
Nada descubro si digo que la prosa de Charles Bukowki es directa y descarnada, en todos los sentidos, tanto estilíscamente, donde no pierde el tiempo con figuras retóricas de dudosa utilidad, como narrativamente, mostrando situaciones de gran crudeza si ocultar todo lo que tienen de escalofriantes.
Quizá por eso se le considera uno de los últimos autores malditos de la literatura norteamericana, su falta de reparos a la hora de mostrar un submundo de seres miserables, su propia biografía salpicada de episodios truculentos y la leyenda que acrecienta todas estas circunstancias hacen de él uno de esos autores de culto que atraen y repelen con la misma fuerza.
LA SENDA DEL PERDEDOR muestra en cierto modo la forja de esas miserias, cuenta la infancia y adolescencia de Henry Chinaski, el alter ego literario del propio Bukowski. El entorno de la familia Chinaski no puede estar más degradado. Emigrantres alemanes, intentan conseguir en Estados Unidos lo que en su Alemania natal les parecía negado; una vida llevadera y sin sobresaltos, pero al poco de llegar a la tierra prometida, se desata la gran crisis de los años 20 y todo se viene abajo. El padre del joven Henry, un hombre brutal y poco dado a la sutileza, pierde su empleo pero un orgullo mal entendido le obliga a ocultarlo, saliendo todas las mañanas puntualmente hacia un trabajo inexistente. La madre, un ser apocado y sin personalidad, acepta pequeños trabajos, a cual peor pagado. Las frustraciones de ambos se vuelcan hacia el joven Henry, y las humillaciones y palizas son moneda común. Si eso fuera poco, en el colegio, su carácter retraído y poco dado a la socialización le va convirtiendo poco a poco en un apestado social, y sus relaciones con compañeros y profesores se hacen difíciles y poco satisfactorias.
La llegada de la adolescencia no arregla nada, el instituto, donde las diferencias sociales se van perfilando, el joven Chinaski constata definitivamente que el dinero, las mujeres y las comodidades de la buena vida son algo que tendrá vedado para siempre, por si eso fuera poco, se manifiesta un serio problema con el acné, de tal magnitud que precisa de un prolongado y doloroso tratamiento hospitalario. Su paso a la universidad no hace más que confirmar el destino que le espera; empleos humillantes y mal pagados, alcoholismo, miseria.
El libro, sin embargo, no cae en la autocompasión, el relato de las cuitas del joven Chinaski es totalmente aséptico, no se ocultan los episodios más sordidos pero Bukowski tampoco se recrea en ellos, tampoco hay una valoración moral de los mismos, ni extrae una moraleja tras los desenlaces, son episodios que son mostrados, que conforman las piezas de lo que será el trayecto vital de Chinaski, sin entrar a discutir si son buenos o malos, solo exponerlos como elementos que pueden ayudar a comprender (no justificar, ni mover a la compasión) lo que el Chinaski adulto será.
LA SOMBRA DEL PERDEDOR es una novela que puede llegar a impresionar por la falta de moralidad de muchos de sus personajes, que hay que ver más desde la amoralidad que desde la inmoralidad, perdidos en una vorágine de falta de ilusiones y total pasividad, pero siendo como es, una pequeña galería de los horrores, la presentación aséptica de los mismos, resulta muy atractiva por el mismo hecho de no juzgarlos, de mostrarlos como la realidad miserable que le toca vivir a mucha gente y de la que hacen poco por salir.
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Publicado originalmente el 12 de junio de 2005 en www.ciencia-ficcion.com
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LA SENDA DEL PERDEDOR