
Hace unos días vi en algún informativo de TV, que estaban hablando del correcaminos. No, no me refiero al resabiado pájaro que persigue el pobre coyote, sino al superordenador Roadrunner de IBM. Este superordenador es actualmente el más potente construido, y está en el número uno del llamado TOP500 (lista de los 500 ordenadores más potentes del mundo) La cuestión es que, entre otras cosas, afirmaban que este ordenador era tan inteligente
que podría encontrar la cura al cáncer (sí, así como lo leéis)
Bueno, como seguro que supondréis, ni el correcaminos ni ningún otro ordenador construido es inteligente en absoluto. Un ordenador es únicamente una máquina capaz de ejecutar programas, y un programa no es más que una secuencia de instrucciones. Estas instrucciones son básicamente cálculos matemáticos, operaciones lógicas (lo que se denomina álgebra de Boole) y sentencias condicionales (también llamadas decisiones, que determinan si hay que ejecutar unas instrucciones u otras, dependiendo de un valor o resultado anterior) Y ya está. Todas las maravillas que vemos hacer a los ordenadores, desde espectaculares animaciones a complicados análisis de datos, son una inteligente e ingeniosa combinación de estas instrucciones básicas, redactadas
por personas. A veces, estos programas son tan sofisticados, que parecen inteligentes. Pero sólo lo parecen. En el fondo, la inteligencia artificial no son más que elaborados algoritmos. La inteligencia está realmente en quien crea el algoritmo
Este superordenador fue noticia hace varios meses, por superar el petaflops. ¿El peta-qué?
Veamos, en el mundo de la informática, para medir la velocidad de cálculo de un ordenador, se utiliza una unidad llamada FLOPS, que significa operaciones de coma flotante por segundo
(FLoating point Operations Per Second) Un petaflops son 1.015 flops (mil billones, de los europeos) Para hacernos una idea, los PCs con Intel Core 2 Duo (la mayoría de PCs domésticos a la venta actualmente) andan por la decena de gigaflops (entre 10 y 30, más o menos, dependiendo del modelo y la frecuencia del reloj) es decir, que su velocidad de proceso es del orden de 1010 flops (recordad que el prefijo giga- indica 109) Por tanto, la potencia de cálculo del correcaminos equivaldría más o menos a la de 100.000 PCs de esos.
La velocidad de estos superordenadores no se alcanza con procesadores mucho más potentes y rápidos que los que podemos encontrar en un PC moderno o una videoconsola de última generación. Lo que se hace es juntar muchos procesadores, miles de ellos, debidamente comunicados y sincronizados. Y esto requiere un cambio en la forma de elaborar un programa. Antes he dicho que un programa es básicamente una secuencia de instrucciones. Voy a definir otro término muy importante en informática: el proceso.
Se denomina proceso a la ejecución de un programa. Es decir, un programa es una lista de instrucciones, y un proceso es la ejecución de esas instrucciones. Pues bien, si nuestro programa es totalmente secuencial, es decir, las instrucciones deben ejecutarse una después de otra, un supercomputador no nos serviría de mucho, ya que habrá un único proceso en uno de los procesadores, mientras el resto está sin hacer nada. Pero si nuestro programa puede dividirse en tareas que pueden ejecutarse individualmente, podemos diseñarlo para que cada una de esas tareas sea un proceso. Así, podremos ejecutar dichos procesos en paralelo, es decir, cada proceso se ejecuta en un procesador distinto, y de forma simultánea. Aquí sí que aprovecharemos la capacidad de un superordenador de este tipo, pues podremos ejecutar varias tareas a la vez, en lugar de una detrás de otra.
Por tanto, un superordenador con múltiples procesadores nos ofrece una potencia de cálcula inimaginable, pero sólo si podemos dividir nuestro algoritmo en trocitos más o menos independientes. Afortunadamente, hay muchos problemas que entran en esta categoría. Como modelos climáticos, económicos, astronómicos... y sí, análisis y cálculos relacionados con la biología y la genética
Así que desde ese punto de vista, sí, el correcaminos nos ayudará a combatir el cáncer (que por cierto, no es una única enfermedad, sino una denominación común que se le da a enfermedades muy dispares) Pero no lo hará el sólito. Alguien tendrá que haber realizado investigaciones y estudios, a partir de cuyos datos se puedan modelar algoritmos, que luego deban implementarse en forma de programas. No basta con plantarse delante del correcaminos y preguntarle por el sentido de la vida, el universo, y todo lo demás
(no-premio a quien conozca la respuesta a tan profunda pregunta)