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CAUTIVOS DEL MAL
CAUTIVOS DEL MAL EE. UU., 1952
Título original: The Bad And The Beautiful
Dirección: Vincente Minnelli
Guión: Charles Schnee, basado en el relato Memorial to a Bad Man, de George Bradshaw.
Producción: John Houseman para Metro Goldwyn Mayer.
Música: David Raksin
Fotografía: Robert Surtees en B/N.
Duración: 119 min.
IMDb: tt0044391. Doblaje: (es-ES) (es-MX)
Reparto: Kirk Douglas (Jonathan Shields); Lana Turner (Georgia Lorrison); Walter Pidgeon (Harry Pebbel); Dick Powell (James Lee Bartlow); Barry Sullivan (Fred Amiel); Gloria Grahame (Rosemary Bartlow); Gilbert Roland (Victor Gaucho Rivera); Leo G. Carroll (Henry Whitfield); Paul Stewart (Syd Murphy); Dorothy Patrick (Arlene); Vanessa Brown (Kay Amiel); Elaine Stewart (Lila); Kathleen Freeman (señorita March); Ivan Triesault (Von Ellstein); Steve Forrest (Galán); Francis X. Bushman (Eulogist); Alexis Davidoff (Sacerdote)

Tiempo estimado de lectura: 4 min 01 seg

Sinopsis

El productor Harry Pebbel reúne en su despacho al director Fred Amiel, la actriz Georgia Lorrison y el escritor James L. Bartlow. Pebbel va a financiar la última película de Jonathan Shields y espera convencer a Lorrison, Bartlow y Amiel para que trabajen en ella. Actriz, guionista y director tienen motivos sobrados para aborrecer a Shields, pues en el pasado sus sucias maniobras estuvieron a punto de destrozar sus vidas. Ante la insistencia de Pebbel, cada uno de ellos va recordando cómo conoció a Shields y la huella que este dejó en su existencia.

CAUTIVOS DEL MAL es la película sobre el mundo de las películas, el film más sincero y devastador que Hollywood se dedicó a sí mismo. Anteriormente se habían producido cintas que trataban ese tema, pero desde una óptica más idealizada, a menudo en el marco de comedias, como SIEMPRE EVA (STAND-IN, Tay Garnett, 1937). Pero el film de Minnelli marcó la diferencia, al presentar el siempre fascinante mundo del cine desde una perspectiva profundamente realista, poniendo de relieve sus luces, pero sin ocultar sus sombras.

Louis B. Mayer había adquirido los derechos de la obra de George Bradshaw, encargando la planificación del film al productor Arthur Freed, que tenía gran experiencia al haber sido el responsable de la producción de algunos de los mejores musicales del Estudio del león. Dore Schary había trabajado varios años en RKO Radio Pictures, fichando luego por MGM, donde fue jefe de producción primero y del Estudio después, cuando Mayer abandonó la presidencia. Schary y Mayer mantenían un contencioso personal sobre la política empresarial de MGM. Mayer era partidario del cine de evasión, de las producciones lujosas dedicadas al mero entretenimiento y que fomentaran los principios y valores de la América conservadora. El liberal Schary apostaba por un tipo de películas que, sin perder de vista la comercialidad, trataran temas importantes y contribuyeran a fomentar el debate social. Como a Schary no le convencían los planteamientos de Freed para la cinta, aconsejó a Mayer que la pusiese en manos de otro hombre. El elegido fue John Houseman, que había obtenido mucho prestigio por su relación profesional con Orson Welles. Mayer dudó un poco, porque tenía confianza en Freed. Pero valoraba la profesionalidad y la intuición de Schary y al final aprobó a Houseman. De todas formas, el Gran Jefe de MGM tenía sus reservas sobre la película, llegando a plantearse la cancelación del proyecto, pues dudaba que un retrato tan cáustico de los entresijos de la industria cinematográfica pudiera funcionar en taquilla. Schary y Houseman lograron convencerle de lo contrario y el film salió adelante.

En realidad, sorprende que CAUTIVOS DEL MAL fuera realizada en el seno de la todopoderosa MGM, pues su estructura temática, terriblemente crítica con la Meca del Cine, parece corresponderse más bien con el estilo de una producción independiente. Si la película llegó a filmarse se debe, en gran medida, a la tenacidad de Dore Schary, un hombre que siempre apostaba por la calidad y los argumentos comprometidos.

CAUTIVOS DEL MAL ofrece una despiadada radiografía del universo cinematográfico y de aquellos que integran el mismo, haciendo hincapié en las razones por las cuales alguien puede llegar a triunfar en Hollywood, y que por desgracia no siempre tienen que ver con el talento, el sentido común o la honestidad.

Cada uno de los personajes es un símbolo en sí mismo y posee caracteres propios de alguna personalidad real de Hollywood. El más patético de ellos es el de Georgia Lorrison, inspirado en Diana Barrymore, bella actriz, hija del gran John Barrymore. Diana lo tenía todo para triunfar en el cine, pero su vida personal era un caos, con varios fracasos matrimoniales, muchas depresiones, algún intento de suicidio y graves problemas con el alcohol. Debido a todo ello, la pobre Diana Barrymore tuvo que ser internada en un sanatorio neoyorkino. Barry Sullivan interpreta a Fred Amiel, trasunto de Val Lewton, novelista, guionista y productor cinematográfico de origen ruso, que en la RKO Radio Pictures produjo dos de las obras maestras del terror gótico: LA MUJER PANTERA (CAT PEOPLE, 1942) y YO ANDUVE CON UN ZOMBIE (I WALKED WITH A ZOMBIE, 1943), ambas dirigidas por Jacques Tourneur. El personaje de James Lee Bartlow se construyó sobre Francis Scott Fitzgerald, uno de los escritores más reputados que han dado las letras estadounidenses y buen conocedor del mundillo hollywoodense. A decir verdad, Fitzgerald no dejaba de ser un intelectual snob. Al igual que Ben Hetch, despreciaba el cine, al que consideraba degradante, lo que no fue obstáculo para que en 1937 firmara un contrato exclusivo con MGM por 30.000 dólares anuales. En cuanto al personaje de Harry Pebbel, magníficamente encarnado por Walter Pidgeon, se basa en el encargado de producciones de Serie B de MGM, Harry Rapf.

