
No tengo ni idea de cuando se puede datar el primer documental de la historia, hablando siempre de la exposición estructurada y objetiva de una serie de hechos reales, y no la narración idealizada de mitos más o menos fundados en sucesos de quizá no tanta relevancia real.
La ANÁBASIS, de Jenofonte, relata hechos de la guerra civil persa del siglo IV A.C. en los que el autor participó. LA GUERRA DE LAS GALIAS también puede entrar dentro de este género, si bien Julio César no tuvo ningún empacho en maquillar aquí y allá sus hazañas para darles un poco más de realce. Mucho más adelante Marco Polo (como ejemplo de tantos libros de viajes) dejó constancia de sus periplos por Asia, la conquista de América ofreció las experiencias suficientes para que muchos de sus protagonistas se convirtieran en fuente histórica de primera mano, como hizo Álvar Núñez con NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS o HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, de Bernal Díaz del Castillo, por nohablar de los innumerables cronistas que dejaron en negro sobre blanco lo que sucedía a su alrededor para perpetuar su memoria.
Pero lo que quizá no es tan habitual es encontrarse ejemplos tempranos de lo que hoy en día se han dado en llamar documentales dramatizados que, más allá de informar, reconstruyen con actores partes de la narración con la intención de ilustrarla de forma amena. DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE entra dentro de esta categoría. En este libro Daniel Defoe describe en primera persona la epidemia de peste que asoló Londres y sus alrededores entre 1664 y 1666. Lo notable del libro es que fue publicado en 1720, mientras que Defoe nacido en 1660 y con apenas cinco años durante lo más virulento de la epidemia, poco podría recordar de lo sucedido entonces.
DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE se convierte entonces en un minucioso trabajo de reconstrucción de aquellos días, desde las primeras noticias de enfermos y fallecidos, hasta la desaparición total de la enfermedad. Narrada por un caballero (innominado) que se negó a abandonar la ciudad pese al evidente peligro que suponía simplemente pasear por sus calles, hace un recorrido exhaustivo por las diferentes fases de la expansión de la plaga.
Según cuenta el caballero, la peste llevaría carcomiendo Londres desde mucho antes de que se declarara oficialmente su presencia. Las listas y cifras de fallecidos (el elemento estadístico está presente a lo largo de todo el libro) resultaban ser inusualmente anormales en ciertos barrios (parroquias) de la periferia, pero como todos esos óbitos fuera de lo común estaban atribuidos a causas habituales, no existía conciencia de lo que se avecinaba.
¿Por qué ocultar la causa real de la muerte? En la época se desconocía completamente cuales eran las causas de infección y su tratamiento. La única forma conocida de evitar que se propagara era aislar completamente a los enfermos y su entorno, y eso era algo por lo que nadie quería pasar, de modo que se mentía al respecto con las lógicas consecuencias: muerte y destrucción generalizadas.
Defoe cuenta entonces como se extendió por todo Londres, las medidas que se tomaron para aislar, como he comentado, a los enfermos, el efímero pero lucrativo mercado de remedios milagrosos que surgió en los inicios de la infección (al demostrarse inútiles desapareció al poco), los sufrimientos de quienes la contrajeron y quienes huyendo no encontraban cobijo en los alrededores precisamente por infectados y, finalmente, como la enfermedad se fue debilitando hasta dejando tras de si alrededor de 100.000 muertos, pero no fue hasta 1666, en el que el centro de Londres fue arrasado por un espectacular incendio, que la plaga desapareció completamente.
DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE es una narración dramática y sobrecogedora, con episodios que van de lo conmovedor a lo terrorífico, pero que además introduce fríamente y con regularidad las cifras de muertos y extensión geográfica de la plaga, haciendo un relato preciso y sin concesiones.
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Publicado originalmente el 11 de noviembre de 2007 en www.ciencia-ficcion.com