
Partícula elemental propuesta como partícula de intercambio de la fuerza de la gravedad. El físico alemán Werner Heisenberg propuso en 1932 una teoría que sugería que todas las interacciones entre la materia eran debidas al intercambio de ciertas partículas elementales. En el caso de la atracción y repulsión electromagnéticas dicha partícula sería el fotón. En el caso de la fuerza gravitatoria, la partícula de intercambio recibió el nombre de gravitón.
Aunque se han detectado las partículas de intercambio de todas las demás fuerzas, los gravitones siguen siendo por el momento desconocidos. De existir, carecerían de masa y carga y tendrían un espín de 2 (lo que los clasificaría como bosones) No obstante, los científicos confían lo suficiente en la teoría como para estar seguros de que existen. En 1957 Joseph Weber llegó a anunciar su detección, aunque sus resultados no han podido ser reproducidos.
Los gravitones son terreno abonado para los escritores de ciencia-ficción. En la actualidad pueden crearse en los aceleradores de partículas una amplia gama de estas pequeñas bestezuelas: mesones, muones, neutrinos... Si fuese posible generar de forma simple gravitones poseeríamos la llave de la gravedad, ya que los gravitones son los responsables de esta fuerza. Frederik Pohl ha especulado con ello en su novela UN MUNDO AL FINAL DEL TIEMPO, donde una entidad alienígena energética que habita en una estrella posee la capacidad de fabricar y utilizar partículas elementales de la misma forma que nosotros usamos herramientas. Los autores españoles no se quedan atrás, y Rodolfo Martínez ha utilizado los gravitones con efecto cómico en el relato CASTILLOS EN EL AIRE.