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INTRUSOS DE OTRA DIMENSIÓN
INTRUSOS DE OTRA DIMENSIÓN Ángel Torres Quesada
Título original: ---
Año de publicación: 1980
Editorial: Bruguera
Colección: La Conquista del Espacio nº 532
Traducción: ---
Edición: 1980
ISBN: ---
Precio: Descatalogado

Tiempo estimado de lectura: 10 min 42 seg

Además de las obras que integran la celebérrima saga de El Orden Estelar, A Thorkent (Ángel Torres Quesada) nos legó un buen puñado de novelas de a duro que, junto con las aventuras de Alice Cooper y Adán Villagrán, contribuyeron a consagrarle como uno de los autores de ciencia-ficción popular más interesantes. INTRUSOS DE OTRADIMENSIÓN, nº 532 de la colección La Conquista del Espacio, de editorial Bruguera, es otra muestra del buen hacer literario del novelista gaditano.

La acción de la novela se sitúa en el siglo XXV, una época en la que la humanidad ha dado el salto a las estrellas, extendiéndose por más de un centenar de planetas tipo Tierra. Nos encontramos en el planeta Zhede, un remoto mundo en el que habita una pequeña colonia de humanos en perfecta armonía con los nativos, unos humanoides de pequeño tamaño y aspecto algo simiesco. Los zheditas, que parecen carecer de tecnología y conocimientos avanzados, aceptaron de buen grado, aunque bajo ciertas condiciones, la presencia de los terrícolas en su mundo. Pacíficos y muy sociables, estos seres son la única forma de vida inteligente que la humanidad ha encontrado en la galaxia desde los ya lejanos inicios de la conquista espacial, lo que ha inducido a muchos a creer que no existen otras razas inteligentes en la Vía Láctea y que sólo los humanos poseen la tecnología para viajar a las estrellas.

La pequeña colonia humana lleva una vida tranquila y sosegada, dedicándose preferentemente a la agricultura. Su misión es preparar el planeta para la llegada de más colonos. Pero como en toda comunidad humana, también en esta hay un disidente, Morty Zbar. Cuando los colonos llegaron a Zhede, Morty propuso que se realizara una exploración concienzuda del planeta antes de instalar la colonia, pero el consejo colonial se negó a ello. Tenían pocos suministros y escasos vehículos para distraerlos en esa tarea. Además, según los miembros del consejo, los nativos ya les habían dicho todo lo que tenían que saber sobre el planeta. Morty, molesto con la actitud de sus hermanos de raza, se convirtió en un lobo solitario, viviendo casi al margen de la comunidad y dedicando su tiempo y sus energías a explorar Zhede a bordo de su viejo turbocar.

Al regreso de uno de sus viajes exploratorios, Morty se pone en contacto con su sobrina Tania y con el marido de ésta, Allen Hogan, único miembro del consejo al que el viejo respeta porque fue el único que le apoyó, aunque con cierta reticencia, en su enfrentamiento con los dirigentes de la colonia. Morty relata a la pareja los extraños sucesos de que fue testigo en su último viaje, en el que descubrió dos aldeas zheditas que, según todos los indicios, habían sido misteriosa y repentinamente abandonadas por sus habitantes. Intrigado por ello, Morty decidió buscar a los nativos desaparecidos, y acabó encontrando una extraña máquina de configuración arácnida, un curioso vehículo capaz de desplazarse volando o por la superficie. El peculiar vehículo emprendió el vuelo y Morty lo siguió a prudencial distancia, procurando volar bajo para no ser descubierto. Poco después, la araña mecánica voladora descendió junto a una inmensa nave negra posada en un amplio valle.

