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EL POLÍTICO
EL POLÍTICO EE.UU., 1949
Título original: All The King´s Men
Dirección: Robert Rossen
Guión: Robert Rossen, novela de Robert Penn Warren
Producción: Robert Rossen
Música: Louis Gruenberg
Fotografía: Burnett Guffey
Duración: 110 min.
IMDb: tt0041113. Doblaje: (es-ES)
Reparto: Broderick Crawford (Willie Stark); John Ireland (Jack Burden); Joanne Dru (Anne Stanton); Mercedes McCambridge (Sadie Burke); John Derek (Tom Stark); Sheperd Strudwick (Adam Stanton); Ralph Dunke (Tiny Duffy); Anne Seymour (Lucy Stark); Raymond Greenleaf (Juez Stanton); Walter Burke (Sugar Boy); Will Wright (Dolph Pilsbury); H. C. Miller (Pa Stark)

Tiempo estimado de lectura: 6 min 37 seg

Sinopsis

Willie Stark, un hombre no muy inteligente pero honrado y dotado de un gran carisma, decide meterse en política para defender la causa de los humildes, siempre aplastados bajo la bota de los poderosos y sus servidores, los políticos profesionales. Dispuestos a impedir que un hombre honesto alcance el poder, los caciques del Estado, recurriendo a las artimañas más viles, consiguen que Stark pierda las elecciones. Éste, convencido de que sólo él puede hacer algo por los trabajadores, por los pobres, por los desheredados, opta por emplear las mismas armas que sus antagonistas. Por fin, tras largos años de lucha, resulta elegido gobernador del Estado. Pero para entonces ya no es el sencillo hombre de campo que aspiraba a mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos, sino un político endurecido y corrompido por el mismo sistema que quería combatir.

La mierda es caprichosa, y algunas veces se te queda pegada.

Willie Stark
Robert Rossen
Robert Rossen

Aunque en general tiende a considerarse su segunda película como director, CUERPO Y ALMA (BODY AND SOUL, 1947) —la primera fue JOHNNY O´CLOCK (ídem, 1947) — como el mejor film de la carrera de Robert Rossen (1908-1966), yo sostengo que ese honor le corresponde a EL POLÍTICO, porque no sólo es un brillante ejercicio de cine negro, sino también un impactante y extraordinario documento sobre la parte más oscura del funcionamiento de la política en las sociedades modernas y presuntamente democráticas.

Fascinado por la novela de Robert Penn Warren TODOS LOS HOMBRES DEL REY (ALL THE KING´S MEN), ganadora del Pulitzer, Rossen, ansiando llevarla a la pantalla, adquirió por su cuenta y riesgo los derechos cinematográficos de la misma. Ante la imposibilidad de afrontar el rodaje de la película en solitario, entabló negociaciones con Columbia Pictures, que dado el tremendo interés despertado por el libro se avino a hacerse cargo del proyecto. Columbia pretendía que alguien de la casa se ocupara de la producción, pero Rossen se negó en redondo, pues desde un principio su intención era dirigirla y producirla él mismo. Ante el temor de que el cineasta optara por contactar con otro Estudio, Columbia cedió, y así Rossen, que también se ocupó del guión, logró su propósito de controlar al máximo la realización de la película.

