
Aviso: quien no conozca esta memoria, le aconsejo que la lea sin alterarse, y espere a emitir su juicio después de llegar a la nota final.
La glaucoma progresiva que se desarrolla de ciertos ámbitos, y que acecha desde las sombras a las contadas opiniones lúcidas de los gurus de esto que algunos frikis llaman CiFi, o género en el que se entra por vocación para salir de él lo antes posible si uno pretende conservar inmaculado su prestigio de persona culta. Es decir, una huída voluntaria, por higiene mental. Una circunstancia que no afecta a todos por igual.
No encuentro una sola razón válida para mantener en el olvido a estas alturas a un autor que durante años nos ha estado obsequiando una literatura fantástica de un nivel equiparable, superior incluso, a los dorados sueños de Borges y su visión vanguardista, y añadiría que con trazos futuristas y raigambre esotérica de un Saramago sublime, más allá de su incomparable ENSAYO SOBRE LA CEGUERA.
En solo diez novelas de apariencia costumbristas y varios libros de ensayo sobre la época que le tocó vivir, desde los años 60 hasta fecha reciente, Fernando Vizcaíno Casas ha desgranado, sin que haya sido captado por la crítica cegata, un siglo de la más pura y profunda ciencia-ficción, un compendio de valores intrínsecos difíciles de igualar.
El estudio que hace de personajes y situaciones está sutilmente desarrollado en sus obras magistrales, en títulos como EL REVÉS DEL DERECHO, es decir el directo del izquierdo, un estudio sistemático y sintomático del enfrentamiento entre los universos reales e imaginarios nacidos de un mundo sin fuerza ni rumbo. De todas ellas, sin duda, destaca con luz propia su obra maestra.
Como muchos habrán podido adivinar, aunque temo que sólo serán unos pocos los privilegiados de mente, me estoy refiriendo a su novela ...Y AL TERCER AÑO, RESUCITÓ.
En esta obra, publicada al poco tiempo de la muerte del personaje por el que Vizcaíno Casas nunca sintió admiración, el autor emplea la clave secreta más oculta, no accesible para las masas a las que parecía ir dirigida la obra, reuniendo en ella todos los subgéneros de la fantasía, pasando por el cyberpunk, la space opera, la new y la old wave, e incluso la fase intermedia de la corriente literaria que hizo furor a finales del siglo pasado: el star wars parody.
Lo sorprendente del caso es que han tenido que pasar muchos años para que la crítica internacional, desde Locus hasta la revista Asimov, no se haya entreabierto ese resquicio de la puerta que impone la incomprensión a un autor que en tan sólo 300 páginas mostró el verdadero camino a la legión de tantos y tan pésimos imitadores suyos, que no tardaron en seguir sus pasos por la ruta, sin retorno en apariencia, que sólo él sabía que conduce al valle de los Caídos, lugar que Vizcaíno Casas convirtió en meta a la esperanza, llevándolos de la mano a la sombra de los cuatro evangelistas y la cruz que simboliza el espíritu creador del hombre.
En ...Y AL TERCER AÑOS, RESUCITÓ, Vizcaíno Casas no solo incorpora parte de las ideas de Dick, Heinlein, Bradbury, Card y Asimov, sino que, al conferirles una nueva visión, anula a estos autores al retomar lo mejor de ellos, depurando los lastres de sus novelas más emblemáticas, que convierte en sencillos pero claros exponentes de lo que en realidad es el sentido de la maravilla que en ningún momento de la literatura fantástica y de ciencia-ficción ha quedado mejor reflejado.
Con la seriedad y el buen hacer que le caracteriza, el señor Vizcaíno Casas transforma la muerte del Caudillo, y su anunciada resurrección, en un canto a la libertad, despejando las incógnitas que siempre han atormentado al hombre desde su creación, dando respuestas a sus eternas preguntas. El lector devora con avidez cada página de la obra, busca impaciente el instante cumbre, el regreso a la vida del hombre que acaba de morir, el viejo y humilde militar que el autor transforma en héroe para más tarde devolverlo a ese anonimato en el que siempre deseó haber vivido, lejos de fasto y la hipocresía de una corte que nunca quiso ver a su alrededor.
Pero el personaje central, y tal vez éste sea el único y pequeño fallo de la obra, queda desvirtuado por la prosa del autor, quien sin pretender se erige en el único protagonista, desde la primera hasta la última pagina. El esfuerzo de Vizcaíno Casas por pasar desapercibido estaba condenado al fracaso. Quizá sólo es él quien lo lamenta. Nosotros en cambio, debemos congratularnos por ello.
...Y AL TERCER AÑO, RESUCITÓ es sin duda la novela más injustamente ignorada por los aficionados a la ciencia-ficción.
Y por doña Engracia, mi vecina.
Nota: Aquel año, Luis. G. Prado nos pidió a los colaboradores que escribiéramos comentarios subidos de tono, absurdos o fuera de lugar, destinados al número dedicado al día de los Santos Inocentes.

como ...Y al tercer año, resucitó