
Capacidad para leer o transmitir pensamientos sin la intervención de medio físico alguno. La telepatía como tal no tiene ninguna base científica que la respalde, ni existen pruebas fehacientes de su existencia, sin embargo, el deseo por conocer los pensamientos del prójimo la han convertido en un anhelo casi universal.
En algunas obras de ciencia-ficción, sin rigor alguno, se ha supuesto la existencia de esta vía de comunicación, así, en la novela LA HORA DE LAS ESTRELLAS de Robert A. Heinlein se utiliza a un par de gemelos idénticos como transmisores telepáticos para conseguir comunicaciones interestelares sin los inconvenientes de las limitaciones relativistas.
En MUTANTE, Henry Kuttner aborda el tema del surgimiento de una nueva especie de telépatas, los calvos, y los problemas de supervivencia de este nuevo grupo minoritario debido a la vida en común con el Homo Sapiens. Van Vogt repite tema en SLAN.
En otras obras la telepatía surge como consecuencia natural de las circunstancias. Los habitantes del planeta Darkover imaginado por Marión Z. Bradley desarrollan la telepatía entre sus poderes psi debido a su aislamiento genético con la Tierra. En LA SEGUNDA FUNDACIÓN de Isaac Asimov los psicohistoriadores herederos de Hari Seldon desarrollan una pseudotelepatía que aún se ayuda de gestos y subvocalizaciones como consecuencia de su encuentro con el Mulo y la propia actividad investigadora. Mas tarde, David Brin en su novela EL TRIUNFO DE LA FUNDACIÓN trata de explicar este fenómeno como consecuencia de la selección predirigida que lleva a cabo por Daniel R. Olivaw y sus robots giskardianos.
Así mismo, Isaac Asimov pergeñó la idea de telepatía como coincidencia de pensamientos en LOS LIMITES DE LA FUNDACIÓN al presentarnos un planeta, Gaia, capaz de transmitir pensamientos e ideas a sus habitantes sin que haya una comunicación formal de dichas ideas. Pese a todo, en el desenlace de la historia interviene la vulgar telepatía.