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21 TAZAS DE CAFÉ
por Alejandro Gainza

Tiempo estimado de lectura: 2 min 54 seg

Avanzo por el pasillo y veo la fila interminable de cubículos grises, de computadores (la mitad en buen estado) y mucha gente apuradísima de aquí para allá sacando la vuelta, o enfrascadísima en su computador haciendo complejos cálculos por su Facebook, a mi no me importa, voy a tomar mi decimonovena taza de café y pararme un rato en la cafetería a mirar por la ventana.

Ayer no dormí, me quedé parado mirando un rincón especialmente interesante desde que me tomé la séptima taza de café.

Hoy es un día como cualquier otro, un día igual, como siempre, acompañado del diario y como no, de un café.

Miro como siempre lo hice por nueve años, por la ventana de la cafetería, que da a unos edificios que desde aquí se ven maravillosos y blancos, pero que desde la calle son grises y sucios, pienso frenéticamente en mil ideas y me detengo en como clasificar este día.

Pienso a mil y voy juntando ideas mientras sonrío mentalmente.

  • Es un día melancólico y dramático, creo yo.
  • También, frió.
  • Obtuso.
  • Cruzado.
  • Gastado (a pesar de lo temprano).
  • Individual.
  • Constante e inalterable (Muy a pesar mío).
  • Y por que no, vertical, jejeje.

Es una manera de ver nada mas, el como, de un todo, es indisoluble. Me siento un tanto enloquecido, me tirita la pierna, pero, bueno como decía, mi día es igual, al anterior, pero tiene su toque especial, debe ser porque es nuevo y todo lo nuevo tiene ese gusto característico, es un día, MI día, en parte, NO, estoy equivocado, no es mi día, es día de mi empresa! en gran parte, tengo que estar aquí hasta las siete.

Miro por la ventana.

Me gustaría estar en otro lugar, en otra localidad, en otro estado y en otro yo, (me sirvo otra taza de café), porque aquí no soy yo, como mis compañeros no son ellos, en esencia, al ponernos corbata, sencillamente somos otro, nos comportamos diferente, con un aire de importancia y de no se qué, que todos en este lugar poseen, hombres y mujeres, en espacial las mujeres (han adoptado una moda de dejarse el cabello seco como paja).

Es algo que me pueden explicar que tiene que ver con las mascaras que usamos en todo ámbito de la vida, en que somos actores sociales, pero me parece que yo no quiero usar mas esta, me quiero ir, caminar, sentarme en el piso, y por fin hacer algo que siempre e soñado hacer, tal vez es un llamado primitivo, no se, pero es cagar sentado bajo un árbol rodeado de hojas secas, así es, tan básico, pero tan imperativamente necesario para mi en este momento, mirar por largo rato como un insecto sobrevuela una piedra, no se, otra, PERO MUY OTRA COSA.

Sorbo de mi taza de café y pienso muy seriamente (Tampoco quiero ser un ermitaño ni un hombre del bosque) Quiero, simplemente, ser humano, solo frente al mundo, quiero sentirme animal, comer cuando me da hambre, correr y gritar si quiero, tomar el sol, o mirar como caen las hojas en otoño.

Duodécima taza de café, me siento un poco nervioso, me tiritan las manos, y siento una cosquilla interna en mi cabeza, quiero salir, quiero gritar, pero me contengo (Dentro de mi actuación social) y sigo mirando por la ventana.

En el edificio del frente por primera vez veo alguien, esta colgando unas sabanas, ni siquiera mira a su alrededor, está con el teléfono en manos libre, habla gesticula y se pierde de nuevo por donde llegó.

Miro por la puerta abierta de la cafetería, mi jefe está en mi cubículo muy enojado, yo lo miro sin inmutarme, el grita y todos me dirigen la mirada, yo no lo escucho, ya no escucho, ¡por Dios! ¡Necesito otro café!

Desde el vidrio que nos separa solo veo sus gesticulaciones, viene a mi con cara de pocos amigos, se para en frente de mi y me grita, mientras tanto yo me divierto viendo una muela picada y negra en su boca, no lo escucho, no puedo, el sigue gritando.

Me giro y me sirvo la taza numero duodécima primera, al girarme con mi preciado café el me toma del brazo con violencia, y termina el giro que estaba haciendo, pero sin mi fuerza motriz (Esto me parece muy interesante de entender, y me quedo haciendo un semi giro hacia atrás y adelante, para ver el efecto físico (matemáticamente hablando) de la intervención de mi jefe.

Sigo sin escucharlo, me agarra con fuerza de la solapa, me tomo la taza de un sorbo, y no quiero ni puedo reaccionar, pero, mi instinto primitivo me obliga a darle un golpe en la cara, con mucha fuerza, una fuerza que salió, no de mi, sino de lo más profundo del campo donde crece el café que me estoy tomando, el cae al suelo, su cara sangrando, y no me interesa en lo más mínimo.

Lo miro calmadamente, miro al edificio del frente, que está vacío, solo con las sabanas al viento (se ven preciosas) salgo de la cafetería caminando lentamente, sintiendo en vez de sangre, agua hirviente, un cosquilleo general en la columna y salgo de la oficina a través del largo pasillo de cubículos grises.

Me voy, y cuando estoy en la calle, me doy cuenta que tan lejos estoy del sol, el aire limpio y la vida que quiero llevar, Estoy encerrado entre edificios grises, antenas, vehículos ruidosos, gente que no respeta, ni se interesa, basura, smog, siento de nuevo una cosquilla en el interior de mi cabeza, que no me puedo rascar, suena mi teléfono celular, lo busco entre mi ropa y lo lanzo tan alto como pude.

Se despedazó bellamente en la acera, mucha gente me vio, se acercaron a tomar fotografías del aparato, con otro aparato similar, para poner en sus redes sociales, muchas personas, más de diez, pero lo extraño, a pesar de su excitación, no hablaban entre ellas, silencio (si en la ciudad puede existir eso) ahora si, me voy, me voy, estoy cansado, pero mi cuerpo no, dejo todo atrás y trato de limpiar mi mente.

Por lo pronto se a donde voy. Me espera un árbol con hojas secas en el piso y camino firmemente hasta llegar.

© Alejandro Gainza, (1.045 palabras) Créditos
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