La preproducción no estuvo exenta de problemas. Rossen alteró un tanto el enfoque de la historia, otorgándole todo el protagonismo al personaje de Willie Stark en detrimento del de Jack Burden, que era el verdadero protagonista de la novela, cosa que al parecer no gustó nada a Robert Penn Warren. Pero lo más difícil fue la elección del actor que debía encarnar a Willie Stark. En Columbia Pictures querían a una estrella de reconocido prestigio y propusieron a John Wayne, a quien Rossen respetaba y admiraba, a pesar de saber que sus ideas políticas estaban en las antípodas de las suyas. En un principio, el legendario actor se mostró interesado por el papel, pero cuando leyó el guión se mostró muy contrariado, ya que, a su juicio, el argumento estaba lleno de exageraciones y ofrecía una imagen muy negativa de la democracia estadounidense. Wayne, todo un símbolo de los mejores valores del americanismo, reconocía que el sistema político de su país no era perfecto, pero se negaba a admitir que estuviera tan podrido como el guión de Rossen daba a entender. Aunque éste trató de explicarle que el film estaba concebido como una ficción sobre los fallos del sistema y el componente corruptor que acompaña al poder, más que como una crítica despiadada de la política americana, Duke no dio su brazo a torcer. La única manera de que aceptara interpretar el personaje era modificando el desenlace de la historia, para que en el tramo final de la película Willie encontrara un modo de redimirse y volviese a ser el hombre honrado y bueno que era al principio. A Rossen, como es natural, le repelía ese concepto buenista y políticamente correcto del happy end institucionalizado en Hollywood, de modo que se negó a alterar la esencia del relato para complacer a Wayne. El encontronazo dialéctico entre actor y director fue de los que hacen época. Ambos se radicalizaron en sus respectivas posturas ideológicas, y, según parece, nunca más volvieron a dirigirse la palabra.

Como en Columbia insistían en dar el papel a un actor famoso, se barajó el nombre de Spencer Tracy, pero éste no estaba disponible y, por otra parte, no mostró demasiado interés por el asunto. Así las cosas, fue Rossen quien dio con el intérprete adecuado para dar vida a Willie Stark, y no fue otro que Broderick Crawford, secundario de sólida trayectoria, que con esta película se consagraría como un gran actor de carácter a tener en cuenta por la Industria, no en vano su genial interpretación fue premiada con el Oscar al mejor actor principal. Para el resto de los personajes fueron seleccionados un puñado de excelentes actores de reparto, entre los que destacó el siempre correcto John Ireland. Mercedes McCambridge, la inolvidable villana de JOHNNY GUITAR (Idem, Nicholas Ray, 1954), debutó en esta insuperable cinta de Rossen con un papel que le valdría el Oscar a la mejor actriz secundaria.

En plena campaña
En plena campaña

Película de tema como poco arriesgado en una sociedad tan conservadora como la norteamericana, EL POLÍTICO fue blanco de las iras de los sectores más ultraconservadores desde el mismo momento de su estreno. Por todo el país se alzaron voces exigiendo su prohibición, alegando que no era más que burda propaganda roja, extremo que parecía confirmar el hecho de que Rossen hubiese militado en el Partido Comunista americano hasta fecha más o menos reciente. La campaña orquestada contra esta magnífica obra afectó negativamente a su rendimiento en taquilla, pues, aunque su carrera comercial no fue mala del todo, la paranoia anticomunista que envenenaba la mente del ciudadano medio norteamericano provocó que parte del gran público rechazara la cinta. La opinión mayoritaria era que se trataba de un film subversivo y peligroso, que cuestionaba abiertamente los principios y valores en que se basaba la Democracia americana. Pero nada más lejos de la verdad. EL POLÍTICO era, en realidad, un film honrado y valiente, donde se revelaban a los espectadores los aspectos menos edificantes de la política interna estadounidense, y se exponían a la luz del día las lacras que corrompían el sistema.

Como todo film noir que se precie, la cinta se presta a varias lecturas. Tenemos, en principio, una nítida radiografía de la dinámica dominante en la política estadounidense de finales de los años cuarenta, marcada por los intereses de unos grupos de presión que controlan a su antojo a un ejército de políticos de oficio y funcionarios venales. Funciona también como eficaz denuncia del populismo, explicitado en la forma en que Willie Stark maneja a las masas para lograr su apoyo, y, sobre todo, en su modo de proceder una vez accede al poder, erigiéndose en una especie de déspota simpático, que promueve obras tan fastuosas como innecesarias, mientras se olvida de las necesidades reales del pueblo.

Pero en EL POLÍTICO los ciudadanos, el pueblo llano, los humildes, tampoco salen muy bien parados. Ellos también tienen su parte de culpa en lo que sucede, pues se dejan manipular con demasiada facilidad por los agentes de uno u otro bando en liza, y siguen escuchando los cantos de sirena de Stark y sus secuaces incluso cuando se ha demostrado, más allá de cualquier duda razonable, que éste se ha corrompido hasta la médula, y que lo único que le interesa es seguir en el poder al precio que sea.

