
Como ya se apuntaba en la primera parte de este estudio, convivirán en nuestro futuro, sociedades que se van a caracterizar por una estructura alegórica fuera de toda duda.
En atención a este carácter simbólico, algunos cineastas sumergen sus entramados en sociedades alejadas del arquetipo convencional. Esta transgresión, le va a servir a John Carpenter para aventurar una sociedad marciana de corte ginecocrácico, en FANTASMAS DE MARTE, o a George Lucas, para definir los estamentos ultra-burocráticos de un film con nombre, dicen, de individuo: THX 1138. La idea de una humanidad enterrada en el subsuelo terrestre no es nada nueva en el campo prospectivo. La han recogido, entre otras, las películas METRÓPOLIS, LA MÁQUINA DEL TIEMPO, 12 MONOS o THE MATRIX, las cuales coinciden, a su vez, en presentar una superficie devorada por los excesos de la raza humana y un futuro precario y poco venturoso.

En otro ámbito conceptual, coinciden en estos filmes dos ideas antagónicas relacionadas con la natalidad. En CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE (SOYLENT GREEN), la superpoblación condena a la humanidad hasta el punto de que llegan a escasear los recursos alimenticios. Extremo, que LA FUGA DE LOGAN evita de forma drástica, cercenando la vida de aquellos que rebasan la treintena por una simple cuestión de equilibrio social.
La nota de color, y nunca mejor dicho, a estas sociedades antiutópicas, la ofrece la televisión en uno de sus productos más competentes: Futurama, serie de dibujos animados creada por Matt Groening (osea, el padre de Los Simpsons), que presenta la historia de un repartidor de pizzas del Siglo XX que, tras haber sido criogenizado, despierta en el Mundo del Futuro para comprobar, de primera mano, que el paso del tiempo únicamente sirve para cambiar el color de nuestros cabellos.