Allen no cree la historia de Morty y le pide que la pruebe, pero éste no pudo filmar nada porque en ese viaje olvidó sus equipos de grabación. Pero jura que la historia es real y quiere que los dos jóvenes le acompañen en un nuevo viaje para que sean testigos de que lo que cuenta es verdad. Allen no está por la labor, e incluso parece tomarse el asunto a chacota, pero al fin, presionado por su esposa, acepta acompañar al viejo, y la muchacha insiste en ir con ellos. Emprenden la marcha y, poco después, y a pesar de todas sus reticencias, a Allen no le queda más remedio que dar la razón a Morty, ya que mientras hacían un alto en el camino para reponer fuerzas, son capturados por un grupo de soldados extrañamente uniformados. La pareja de jóvenes, que en realidad nunca creyeron la historia del viejo, están anonadados. Los soldados les trasladan a la gran nave de que hablara Morty, en torno a la cual se mueven las fascinantes máquinas arácnidas. Ya en el interior de la gigantesca astronave, son conducidos a presencia de un hombre que se presenta como el Almirante Mark Von Gruber, oficial al mando de la Walhalla, nombre de aquel portentoso navío cósmico. El almirante habla de un modo extraño y dice cosas incomprensibles para los colonos de Zhede. Pero lo más sorprendente es que el militar asegura que son terrícolas, y que la Walhalla es una unidad de combate enviada al espacio profundo para combatir a unos seres enemigos de la humanidad, a los que llama tlardos... y que resultan ser los zheditas. La confusión aumenta por momentos, pero Morty empieza a sospechar algo horrible. Más tarde mantienen una reunión con una mujer llamada Erika Von Lanstrung, cuyo rango militar es el de truppführer. La mujer les explica que, tras una violenta campaña contra los tlardos, la Walhalla emprendió el regreso a la Tierra, siendo absorbida por una especie de distorsión espacial en la que permaneció atrapada durante tres meses. Cuando lograron salir al espacio normal, se encontraban en las proximidades de Zhede y decidieron descender para efectuar reparaciones. El asunto parece embrollarse cada vez más, ya que para los colonos lo que cuentan los extraños son disparates, y éstos piensan que los que desvarían son precisamente los humanos que habitan en Zhede. Pero hay algo más extraño aún: los extranjeros creen estar en el año 2098, pero según el calendario de los colonos, se encuentran en el 2432.

Cuando Erika les deja solos, Morty, que ha observado atentamente a los extraños y ha estado dándole muchas vueltas al asunto en su mente, revela a los jóvenes sus sospechas. Él piensa que, efectivamente, son terrícolas, pero que provienen no sólo de otra época, sino quizás también de otra dimensión temporal. El viejo gruñón es el único miembro de la colonia aficionado a la historia antigua de la Tierra, y por ciertos detalles que ha observado ha llegado a la conclusión de que los tripulantes de la Walhalla son, nada más y nada menos, que ¡nazis!

Allen se pone en contacto con el consejo colonial por radio e informa de lo sucedido, avisando de la inminente llegada a la colonia de la gran nave de guerra. El-Dar-Karre, líder de los zheditas, se entrevista con el jefe del consejo. El jefe nativo pide a su homólogo humano un favor: no quiere que los recién llegados conozcan la verdadera relación existente entre humanos y zheditas, e insiste en que lo mejor es que los terrícolas traten a los nativos como a seres inferiores, y no como a sus iguales, como hasta entonces. Aunque no comprende nada, el regidor Sowars accede a la petición del líder nativo. Posteriormente, Morty también va a ver al regidor y le transmite sus temores. Él sabe muy bien lo que representaron los nazis en la historia. Y si Von Gruber y los suyos resultan ser nazis procedentes de una dimensión paralela, está seguro de que la colonia y los zheditas corren un grave peligro. Sobre todo los nativos, a los que los recién llegados se empeñan en identificar como a sus mortales enemigos, los llamados tlardos.

