
Las novelas de Chandler sufren de cierto mal de altura, problema que, en general, sufre la mayoría de la novela negra cuando la extensión de la narración se alarga más allá de su ecosistema natural: el cuento. El propio ritmo del relato hace que se acumulen los sucesos a una velocidad que no estaría permitida en ninguna carretera del mundo, ni siquiera las autopistas alemanas, y en algunos momentos puede llegar a dejar al lector atrás; se habla de cuestiones apenas esbozadas, personajes nombrados tangencialmente empiezan a tomar un protagonismo determinante, las idas y venidas del principal protagonista (y de los secundarios, incluso los figurantes) son un trajín frenético que no parece tener fin.
Esto, que en un relato de extensión razonable resulta más que gratificante, en una novela se puede convertir en una pesadilla caleidoscópica. En ese sentido Chandler no baja el pistón, podría pensarse que con la cantidad de páginas de las que dispone los detalles, los personajes, el propio argumento, se harían más detallados, más precisos, más incisivos, pero no es así, más que una novela parece un relato largo, muy largo.
Por supuesto eso implica que la galería de personajes canallescos es más amplia y la de personajes decadentes se duplica, sólo el protagonista, un Marlowe menos cínico que en otras ocasiones, y la casi omnipresente contraparte femenina se mantienen como siempre. Este último personaje, la chica, resulta en Chandler especialmente llamativo, aunque menudean las vampiresas y las pin-ups, Chandler tiene debilidad por las mosquitas muertas, por las mujeres apocadas y atrincheradas tras un discreto vestuario y una aparente sumisión de la que acabarán despertando ya sea porque el disfraz ya no les hace falta, ya sea porque la dura actitud de Marlowe, a mitad de camino entre un padre severo y un amante un tanto indiferente, las hace despertar y plantearse la vida de otra manera.
EN LA VENTANA ALTA es Merle Davis, secretaria de la señora Murdock, una vieja millonaria, obesa y alcoholica, que mantiene tiranizada a la señorita Davis y poco menos a su pusilánime hijo Leslie. La misión de Marlowe será recuperar un valioso doblón de oro robado, según la señora Murdock, por la última y muy casquivana esposa de su hijo. Por supuesto, Marlowe deduce en pocos minutos de chispeante conversación con la señora Murdock que la verdad es otra, y aunque es obligado por ella a seguir esa línea de investigación, todas sus pesquisas no harán más que confirmar su intuición inicial, lo que además implica que el doblón es lo de menos y que la sucesión de asuntos turbios, verdades a medias, mentiras completas, sobornos, chantajes, asesinatos y todo el muestrario de crímenes posible se sucederá hasta el final de la novela.
Por supuesto es Chandler en estado puro. Diálogos rápidos que más que diálogos son auténticos duelos verbales, en ocasiones un tanto sin sentido y difíciles de seguir (se intuye en ocasiones la pérdida de juegos de palabras en el tiempo y la traducción) rufianes muy rufianescos, malos malosos, mujeres despampanantes en todos los tonos de pelo y un Marlowe que sale de todos los líos con un sabia combinación de astucia, habilidad y buena suerte. No falta la socorrida canibalización, algún que otro pasaje recuerda poderosamente a LA HERMANA PEQUEÑA.
En definitiva, una novela de Chandler, una aventura de Marlowe, con todo lo que eso supone.
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Publicado originalmente el 1 de abril de 2007 en www.ciencia-ficcion.com