
Pregúntense, pardiez, que demonios hacía una escuadra combinada francesa y española de 33 barcos de guerra el 21 de octubre de 1805, a la altura del cabo de Trafalgar.
Pregúntense, diantres, porqué narices fueron atacados por una flota británica comandada por el almirante Nelson y que rompió de través y por en medio la línea aliada.
Pregúntense, rediós, en qué leches estaban pensando los barcos de la vanguardia franco-española, mientras sus compañeros del centro eran rodeados y desarbolados sin piedad y ellos seguían su marcha como si tal cosa.
Pregúntense, mecagoenmismuelas, con qué valentía resistieron algunos barcos españoles el fuego enemigo, a pesar de tener unas tripulaciones reclutadas una semana antes, unas órdenes caóticas y unos huevos como los del caballo de Espartero.
Pregúntense, por caridad, como es posible que Nelson (muerto en el combate) tenga estatua, plaza, medallero particular, cargo nobiliario y puesto privilegiado en la enciclopedia británica como uno de los mejores marinos del mundo, mientras que del brigadier Cosme Churruca (también muerto en combate) no se acuerda en su patria ni el tato.
Y pregúntense, verbigracia, que significan las palabras bauprés, trinquete, batayola, sobremesana, toldilla y cabestrante del combés.
Espero sepan perdonarme las interjecciones empleadas. Solo es mi intención el prepararles para lo que Don Arturo Pérez-Reverte nos reserva en este libro, si es que tienen a bien adquirirlo. Reportero de guerra, viajero, periodista, escritor y miembro de la Real Academia Española de la Lengua, este quirite de Cartago Nova y no sé si por extensión de Hispania, desgrana, sin pelos en la lengua y cual mercenario íbero de la flota de Sexto Pompeyo, la visión particular de una batalla naval trascendental del siglo XIX en un mundo descoyuntado en general y de un país derruido en particular.
Los asuntos que trata en este libro son variopintas pinceladas de la propia conflagración, marcadas por referencias constantes a la historia. Lo peculiar de su caso no creo que estribe en los galeones enemigos que aborda a degüello sin tregua ni cuartel, sino en que simple y sistemáticamente escribe lo que le sale de los aparejos. En una sociedad con supuesta libertad de expresión esto no sería nada nuevo. Lo que realmente llama la atención no es la falta de censura editorial sino una especie de elegante carencia de autocensura personal. Aunque esto pueda resultar contradictorio, un escritor o periodista o simplemente alguien que escribe algo, se somete voluntariamente a unas normas literarias o de estilo a la hora de expresarse. Don Arturo escribe de forma directa, con el castellano que utilizamos en una conversación con los amigos en la tasca de la esquina, con las interjecciones propias de nuestro idioma cuando se tiene un cabreo monumental o con el respeto solemne que le merece determinado personaje admirado, sea este un reputado comandante de línea o un pastor de cabras reconvertido a la fuerza en artillero. Y esto no significa que carezca de estilo, sino que precisamente hace que ese sea su propio estilo. Lo que también le hace controvertido y polémico, interesante y cultivado, sarcástico y pesimista, seco y nostálgico, trágico y cómico. Es decir, como la vida misma.
Pero después de haber leído la mayoría de sus libros y artículos periodísticos, a mí este autor ya no me engaña. No se dejen influir por su lenguaje ni por sus mosqueos. Don Arturo ama con todas sus fuerzas a este condenado país (Hispania, España, Estado Autonómico, Monarquía Parlamentaria, o como quieran llamarle) y por lo tanto, también ama su añeja, amarga, brillante, catastrófica, genial y desleída historia. Aunque en este libro añade un amor incondicional que desconocía hasta la fecha: los barcos.
En definitiva, es posible que este no sea el mejor o más erudito estudio histórico sobre la batalla de Trafalgar (el mismo autor nos recomienda a Pérez-Galdós) pero sí intenta acercar al lector a lo que se siente cuando un buque de 2.000 toneladas y 76 cañones descarga a 20 metros de distancia toda su metralla y barre toda la cubierta del barco enemigo, con todo lo que hay dentro. Y en mi opinión realmente lo consigue, por todos los diablos.
Recomendaciones: Particularmente me gustan sus novelas: EL CLUB DUMAS, LA PIEL DEL TAMBOR y LA REINA DEL SUR, su relato: LA SOMBRA DEL AGUILA, su serial: EL CAPITÁN ALATRISTE y sus artículos: PATENTE DE CORSO. Pues sí, al final me han descubierto, soy un forofo suyo, con un par.
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Publicado originalmente el 24 de octubre de 2004 en www.ciencia-ficcion.com