Allen Hogan, por su parte, ha entablado amistad con la truppführer Lanstrung. La mujer, al igual que Morty, ha acabado por intuir la verdad de lo ocurrido y le expone su teoría a Allen, además de ponerle al tanto de algunos detalles interesantes. En la Tierra de la que provienen, Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial y se adueñó del mundo. En ese otro universo, según Erika, no hubo grandes matanzas de judíos. La propaganda antisemita fue utilizada como un ardid político para unir más al pueblo alemán, pero aunque hubo persecuciones, no se llegó a los extremos que todos conocemos. Porque el Hitler de ese universo, al contrario que el del nuestro, se dejó asesorar convenientemente y salió victorioso en todas sus empresas. ¿Para qué matar gente si se la podía emplear como mano de obra barata? En la dimensión temporal de Erika, el hombre llegó a la Luna en 1956, y una década después, a Marte. A la muerte de Hitler, en 1965, hubo un periodo de inestabilidad, pero pronto surgió otro Führer para sucederle. Cuando las naves de la Tierra comenzaron la exploración de las regiones más alejadas del sistema solar aparecieron los tlardos, y la presencia de esos seres supuestamente belicosos unió más aún a la humanidad bajo el dominio del Tercer Reich.

Allen no puede evitar simpatizar con la oficial. Erika, por su parte, es consciente de que están fuera de su tiempo y de su universo, y cree que lo mejor sería que se marcharan de ese planeta, pero duda que el fanático Von Gruber esté dispuesto a aceptar la verdad. Además, ¿adónde irían?

El almirante, mientras tanto, ha presentado sus peticiones, más bien exigencias, al consejo de la colonia. Pide la entrega de todas las armas y vehículos que posean los colonos. Estos sólo podrán quedarse con algunos tractores y otros equipos de uso exclusivamente agrícola. Además, pretende disolver el consejo y reemplazarlo por un Gauleiter. Von Gruber, henchido de fanatismo, aspira a regresar a la Tierra como un héroe nacionalsocialista. Pero lo peor de todo es que piensa dejar una guarnición de soldados de las SS en Zhede, para que procedan al exterminio de los nativos, a los que sigue llamando tlardos.

Erika le cuenta la verdad al almirante. Éste, aunque se muestra enfurecido por lo que cree una patraña, acaba por aceptar la realidad, aunque, como cualquier fanático que se precie, espera poder cambiarla a su gusto. Puesto que están en otro universo, en el que no existe ningún Tercer Reich, él se encargará de crear uno. Erika huye de la nave y va en busca de Allen para contarle lo ocurrido y pedirle su ayuda. Ella no es miembro del Partido, sino del Ejército, pero en su dimensión las fuerzas armadas han quedado totalmente supeditadas a las siniestras SS. A bordo de la Walhalla hay diez mil soldados de las tropas de choque hibernados. Mientras permanecen en suspensión animada, los SS les suministran por vía hipnótica eslóganes propagandísticos y directrices del partido. Erika necesita a un programador de ordenadores para cambiar las directrices hipnopédicas que reciben sus hombres por otras que les permitan conocer la verdad de lo que está pasando. Allen, que posee amplios conocimientos informáticos, decide ayudar a la muchacha. Acompañados por Tania, consiguen entrar subrepticiamente en la nave con ayuda de algunos soldados fieles a Erika y llevar a cabo su plan. La truppführer revela a Allen un horrible secreto. Los SS han estado capturando zheditas por todo el planeta y llevándolos a la nave, para ser diseccionados por sus médicos. Cuando se disponen a abandonar la nave, son descubiertos por los SS. Erika y Tania logran huir, pero Allen es hecho prisionero.

