Dos hermanos se embarcan en un trayecto por una carretera perdida de los Estados Unidos. En medio del recorrido, tienen un encontronazo con el conductor de un peculiar vehículo desvencijado.
El estado del cine de terror actual, con la predominancia de la corriente de terror-adolescente, caracterizada por el (ab)uso de unos arquetipos y cliches repetitivos (recogidos de anteriores hitos del género) enfocados a la atracción de un público joven (reactualizando sus esquemas a la moda de la época), ha ido perdiendo la frescura, diversidad y atrevimiento que atesoró en tiempos pasados. De este modo, en la mayoría de los largos del género se siguen los siguientes parámetros de: sustos (sin ton ni son, efectivos y asombrosos; golpes de efecto sonoros, musicales, visuales), morbo repulsivo (sin motivo, espectaculares y viscerales; escenas gore intercaladas) y erótico (sin requerirse, tenues y cuidadosas; insinuaciones ligeras), y un argumento que parezca novedoso, aun no siendo original ni interesante ni ingenioso. Acrecentados gracias al filtro de la (a)cultura de lo políticamente correcto, de una moralidad puritana (hipócrita) empeñada en la catalogación de cualquier cosa en el eslogan del apto para toda la familia, promoviendo la autocensura de cualquier obra cuyas escenas contengan un contenido no grato. En suma, en este género se quedaría, entre los intereses comerciales y sociales, un filme con una historia simple que parezca transgresora (para atraer a incautos jovenzuelos) sazonada con muchos sustos artificiosos, escenas picantonas cándidas, y sucesos sanguinolentos (nunca nauseabundos o sí, como estrategia polemicomercadotécnica; no admisible en temas sexuales) protagonizada por bellos puberes esbélticos en un ambiente familiar y social pulcro.
En este contexto, qué se puede esperar un espectador de un subgénero tan manido como el del asesino en serie, erigido como fobia de los espectadores inducidos por la cultura mediática televisiva banal. Poco. A no ser que se vuelva a los orígenes, al cuidado en la narración y el argumento, a interpretes valorados por su actuación y no por su atractivo, a ir desgranando lentamente la historia para que el público se vaya prendando de ella y vaya descubriendo sus entresijos; al relato, al cine, desprendiéndonos de lo superfluo, concentrándonos en la obra.
JEEPERS CREEPERS supone un giro en este subgénero como el que dio SCREAM (1996) de Wes Craven, basándose en la autoparodia-cinéfila, una bocanada de aire fresco en el trillado campo de los psicópatas. No obstante, no clasificaría el filme como un simple slasher (de asesinato tras asesinato), sino como la huida de los protagonistas de un peligro que los acecha. El cual, según avanza la persecución, va derribando los obstáculos que se le interponen. Su director, Victor Salva, ha sabido imprimir al largo una sobriedad perturbadora (ayudado por la práctica ausencia de banda sonora), amén de un ambiente cotidiano, tranquilo; mostrado en la credibilidad de los actores, con quienes cualquiera puede fácilmente empatizar y verse reflejado (adiós a imberbes atléticos con ropa de marca). El principal aliciente de este filme, que la hace ganar enteros sobre sus congéneres, es la inteligente utilización del cazador de los dos hermanos. Un ser del cual se nos van revelando poco a poco su aspecto, atributos, habilidades y objetivos; sin llegar a aburrirnos de su manera de actuación, nunca repitiéndose al ir descubriéndose progresivamente, sorprendiéndonos con sus actos.
La conveniencia de un prólogo reposado nos adentra en el microcosmos de sus personajes principales, enterándonos de sus relaciones, su forma de pensar y ser; dándole la coherencia necesaria a sus acciones en el resto de la cinta. Encima su normalidad nos impregna, nos llega, no nos sentimos distantes a ellos. Gran punto a su favor para ir metiéndonos en sus vidas cuando irrumpa la amenaza que se cierne sobre ellos. La narración seguirá avanzando por sus cauces normales, dejando que vayan ocurriendo los acontecimientos, dando entrada a nuevos protagonistas, datos y hechos que nos irán haciendo comprender los porqués de la trama. Eso sí, permaciendo siempre un velo de misterio alrededor, tan necesario para mantener la atención del receptor. La normalidad seguirá en el relato, sólo rota por la presencia ignota del perseguidor, el elemento capaz de subvertir la realidad; de una leyenda cuyo signo más representativo es una tierna canción del pasado de título homónimo al largo.
De manera que teniendo una base simple, bien asentada y desarrollada, unos personajes que transmiten verosimilitud, una puesta en escena austera rezumante de realismo, un enemigo enigmático capaz de actuar de modo no previsible e ir conociéndolo en el transcurso de la obra siempre teniendo un halo desconocido, y el tan necesario suspense al compas de los acontecimientos y manteniendo la lógica interna de su mundo ficticio; nos hallamos ante un largometraje fresco, original en su desarrollo, que compenetra con la audiencia por su corrección (ingenio aunado a una realización precisa) y valentía (rompiendo con los esquemas imperantes), dando algo de diversidad y novedad; aun partiendo de una historia sencilla, mas bien acabada. Se le puede poner un pero, el quedarse corta de duración (¿apuesta para una continuación?) cuando la trama corre con viveza. Pero no os penséis que es por una conclusión precipitada, como viene siendo habitual; no, tiene un final ajustado al desarrollo de lo acaecido, sin embargo, sales con cara de seguir queriendo que continuase para quitarle el enigma en torno al ente acechante y los hechos pendientes de lo ocurrido. Vamos, que con una adecuada secuela, hilvanada con ingenio y prosiguiendo con la exploración de los caminos dejados, formaría un díptico perfecto de revisión obligada.
Un consejo, cuando la vean, quédense hasta el final de los títulos de crédito; tiene una escena rauda como recompensa para el visionador empedernido. Así mismo, conviene una evocación de la cinta en su memoria o un revisionado con el propósito de encontrar detalles fugaces escapados.
Que sigan su modesto y merecido atrevimiento, otras, y... vuelva la heterogeneidad de los 70-80