
Con el progresivo cambio de enfoque de la ciencia-ficción, desde la tecnología y las ciencias duras hacia la calidad literaria de los relatos, comenzaron a infiltrarse preocupaciones más humanistas
dentro del campo. Y era prácticamente inevitable que esta nueva hornada de autores en la cima, al preocuparse más por el ser humano, no intentaran a su vez trazar retratos de la sociedad. No es que los escritores clásicos bajo la batuta de Campbell no hubieran escrito nada sobre el tema (el propio Isaac Asimov en muchos sentidos, con sus relatos sobre las relaciones de hombres y robots, o sobre sociedades históricas del futuro, es una figura de transición) Pero ahora, siendo más libres los escritores para utilizar recursos literarios en vez de la prosa más bien plana de la época campbelliana, tenían también mejores herramientas para tratar literariamente estos temas.
Uno de los precursores en esta tendencia fue sin lugar a dudas A. E. van Vogt, de quien ya hemos mencionado su LOS MONSTRUOS DEL ESPACIO. Su novela EL MUNDO DE LOS NO-A, publicada en 1948, aborda derechamente el tema del totalitarismo, muy en boga después de la victoria sobre el Nazismo en la Segunda Guerra Mundial. La novela trata sobre una sociedad futurista y utópico en el cual todo se vive como en el mejor de los mundos posibles... hasta que las inevitables fallas empiezan a revelar la verdad sobre la sociedad. Para describir el mundo de los No-A (los no aristotélicos
, aquellos que no se guían por la lógica sino por la intuición) van Vogt recurre a la Lingüística, disciplina científica hasta entonces escasamente abordada por los autores del género.

En un terreno diferente, los novelistas Frederik Pohl (antiguo futuriano, y como señalamos, un importante editor de la época) y Cyril Kornbluth (otro destacado futuriano) unieron fuerzas para escribir MERCADERES DEL ESPACIO. La novela, publicada como libro en 1953, es una despiadada sátira del capitalismo. En MERCADERES DEL ESPACIO vemos una sociedad futurista en donde el consumismo ha llegado a extremos tales, que las grandes corporaciones han subvertido al Gobierno, y en realidad SON el Gobierno: existen unos pocos afortunados que son gerentes de grandes corporaciones, y el resto son una masa de siervos semiasalariados que luchan por comprar lujo como símbolo de estatus social, mientras que los recursos naturales más indispensables se hacen cada vez más escasos. La novela tiene una intención claramente satírica, pero parte de la gracia se ha perdido debido a que describe con demasiada precisión el desarrollo que ha experimentado el mundo en los siguientes cincuenta años. Como de costumbre, la novela generó posteriormente una secuela (LA GUERRA DE LOS MERCADERES)
Poco antes, en 1952, el autor Bernard Wolfe había publicado su novela LIMBO, que marcó un pequeño hito. Hasta el minuto, las visiones del futuro solían separar a los seres humanos y las máquinas, mientras que LIMBO se adentra en un concepto inquietante para la época: la idea de que los seres humanos podrían reemplazar partes corporales por componentes cibernéticos, y aún más, querer mutilarse voluntariamente para incorporarse dichas mejoras. LIMBO no sólo es una novela pionera en un tema que después será central en el posthumanismo, y es un anticipo lejano de lo que desembocará en el cyberpunk, sino que además lo hace con una precisión notable, describiendo en profundidad las consecuencias que tendría para la sociedad una evolución que integre a la máquina y el ser humano, en términos de mentalidad, organización social, religión, etcétera.

Y en una dirección bastante diferente, pero también con ciertas preocupaciones sociológicas, aparece la figura de Theodore Sturgeon. Este autor es considerado como de ciencia-ficción, a pesar de que muchos temas difícilmente pueden considerarse como científicos
, y menos en una época como la suya, en que la ciencia-ficción llevaba una pesada mochila tecnológica sobre sí. En LOS CRISTALES SOÑADORES (1950) Sturgeon describe la existencia de unas criaturas vivas de forma cristalina, que son capaces de pensar y soñar, y estos sueños y pensamientos los materializan en su mundo alrededor, siendo en un primer examen absolutamente indistinguibles de los objetos materiales propiamente tales. Es decir, tenemos acá una fantasía idealista y filosófica con ropajes de ciencia-ficción, algo inusitado para la época. Pero su obra más reconocida es MÁS QUE HUMANO (1953) en la que un grupo de descastados sociales en nuestra sociedad presente descubren que poseen poderes sobrehumanos (capacidad de teletransportarse, telepatía, etcétera) y se van ensamblando poco a poco en un organismo que es más de la suma de sus partes (los humanos que los componen, en este caso) Aunque el tema daba para un tratamiento al estilo superheroico, como hubiera sido en la Edad de Oro, y como de hecho será después con los mutantes de X-Men, Sturgeon opta por un enfoque humanista y sociológico, teñido de melancolía. Al igual que el resto de los autores reseñados en este capítulo, Sturgeon estaba focalizado en el ser humano y en sus debilidades, y la ciencia-ficción pasaba casi a ser un decorado sobre el cual tratar otra clase de preocupaciones que no tenían mucho que ver con el progreso tecnológico en sí.