Entre tanto, las dos mujeres, que han logrado alejarse de la nave protegidas por el fuego de los soldados de choque fieles a la truppführer, se encuentran con El-Dar-Karre, que las insta a alejarse del lugar, a pesar de que Tania no quiere abandonar a su esposo. Al fin se impone la sensatez y ambas mujeres parten en un vehículo aéreo, al mismo tiempo que toda la colonia es evacuada. Pero aún queda alguien en el poblado, el viejo Morty, que no quiere irse sin antes cambiar impresiones con el jefe zhedita. El viejo Zbar se ha percatado de algo que le tiene intrigado: los colonos habían dado muestras de gran nerviosismo y temor ante la presencia de los nazis, pero los nativos seguían tan tranquilos como siempre, como si todo aquello no fuera con ellos. Ante la sorpresa de Morty, El-Dar-Karre acaba reconociendo que su pueblo ya había establecido contacto con los humanos mucho antes de que los colonos llegaran a Zhede, cuarenta años atrás. Pero esta es sólo la primera de una serie de fascinantes revelaciones.

Allen, prisionero de Von Gruber, descubre horrorizado que, según sus captores, el consejo ha decidido prestar toda su colaboración a los nazis, por lo que dicho organismo ha sido disuelto y la jefatura de la colonia será ejercida por un Gauleiter, el mismísimo regidor Sowars. Pero lo peor está por llegar. Allen es juzgado en la colonia por sus propios amigos y compañeros, que parecen haberse convertido en personas completamente distintas de las que conocía apenas unos días antes. Incluso Morty Zbar pide para él la pena capital. El joven es declarado culpable de traición contra la colonia, la raza humana y el glorioso Tercer Reich y condenado a muerte. La sentencia se cumplirá veinticuatro horas más tarde, y hasta entonces, nuestro protagonista quedará a disposición del grupo de investigación de la Gestapo, que muestra muchos deseos de interrogarle. Cuando un oficial le dice que se disponen a exterminar con armas nucleares todos los asentamientos zheditas del planeta, Allen reacciona violentamente, a la desesperada, enfrentándose a sus captores. Sabe que no tiene posibilidad de escapar, pero prefiere morir matando a sucumbir mansamente ante un pelotón de ejecución. Y es entonces cuando El-Dar-Karre aparece en la nave nazi, como salido de la nada. Allen no da crédito a sus ojos, pero el zhedita no pierde el tiempo en explicaciones, instándole a que le siga. Allen no las tiene todas consigo, pero sigue al pie de la letra las instrucciones del nativo. Ambos abandonan la nave tranquilamente, sin que nadie intente impedírselo. Los soldados nazis que se encuentran por los corredores y al pie de la rampa incluso se cuadran a su paso y los saludan marcialmente. Luego, a bordo de un vehículo aéreo, abandonan la colonia y, siempre siguiendo las instrucciones del nativo, se trasladan a una bien oculta aldea zhedita, en la que Allen se reencuentra con su esposa, con Erika ... y con el resto de los colonos. El pobre Allen no entiende nada de lo que está pasando. El-Dar-Karre, en un aparte, le ruega que confíe en él y que no cuente nada de lo que ha visto en la colonia, señalándole que sólo con Morty Zbar puede hablar de ello.

Esa noche, mientras da un paseo para serenar sus nervios, Allen se encuentra con el regidor Sowars y Morty. Según éstos, los nazis están atacando supuestas aldeas zheditas con armas de destrucción masiva. En realidad, Von Gruber y los suyos han sido engañados por los nativos y esos proyectiles están cayendo inofensivamente en zonas desérticas del planeta. Allen, irritado ante la presencia de Sowars, está a punto de meter la pata, pero Morty actúa con presteza despidiendo al regidor. Una vez solos, el viejo Zbar le recuerda al muchacho la recomendación de El-Dar-Karre de que no debe hablar con nadie de lo que sucede en la colonia. Pero Hogan no comprende cómo es posible que los colonos puedan estar en dos sitios al mismo tiempo.

Morty se decide a contarle a Allen lo que sabe sobre los zheditas. El pobre Hogan va de sorpresa en sorpresa, porque esos seres a los que hasta entonces había visto como unas criaturas pacíficas, inocentes y culturalmente atrasadas, resultan ser una especie muy evolucionada de telépatas. Sus poderes mentales son tan grandes que hasta pueden sugestionar a una persona para que vea lo que ellos quieren que vea. Y eso fue lo que ocurrió en la colonia. Los zheditas suplantaron a todos los colonos, haciendo creer al megalómano almirante nazi que los humanos de Zhede estaban rindiendo pleitesía a su patético Tercer Reich.