No fue esta la primera vez que Hollywood abordó el espinoso e incómodo tema de la corrupción política, pues una década antes el gran Frank Capra había ofrecido una visión nada ejemplar de las prácticas ejercidas por algunos padres de la patria en su memorable CABALLERO SIN ESPADA (Mr. SMITH GOES TO WASHINGTON, 1939), centrada en los quijotescos esfuerzos de un joven idealista (magnífico James Stewart) por sacar a la luz los turbios manejos de un grupo de senadores corruptos. Pero sí fue la primera ocasión en que el cine expuso el problema con claridad y extrema crudeza. Si en el film de Capra alentaba el espíritu de la redención y regeneración del sistema, personificado por el honesto Jeff Smith encarnado por Stewart — y, hasta cierto punto, por el corrompido senador que, arrepentido de sus fechorías, decidía revelar la verdad (extraordinario Claude Rains) — sobre el de Rossen planeaba la sombra de la fatalidad y el pesimismo. Capra, como siempre, construyó un final esperanzador, consecuente con su personalidad como realizador y con su particularísima concepción del cine. El bueno de Frankie nunca pretendió mostrar en sus películas la vida como es, sino como él pensaba que debía ser; de ahí que concibiera sus films como entretenidas fábulas morales, donde casi siempre triunfaban el bien y la justicia. Rossen, por el contrario, huía del convencionalista happy end caprano, pues aspiraba no a ofrecer agradables fabulaciones sobre los problemas de la sociedad norteamericana de su tiempo, sino a exponérselos con claridad y sencillez a sus compatriotas en formato de ficción cinematográfica. En este sentido, se podría decir que Frank Capra fue el cantor de la democracia americana y del optimismo postulado por el american way of live, y Rossen, uno de los cineastas que con más acierto cuestionó ciertos aspectos del sistema político y social imperante entonces en USA. Sea como fuere, lo cierto es que Rossen consiguió rodar uno de los títulos más importantes y controvertidos del cine negro americano, una corrosiva parábola fílmica sobre la perversión de los ideales más nobles en aras de la propia conveniencia, la amoralidad innata de cierta clase de representantes públicos, y la indefensión de la sociedad ante los poderes fácticos que controlan a su antojo todos los resortes de la misma.

El film presenta, en la mejor tradición del cine negro, una abigarrada galería de personajes negativos, a cada cual más interesante. Tenemos un reportero supuestamente idealista y de buena familia (Burden), que no duda en convertirse en cómplice de las fechorías de Stark, ejerciendo funciones de comisario de propaganda; una bella y manipuladora arpía (Sadie) dispuesta a lo que sea, incluso a convertirse en la querida de un hombre al que en el fondo desprecia (Stark), con tal de alcanzar sus propósitos; un juez de trayectoria intachable (Stanton), que oculta un incómodo esqueleto en el armario de su pasado; un descerebrado tartamudo del que todos se ríen (Sugar Boy), que acabará siendo el más leal de los matones a sueldo del protagonista... El desfile de seres corrompidos en mayor o menor medida por la erótica del poder es abrumador. Pero el más patético de todos ellos es Willie Stark, a quien Rossen presenta como víctima de su propia ambición. Porque EL POLÍTICO es el relato del descenso a los infiernos de un hombre en principio honesto y bueno, fuerte en apariencia pero débil en el fondo, que al tratar de combatir la injusticia empleando los mismos métodos que los corruptos, termina por convertirse en uno de ellos. El punto de inflexión en la vida de Willie Stark, el instante en que toma la decisión de abandonar el camino recto y asumir las sucias prácticas de sus rivales llega cuando, tras perder las primeras elecciones a las que se presenta, asume la derrota con serenidad y afirma que la próxima vez será diferente, porque he aprendido a ganar. Es en ese momento de la historia donde muere el sencillo ciudadano de Kenoma, que tan sólo aspiraba a lograr ciertas mejoras en la calidad de vida de sus paisanos, y en el que surge el político profesional, duro, despiadado y amoral, para quien alcanzar el poder y mantenerlo pasará a ser su único objetivo.