Pero el personaje que más destaca por su complejidad es, obviamente, el del protagonista. El Jonathan Shields de Kirk Douglas combina, en su atormentada personalidad, rasgos característicos de varias figuras del Hollywood clásico. La más notoria es la de David O. Selznick. En determinados momentos, Shields se nos antoja casi un doble del megalómano productor de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, pues, al igual que él, Shields es un obseso del control, no hay más que ver cómo enfoca el rodaje de sus películas. Pero el cinéfilo avezado también descubre en Shields apuntes del despotismo de Otto Preminger, del afán perfeccionista de William Wyler, de la arrogancia de Charles Vidor o de la vena sádica que, según algunos actores que trabajaron en sus películas, poseía Alfred Hitchcock. La trayectoria profesional de Jonathan Shields es idéntica a la de muchos otros hombres que hicieron carrera en aquel Hollywood irrepetible. Porque en la Meca del Cine las personalidades como las de Ronald Colman, John Wayne, Gary Cooper, Henry Fonda o James Stewart, hombres de sólidos principios y que se regían por un estricto código de conducta, eran más una excepción que una regla. Shields utiliza sin escrúpulos a los que le rodean para subir peldaños en su carrera. Sus actos tienen consecuencias en las vidas de esas personas, que acaban por aborrecerle:una actriz a la que hunde tras engañarla emocionalmente; un joven director que ve cómo Shields se apropia del mérito que en justicia le corresponde; un guionista que pierde a su esposa por una sucia maniobra del productor... Mas, a pesar de todo, estas personas, a las que Shields hizo sufrir lo indecible, no dudan en admitir que alcanzaron la fama gracias a haber trabajado con él, y al final se avienen a rodar otra película a sus órdenes. Tiempo después, cuando escribió su autobiografía, Vincente Minnelli reconoció que la de CAUTIVOS DEL MAL era una historia cínica y cruel, que le atraía y repelía a un tiempo, porque que todo lo que él amaba u odiaba de Hollywood estaba en ella. No es extraño que un cineasta sensible e inteligente como él se sintiera fascinado por un guión así.

La Gala de los Oscars de 1952 se celebró el 19 de marzo de 1953, en el RKO Pantages Theatre de Hollywood y en el NBC International Theatre de Columbus Circle, Nueva York. Fue la primera ocasión en que se verificó en dos ubicaciones simultáneas. Los maestros de ceremonias fueron Bob Hope desde Hollywood y Fredric March desde Nueva York. CAUTIVOS DEL MAL fue nominada en los apartados de mejor actor (Kirk Douglas), actriz secundaria (Gloria Grahame), argumento y guión (Charles Schnee), fotografía en B/N (Robert Surtees), dirección artística en B/N (Cedric Gibbons, Edward Carfagno, Edwin Willis y Keogh Gleason) y vestuario en B/N (Helen Rose). Se alzó con todos los premios, menos el de mejor actor, que se llevó Gary Cooper por SOLO ANTE EL PELIGRO (HIGH NOON, Fred Zinnemann). A Douglas no le hizo gracia perder, pues consideraba, como confesaría muchos años más tarde, que su interpretación había sido muy superior a la de Cooper.

A título de curiosidad cinéfila, cabe mencionar que en esta edición de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, John Ford ganó por cuarta vez la estatuilla al mejor director por EL HOMBRE TRANQUILO (THE QUIET MAN), un record todavía no igualado. El film consiguió también el premio a la mejor fotografía en color, que compartieron Winton Hoch y Archie Stout. Anteriormente Ford­ había obtenido el Oscar a la mejor dirección por EL DELATOR (THE INFORMER, 1935), LAS UVAS DE LA IRA (THE GRAPES OF WRATH, 1940) y ¡QUÉ VERDE ERA MI VALLE! (HOW GREEN WAS MY VALLEY, 1941).

Algunos críticos elitistas, de esos que parecen sentir al mismo tiempo amor y odio por el cine, han resaltado que CAUTIVOS DEL MAL ejemplariza, a través del personaje de Jonathan Shields, la miseria y la podredumbre de la industria cinematográfica estadounidense de la época. Sin embargo, tal como lo ve este cinéfilo, el film de Minnelli también revela que los hombres como Shields fueron los verdaderos constructores de la Meca del Cine. Selznick, Jack Warner, Harry Cohn, Louis B. Mayer, Adolph Zukor... Todos ellos, y muchos más que me dejo en el tintero, eran, en mayor o menor medida, autoritarios, ególatras, megalómanos si se quiere. Pero sin ellos, sin su tenacidad y osadía, Hollywood aún sería un bosque de acebos.

© Antonio Quintana Carrandi,
(1.449 palabras) Créditos
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