A partir de aquí los acontecimientos se precipitan. En la colonia, el falso regidor Sowars se entrevista con Von Gruber para comunicarle que piensan llamar a la ciudad Villa Gruber en su honor, y que desean celebrar una ceremonia en la plaza para testimoniar su adhesión al Reich antes de que la Walhalla parta rumbo a la Tierra. Gruber, naturalmente, acepta encantado y se lleva a cabo el evento, con desfile militar incluido. Y es entonces cuando se produce el fatal desenlace para los nazis. De pronto, los colonos se transforman en zheditas, con El-Dar-Karre a la cabeza. Von Gruber comprende que le han engañado y ordena a las tropas SS que aniquilen a los nativos, pero estos se esfuman como si nunca hubieran existido. Las máquinas arácnidas, que también habían participado en la parada militar, comienzan a estallar, y al mismo tiempo entran en escena, procedentes de la Walhalla, miles de soldados de choque, equipados con armas pesadas y vehículos blindados. Los soldados han sido reanimados y ahora, mandados por la truppführe r Lanstrung, rodean la colonia. Erika conmina a Von Gruber y sus hombres a que se rindan. Cercados, el almirante y sus fanáticos soldados se disponen a morir matando, pero la intervención de El-Dar-Karre evita el enfrentamiento armado. El líder nativo ofrece a Von Gruber y a aquellos que quieran seguirle la oportunidad de abandonar el planeta con vida. El-Dar-Karre admite ante Von Gruber que los zheditas y los tlardos son la misma raza. Pero lo más sorprendente es que, según el líder nativo, su pueblo puede viajar por los distintos universos paralelos con facilidad, por lo que puede ofrecer a los nazis el regreso a su propio plano espacio temporal. Ante tan asombrosas revelaciones, al almirante no le queda más remedio que claudicar.

Todos los fanáticos nazis parten al día siguiente a bordo de la Walhalla. Los diez mil hombres y mujeres de las tropas de choque, con su comandante Erika von Lanstrung al frente, deciden quedarse en Zhede. Pero Allen Hogan no está tan satisfecho como el resto de sus compañeros. Quiere saber más sobre los zheditas e interroga a El-Dar-Karre al respecto. El jefe nativo accede a contarle algunas cosas, bajo palabra de que no las divulgará. Resulta que los zheditas, o tlardos, conocen la existencia de universos paralelos desde miles de años antes. Y no sólo eso, sino que también habitan en miles de mundos distribuidos entre docenas de universos paralelos. Disponen de naves estelares, aunque sólo las emplean en contadas ocasiones, pues, si así lo desean, pueden pasar de un universo a otro tan sólo con el poder de sus mentes. Cuando unas naves zheditas se introdujeron en el universo del que procedía la Walhalla, las naves nazis les atacaron sin preocuparse de averiguar si eran hostiles o pacíficos. Los fascistas de ese universo encontraron en los expedicionarios zheditas la excusa perfecta para mantener en sus dominios un perpetuo estado de guerra, que les permitiera consolidar su régimen de terror. Ese fue el origen de la guerra entre los humanos y los tlardos en el universo paralelo nazi.

