
Un manuscrito ruso predice que en 1666 se acabará el mundo.
Tal es la noticia que le trae el peregrino Evdokim a Baldassare Embriaco a su tienda de antigüedades en la ciudad de Gibeleto, en lo que hoy sería el Libano. Evdokin busca otro libro, el libro donde se dice cual es el centésimo nombre de Dios, y aunque Baldassare no lo tiene, y como experto en la materia incluso duda de su existencia, será ese mítico libro el que le hará viajar llevará por todo el Mediterráneo llevándolo incluso hasta el Londres post-cromwelliano.
Llegada finalmente a poder de Baldassare una copia de EL CENTÉSIMO NOMBRE, el mismo día que la obtiene le es arrebatada, o mejor dicho, comprada casi a la fuerza por un caballero francés. Enterado uno de sus sobrinos, demasiado obsesionado por la cábala y el ocultismo, no para hasta embarcar a Baldassare en ese periplo de locura tras el raro ejemplar, del que hasta el anticuario duda de su auténticidad.
Estambul, las islas Griegas, Genova, Lisboa, Londres, Francia... meses de navegación, de penurias, de engaños y huidas desesperadas, propuestas delirantes de matrimonio, la ruina y la riqueza, en un año a Baldassare le ocurrirán más cosas que en toda su vida, y todo por seguir la pista de un libro por el que no siente el menor interés.
En cierto modo EL VIAJE DE BALDASSARE es la crónica de las dichas y desdichas de un hombre bueno que, dudando de su buen criterio, se deja llevar por unos y por otros. Él, como buen mercader, sabe negociar, tiene fe en la palabra dicha a tiempo y el dinero repartido con sabiduría, los locos y ventajistas que le acompañan sólo tienen fe en sus propias obsesiones y los medios, el propio Baldassare, no importan y son sacrificables siempre que se llegue al objetivo, y ni siquiera eso, porque Baldassare se ve finalmente persiguiendo el libro cuando ya el promotor de la estúpida aventura ha perdido todo el interés por él.
EL VIAJE DE BALDASSARE es también un buen retrato de la corrupta administración turca de la época, en la que nada se mueve si no es mediante pequeños regalos en dinero contante y sonante al funcionario de turno, de la piratería y el contrabando en los mares de la época, convertidos más en una institución y una pieza fundamental de la economía que una verdadera lacra para el comercio. Describe así mismo con precisión el ambiente sombrío de la Inglaterra de la época, inmersa en el puritanismo y la delación, la sospecha y el miedo. También es una historia de arribistas, gentes que pretenden medrar a costa del prestigio y apellido ajenos, incluso es una historia de amor, de amantes ocasionales y anhelos cumplidos a medias.
Lo que resulta curioso de esta novela es que no es una novela de aventuras. Pese a que Baldassare es robado, apaleado y casi asesinado en más de una ocasión, huyendo unas veces, expulsado a patadas otras, el tono no es en absoluto épico. Recordemos, Baldassare no es un héroe, es un comerciante en busca de un artículo precioso, y como tal se comporta, por lo que ni siquiera, pese a su bonhomía y sobrepeso se le puede considerar un anti-héroe, tiene demasiada dignidad y es lo suficientemente respetado por todo el que trata (menos evidentemente los que le engañan y utilizan) como para hacer de él un personaje ridículo o maldito.
En definitiva es una novela amable, que se lee con sosiego, quizá esa falta de épica la haga un tanto monótona, pero insisto, no deja de ser un episodio azaroso de la vida de un hombre sencillo al que no le apetece ver su vida alterada, y no podía ser contada de otra manera.
LAS ESCALAS DE LEVANTE
IDENTIDADES ASESINAS
LOS JARDINES DE LUZ
EL PRIMER SIGLO DESPUÉS DE BEATRICE
LA ROCA DE TANIOS
EL VIAJE DE BALDASSARE