición del ghetto, es que por primera vez en décadas se ha producido una irrupción considerable de escritores afuerinos y de la intelectualidad hacia el campo de la ciencia-ficción. Es cierto que hasta bien avanzado el siglo XX, escritores serios como Aldous Huxley no rechazaban escribir ciencia-ficción como literatura seria, pero después del crecimiento del ghetto y su consolidación en la Era Campbelliana, la intelectualidad literaria tendió a volverle la espalda. Existen excepciones significativas, como por ejemplo el ciclo Canopus en Argos de la escritora Doris Lessing, escrito entre 1979 y 1983, pero cuando ella obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2007, no recuerdo ninguna reseña periodística en donde se dijera que ella había escrito ciencia-ficción, además de literatura realista o comprometida. Pero en el paso de la década de 1990 a los 2000s hemos visto obras de ciencia-ficción vendidas como literatura seria de la mano de Michel Houellebecq (LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA de 2005 trata sobre clonación), Cormac McCarthy (LA CARRETERA sobre un mundo después del Apocalipsis), etcétera. Sea por ignorancia supina, sea por descarado reclamo editorial, muchas de esas obras se han vendido como aquellas destinadas a abrir nuevos rumbos a la literatura, haciendo tabula rasa de toda la tradición literaria anterior de la que beben, a veces bien, y no pocas veces mal o con una falta de originalidad que hace vivo contraste con la publicidad alrededor.

Como parte del mismo bloque de fenómenos, vino el auge del remake, como una manera de traer directamente desde el pasado aquellos elementos que configuran la estética y los temas posteriores al año 2000. Quizás la serie televisiva pionera en el arte del reciclaje fue LOS EXPEDIENTES SECRETOS X. Emitida entre 1993 y 2002, la serie adoptaba la premisa de una serie anterior llamada Kolchak, sólo que reemplazando al periodista por una pareja de agentes del FBI como protagonistas. Tanto los monstruos de la semana como la gran conspiración que envolvía la trama de fondo, eran en realidad actualizaciones de motivos narrativos propios del más rancio atompunk, incluyendo los infaltables extraterrestres bajitos y cabezones. Aunque todo esto, combinado con casos paranormales, e incluso en alguna ocasión con un caso de índole cyberpunk escrita por William Gibson mismo, nada menos. En los 2000s llegaron remakes directos: el más exitoso de todos fue Galactica, pero tampoco es desdeñable el remake de V, que se merecía mejor suerte de la que tuvo cuando cayó el hacha sobre ella con apenas dos temporadas y veinte episodios. Sintomáticamente, en ambos casos la serie original tenía unas tres décadas de antigüedad, un salto de una generación completa entre un grupo de televidentes y el siguiente.

HOMÍNIDOS

¿Y cómo se defienden los escritores de ciencia-ficción más puros frente a La llegada del futuro? Una de las reacciones más obvias es incrementando el factor hard dentro del género. De esta manera, la ciencia-ficción más dura, científica y tecnológica encontró un nuevo auge, quizás buscando mantener o reconstruir el ghetto tradicional. Quizás el pionero de esta tendencia sea Kim Stanley Robinson, cuya carrera había comenzado en medio de la resaca de la Nueva Ola, y que en la década de 1990 hizo historia dentro del género al publicar su Marte tricolor, en la que describe un vasto fresco futurista de intrigas con la terraformación de Marte como trasfondo. No pocas novelas de ciencia-ficción posteriores al 2000 han completado el círculo y vuelto a las raíces de la ciencia-ficción campbelliana y aún la gernsbackiana de comienzos del siglo XX, transformándose en gruesos tratados sobre Mecánica Cuántica y teorías cosmológicas, con la trama de la novela y sus personajes sirviendo apenas como pretexto o soporte para la enunciación prolija de ideas científicas. En esta versión más dura del género podríamos destacar a Greg Bear, a Robert Charles Wilson o a Vernon Vinge. Lo que no quiere decir que se hayan excluido las posibilidades sociológicas del género: quizás lo más destacado en esta línea que curiosamente entronca un tanto con la ciencia-ficción utópica del siglo XIX, sea la trilogía de novelas dedicadas a un universo paralelo Neanderthal escritas por Robert J. Sawyer (HOMÍNIDOS, HUMANOS e HÍBRIDOS). En el aparente final del camino, la ciencia-ficción vuelve a arreglárselas para, en cierta medida, regresar a sus propios orígenes.

© Guillermo Ríos Álvarez,
(1.331 palabras) Créditos Créditos
Publicado originalmente en Guillermocracia el 21 de agosto de 2011
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