Allen Hogan piensa que los zheditas han sido demasiado benévolos con Von Gruber y los suyos, sobre todo considerando que aniquilaron a los habitantes de dos de sus aldeas. Pero el líder nativo le confiesa que, en realidad, la Walhalla no regresará exactamente al mismo universo del que partió, sino a otro en el que también existe el Partido Nazi, aunque con ciertas notables diferencias. En ese universo paralelo Alemania ganó la guerra, pero la tierra quedó totalmente devastada, por lo que se produjo una involución social que condujo a los restos de la humanidad hacia un estado de semisalvajismo. En esa Tierra alternativa existen los nazis, pero apenas controlan unos trozos de territorio en los que sobreviven penosamente. La degeneración humana ha sido tal que hasta practican el canibalismo empujados por las circunstancias. Esa será la Tierra nazi a la que regresará la Walhalla, que una vez allí ya no podrá alzarse de nuevo hacia el espacio. Y como en esa realidad paralela la humanidad no ha desarrollado los viajes espaciales, puede imaginarse fácilmente el horrible destino a que están abocados Von Gruber y sus seguidores. El-Dar-Karre espera poder visitar a sus hermanos del universo nazi y ayudarles en su lucha contra los degenerados terrícolas con los que combaten. Por su parte, Allen le ofrece al zhedita su ayuda para cuando llegue ese momento. Mientras tanto, tienen una ardua labor por delante: convertir Zhede en un mundo próspero y pacífico del que ambas razas puedan sentirse orgullosas.

En el futuro descrito por Thorkent en esta obra, la humanidad ha evolucionado notablemente en los aspectos social y moral, ya que los terrícolas, a pesar de la supuesta inferioridad tecnológica y cultural de los zheditas, no se establecen en el planeta hasta haber alcanzado un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Además, una vez establecidos, respetan escrupulosamente los términos de dicho acuerdo, como demuestra el hecho de que en cuarenta años los colonos nunca hayan tenido ningún enfrentamiento con los nativos. Otro detalle interesante de la novela es el idioma que hablan los colonos humanos, una mezcla de inglés y castellano, algo así como un spanglish futurista. Los nazis, naturalmente, se expresan en correcto alemán antiguo.

La colonización de los mundos habitables corre a cargo de la Liga de Expansión Estelar. Pero según nos indica el autor, las colonias viven bastante aisladas unas de otras, ya que debido a las enormes distancias entre sistemas estelares, las comunicaciones son muy lentas. De hecho, las naves estelares son bastante más rápidas que los sistemas de comunicación, aunque, en general, cada colonia sólo recibe la visita de un carguero estelar al año. Esto hace que las colonias espaciales descritas por Thorkent en esta obra se asemejen algo a las antiguas colonias que las naciones europeas poseían en América, Oriente o África, ya que, al igual que aquellas, debido a su aislamiento deben valerse por sus propios medios ante cualquier crisis.

Mención aparte merecen los nazis de la novela. La descripción que hace Thorkent de ellos es concisa pero veraz. En la Alemania nazi real existieron graves enfrentamientos entre el ejército y las todopoderosas SS, que tras el fallido complot militar para derrocar a Hitler en julio de 1944, acabarían por controlar totalmente las fuerzas armadas. Thorkent traslada este enfrentamiento a su novela, dándoles a los militares de carrera, mandados por Erika Von Lanstrung, un papel breve pero decisivo en el desenlace de la historia. El delirante universo nazi ha sido ampliamente utilizado en la CF, tanto literaria como televisiva. Basta recordar, por ejemplo, el estupendo episodio de Star Trek TOS, POR MEDIO DE LA FUERZA, de la segunda temporada, donde se nos muestra un planeta en el que sus habitantes, influidos por un diplomático de la Federación que ha perdido elnorte, han reproducido una sociedad basada en los ideales nacionalsocialistas hitlerianos, con todo lo que ello significa.

INTRUSOS DE OTRA DIMENSIÓN, sin ser una de las mejores novelas de a duro escritas por Thorkent, resulta muy superior a la media de las obras de otros autores publicadas en La Conquistadel Espacio. Una novela modesta pero digna que ya apuntaba lo que podía dar de sí el futuro autor de LOS VIENTOS DEL OLVIDO.

© Antonio Quintana Carrandi,
(3.852 palabras) Créditos Créditos
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