Willie Stark desatado
Willie Stark desatado

La moraleja del film está clara: si las personas que acceden a la política se corrompen, es porque el sistema parece concebido para facilitar esa corrupción. Lo que urge, por tanto, es democratizar al máximo las estructuras del poder político, encontrando el modo de que estén sometidas de manera efectiva al control ciudadano, a fin de acabar con esa suerte de dictadura encubierta que llamamos partitocracia. Porque sólo así se podrá impedir que caudillos populistas que nunca traen nada bueno, como el protagonista de esta película, alcancen el poder.

EL POLÍTICO es, sin duda, la obra más personal y lograda de Robert Rossen, pero lo cierto es que esta cinta tuvo un impacto muy negativo en su carrera profesional, a pesar de haber obtenido el Oscar a la mejor película. Militante comunista desde 1937 hasta 1945, Rossen siempre había estado en el punto de mira de los inquisidores ultraderechistas. Su trabajo como guionista en films negros tan brillantes y polémicos como LOS VIOLENTOS AÑOS VEINTE (THE ROARING TWENTIES, Raoul Walsh, 1939), y, sobre todo, EL EXTRAÑO AMOR DE MARTHA IVERS (THE STRANGE LOVE OF MARHA IVERS, Lewis Milestone, 1946), le granjearon la eterna inquina de los adalides del conservadurismo americano. Con la ya citada aquí CUERPO Y ALMA, una de las mejores cintas negras sobre el submundo del boxeo, arreciaron los ataques contra su persona y obra. El director, que junto a otros colegas había creado un grupo para oponerse al siniestro Comité de Actividades Antiamericanas y a sus prácticas anticonstitucionales, fue uno de los primeros convocados ante la comisión de investigación del Senado, pero no llegó a tomársele declaración. Sin embargo, tras el estreno del film que nos ocupa, las cosas fueron a peor. Como se ha dicho, EL POLÍTICO fue etiquetado como propaganda comunista, así que Rossen tuvo que comparecer de nuevo ante el ominoso comité senatorial en 1951. En un principio se mantuvo firme en su postura, negándose a hacer ningún tipo de declaración. Incluido en las tristemente célebres listas negras de Hollywood, hubo de emigrar a Méjico, donde, si bien pudo conseguir algún trabajo esporádico, pasó bastantes penurias. Acuciado por la necesidad, en 1953 compareció ante el Comité, aviniéndose a proporcionar información sobre el partido comunista americano, sus integrantes, prácticas y objetivos. Pero aunque fue rehabilitado en parte y pudo volver a dirigir, la terrible experiencia vivida le pasó factura, y a partir de ese momento su carrera entró en decadencia. Su particular canto del cisne como realizador de prestigio sería EL BUSCAVIDAS (THE HUSTLER, 1961), cinta de atmósfera inequívocamente negra sobre la vida de un profesional del billar, protagonizada por un arrollador Paul Newman. Esta película, que coescribió, dirigió y produjo, está considerada como una de las últimas grandes obras del cine negro americano.

Film duro y realista como pocos, la atemporalidad de EL POLÍTICO resulta incuestionable. Sesenta y cinco años después de su rodaje sigue teniendo la misma fuerza, el mismo gancho que en el momento de su estreno. Su mensaje de advertencia sobre los sucios tejemanejes de los integrantes de eso que algunos llaman clase política, y que no es más que una casta excluyente que sólo mira por su propio beneficio, sigue vigente y puede extrapolarse a cualquier país. Es también, como creo haber comentado ya, la obra capital de Robert Rossen, un cineasta algo olvidado hoy día, cuya extraordinaria trayectoria fílmica como guionista, director y productor merece una revisión en profundidad.

© Antonio Quintana Carrandi,
(2.384 palabras) Créditos Créditos
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